Óscar Bermeo Ocaña

A inicios de siglo, José Castillo dejó el Perú y llegó a Rosario buscando tranquilidad. Encontró en la ciudad santafesina un lugar amable, de dimensiones medianas, donde se podía desplazar con seguridad y sin el tráfico limeño. “Era una plaza tranquila, muy linda para trabajar”, recuerda.