ANTONIO ALVAREZ FERRANDO @tonyalfe83

El Parque Nacional del Manu tiene una extensión de más de un millón 700 mil hectáreas entre Cusco y Madre de Dios, espacio de gran riqueza natural en el que habitan una gran variedad de especies de flora y fauna. Es aquí, en medio del sofocante calor, donde nos encontramos para adentrarnos en sus entrañas y conocer más de cerca este paraíso.

Estamos en el Manu después de una aventura de nueve horas de viaje: ocho en bus, partiendo desde el centro del Cusco hasta el puerto de Atalaya, y una en peque-peque (bote) hasta el lodge Manu Learning Centre, donde pasamos la noche en medio de zumbidos de insectos y cantos de aves.

Camino a Atalaya, en pleno descenso hacia el llano, hacemos una parada en la zona de San Pedro, donde apreciamos en todo su esplendor al gallito de las rocas, al búho pigmeo andino y el quetzal de cabeza dorada. Un adelanto del espectáculo natural de nuestra visita.

Al día siguiente, antes de amanecer, salimos río abajo hasta el puesto de vigilancia El Limonal, donde somos recibidos por Harol Alagón, parte del equipo del Servicio Nacional de áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp).

Harol comenta que esta área natural es bastante rica en diversidad biológica, ya que es hogar de más de mil especies de aves, 1.300 de mariposas, más de 220 de mamíferos y aproximadamente medio millón de insectos.

El Limonal es el primer puesto de vigilancia dentro del sector río Manu. Desde aquí partimos hacia el albergue turístico Romero a través de una trocha de nombre Limonal-Romero. En bote son aproximadamente unos 40 minutos, pero nosotros lo hacemos a pie, es decir, en tres horas.

Tres horas en medio del espeso bosque sin saber qué encontrarás a tu paso, con qué te puedes topar o qué te puede picar. Para ello hay que avanzar sigilosamente, pisando con suma cautela las incontables hojas secas que alfombran el terreno. Hacer mucho ruido nos puede traer complicaciones.

OJOS BIEN ABIERTOS La primera indicación antes de dejar el albergue es no tocar los árboles. Aquí habita la tangarana o palosanto, un árbol que es protegido por hormigas de fuego, las cuales le proveen seguridad a cambio de cobijo y alimento.

El ataque es en masa. Una vez que tocas al árbol las hormigas saltan y te inyectan ácido fórmico, irritando rápidamente tu piel. Se dice que los nativos usaban este árbol para castigar a las mujeres adúlteras. Con la llegada de la religión católica se castigaba a quienes no creían en Dios.

Pero no son las únicas hormigas de las cuales debemos cuidarnos. También está la isula, cuya picadura genera un dolor que se asemeja al de un impacto de bala y suele producir fiebre hasta por 24 horas continuas. Precavidos, seguimos con nuestro recorrido.

Saltamontes, ranas venenosas y libélulas llenan de colorido este impresionante ambiente. Hongos multiformes crecen en los troncos caídos, mientras que los que siguen en pie sirven de columpio para los monos que van en busca de alimento.

Mariposas que se camuflan con las hojas para evitar a sus predadores. Polillas que simulan ser mariposas. Guacamayos y tucanes que decoran el cielo lleno de nubes frondosas. Un espectáculo único y digno de la selva. Al final del recorrido pernoctamos en el albergue Romero, un recomendable lugar para quien quiera pasar sus vacaciones en medio de la naturaleza. Se anochece contando luciérnagas y se amanece en medio de garzas y monos choro.

AMANECER EN LA SELVA Muy temprano somos sorprendidos por una lluvia torrencial. Pese a ello, abordamos el peque-peque y continuamos con nuestro recorrido hasta la zona donde se encuentra la cocha Salvador. En esta oportunidad nuestro guía es William Huamán de Los Heros, quien se dedica a esta labor desde 2007.

Hacemos un paseo en catamarán, un tipo de bote multiplataforma que funciona a remo. William comenta que la cocha Salvador antes fue alimentada por el río Manu. Hoy es el refugio de diferentes tipos de garzas, yacanas, cormoranes y carpinteros, además de ocho tipos de guacamayos y el tucán de cuello blanco, entre otras aves.

Éste también es el hábitat de la nutria gigante, también conocida como lobo de río. Aquí también vive el caimán negro, agrega mientras nos desplazamos para ver este espectáculo singular de la naturaleza.

Avanza la hora y cientos de aves cruzan el cielo azul, cuyas nubes hacen contraste con el misterioso bosque que alberga jaguares, pumas, tapires, monos araña, monos choro, osos de anteojos, águilas arpía e incontables especies. Así culminamos nuestra visita.