Marco Quilca León

Aún conserva el cabello largo característico de su ‘look’ rockero con el que llegó a nuestro país, aunque el paso de los años y la exigencia de ser director técnico de una selección se hacen notar en sus líneas de expresión. La barba pintada de color blanco sabiduría le dan un matiz a sus 64 años. Está ahí, con terno, como aquel 2 de marzo de 2015. Sonríe quizá intentando tapar la nostalgia de un adiós que no quiso decir. Sonríe como ese día, aunque esa vez, en la sala de prensa de la Videna de San Luis, fue por la ilusión de un nuevo reto; ahora, sentado en un auditorio ubicado en el segundo piso del hotel miraflorino Hilton, es por la satisfacción de haber concluido un proceso exitoso. Está ahí, Ricardo Gareca, sentado junto a su asistente técnico Néstor Bonillo, su preparador físico Sergio Santín y su abogado Mario Cupelli, frente a Juan Carlos Oblitas, miembros de su comando técnico y un centenar de periodistas. Está ahí, sin nada que lo relacione a la selección peruana, cerrando el ciclo que le dibujó una sonrisa extensa por casi ocho años a millones de peruanos.

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