Tras siete meses de cierre, el principal atractivo turístico del Perú está listo para volver a recibir a visitantes bajo estrictos protocolos de bioseguridad. Una larga y paciente espera como la del japonés Jesse Katayama, quien se hizo mundialmente famoso al cumplir su sueño de conocer Machu Picchu luego de quedar varado en Cusco desde el inicio de la pandemia y con los tickets comprados para visitar la maravilla.
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Con ese entusiasmo y ostentando un sello “Safe Travels”, concedido por el Consejo Mundial de Viajes y Turismo, que lo certifica como un destino seguro, Machu Picchu espera al turismo y se prepara también para convertirse en el primer destino peruano carbono neutro, así como la primera maravilla del mundo moderno en obtener esta certificación. El ambicioso reto empezará en noviembre la decisiva fase de evaluación.
¿Qué significa ser carbono neutro?
Se trata de retirar de la atmósfera la misma cantidad de dióxido de carbono (CO2) que se emite, a través de acciones que disminuyan estas emisiones como el procesamiento de residuos solidos, manejo forestal, conservación, entre otros.
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Según Green Initiative, organización que certifica la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, el turismo aporta alrededor del 8% del total de emisiones de CO2 en el mundo, y aproximadamente el 5% de emisiones en el Perú. Por lo que se trata de un proyecto que marcará un hito en el turismo peruano.
“Se puede medir la huella de carbono de eventos y de lugares turísticos, la iniciativa de Machu Picchu puede servir para replicar la experiencia en el país o a nivel internacional”, señaló Renzo Paino, representante de Green Initiative en entrevista con Minam TV.
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Acciones concretas
Desde el año 2017, la municipalidad distrital de Machupicchu, con el apoyo del Grupo AJE y la cadena de hoteles Inkaterra, viene trabajando en varios proyectos que son parte de su “política ambiental local”, como señala su alcalde Darwin Baca. Hoy cuentan con una compactadora de residuos plásticos, una planta que transforma aceite de cocina en biodiesel y una pirolizadora para procesar residuos orgánicos y convertirlos en abono.
Además, en 2019, se entregó a Sernamp otra planta para plásticos exclusiva para la limpieza y mantenimiento del Camino Inca. Estas acciones han contribuido adicionalmente a la generación de trabajo y en el uso del abono por parte de la comunidad. Un proyecto que según Jorge López-Dóriga, representante del Grupo AJE, busca “inspirar globalmente” al tratarse de una maravilla del mundo. De igual forma opina José Koechlin, presidente de Inkaterra, quien confía en que, de darse la certificación, Machu Picchu será “percibida como un modelo de gestión mundial”. Queda esperar los resultados del proceso, que tomará alrededor de cinco meses, según señaló la organización certificadora.
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