RUDY JORDÁN ESPEJO

Tomar el tren en la Estación Desamparados. Escapar de Lima. Atestiguar cómo el cielo se desnuda y deja ver sus nubes. Observar a las piedras transformarse en flores. Los edificios cambiados por cerros. Dejar que el aire puro golpee la cara.

Ya en Matucana respirar profundo y sentarse en la plaza. Comer un helado de palta, bailar marinera y, si los 2398 msnm lo permiten, seguir sacudiendo el cuerpo con Los Avelinos: una típica danza del valle del Mantaro.

Con sus coloridas máscaras y maltrechas ropas, los estudiantes de la Universidad Enrique Guzmán y Valle (La Cantuta) que escenifican el baile, me cuentan que este le rinde homenaje a Andrés Avelino Cáceres. Y es que durante la Guerra del Pacífico, el intrépido Brujo de Los Andes se infiltraba en las bases enemigas vestido como mendigo.

Ya en Huancayo, en el retirado hotel Tukillajta, es vital recargar energías para insertarse mañana en las entrañas del Valle del Mantaro.

UNA VIRGEN EN LOS CERROS El soplido verde de los eucaliptos entre los cerros y el sol estallando entre las nubes es el primer regalo de la mañana. Los colores derritiéndose, el juego de contraluces y sus formas impresionistas, hacen del paisaje el cuadro que le faltó pintar a Van Gogh.

Desde la corona dorada de cinco metros que luce la Virgen de la Piedra Parada –una gigantesca estatua de mármol de 80 toneladas– el valle de Mantaro entrega toda su belleza. Desde este mirador erigido por 44 hombres, estrenado en el año 2006 y al que se asciende en 15 minutos por unas escaleras de caracol, la mirada es casi omnisciente: el azulado valle del Mantaro, la portentosa Cordillera de Huaytapallana, más las provincias de Jauja, Chupaca y Huancayo en todo su esplendor.

“Las mejores vistas del viaje las tendremos mañana“, advierte nuestra guía.

LA OBRA DE DIOS Lagunas azules y turquesas, picos nevados, humedales, cascadas en degradé como andenes de agua, bosques y hojarascas, rodales de puya, poblados, aves, rocosos cañones, campiñas. La música se sucede en la Reserva Paisajística de Nor Yauyas Cochas, un Área Natural Protegida ubicada entre los departamentos de Lima y Junín.

Ya sea que uno quiera desafiar a la naturaleza con una caminata entre cerros multicolores, conquistar los ondulados cañones haciendo montañismo o, simplemente, descansar sobre la hierba como una piedra, este lugar es propicio para los corazones en busca de paz o aquellos que requieren grandes dosis de adrenalina.

Pero el turista advertido no será enceguecido solamente por el esplendor de los paisajes. Este paraíso es más que un lugar para la aventura o el deleite de los ojos. Al enterarse de que los lugareños practican el autoconsumo, al ver como respetan la vida de sus animales, al disfrutar de sus instalaciones impecables y su calor humano; y observar juntos campesinos y búhos; lagunas y huallatas; picaflores y plantas, uno cree que el hoy deteriorado romance hombre- naturaleza- no tiene por qué ser una utopía.

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