De las muchas mentiras alrededor de Alberto Fujimori una de las más candorosas –y, a la vez, indignantes– se refiere a su fecha de nacimiento. ¿Ya se olvidaron? 28 de julio, nada menos. Durante su régimen pretendieron marketear la “coincidencia” casi como una predestinación. El Hombre había nacido el mismo día que la Patria.
El cuento era demasiado bueno para ser verdad. Cualquier peruano mínimamente informado conoce la historia: el libro de bautizos desaparecido, documentos migratorios escandalosamente tachados, el koseki convenientemente resucitado justo a tiempo para que Kenya Minami Inomoto (si usáramos los apellidos originales de sus padres) postulara al Senado japonés.
Esto, por supuesto, sin mencionar que, en determinadas circunstancias, los hijos recientes de migrantes suelen adoptar fechas “simbólicas” de nacimiento (1 de enero, en la actual crisis de refugiados europea; 4 de julio en Estados Unidos, y, como halló Cecilia Valenzuela, los otros 33 niséis también registrados en un 28 de julio en el Perú, justo en los años anteriores al inicio de las represalias contra la comunidad japonesa a raíz de la Segunda Guerra Mundial).
De toda esta confusión se colige algo más: tampoco sabemos la edad exacta. En todo caso, si aceptamos 1938, la fecha oficial, Fujimori tiene 78 años. Resultaría, así, menor que ese otro condenado por autoría mediata, Abimael Guzmán (82), o que ese otro ex candidato a la presidencia, el aún muy vigoroso Mario Vargas Llosa (81). Curiosamente, sería contemporáneo exacto del presidente PPK (78).
La última vez que el indulto se volvió una campaña tan fuerte en los medios, Fujimori, oficialmente, tenía 73 años. Fue en el 2012. ¿Ya se olvidaron? La foto retorciéndose en la cama, el primer plano de la lengua, Kenji mostrando un diagrama de la prisión de Barbadillo.
Como ocurre ahora, en aquel momento el indulto solo sirvió para ampliar la brecha entre keikistas y albertistas. Derrotados a la larga, se vieron obligados a admitir, aunque en privado, que las lesiones en la lengua no eran tumores cancerosos, que Fujimori no se encontraba en estado terminal y que sus condiciones de encierro no agravaban su salud. Nada de lo que habían dicho era verdad. Solo buscaban dar pena.
Cinco años después, con Fujimori igual de sano que entonces, lo que buscan es dar miedo. Acorralar a un gobierno inexperto y a un presidente débil. ¿Cuál será la excusa médica? Si no la tuvo entonces, menos ahora, que ni siquiera la familia se atreve a esgrimir ese argumento ahora. ¿PPK quiere pasar a la historia por algo que ni siquiera Alan García ni Ollanta Humala se atrevieron a hacer?
Dicen que PPK quiere indultar a Fujimori el 28 de julio. Un regalo de cumpleaños el día de su no cumpleaños. La consagración de la criollada, de las mentiras, del chantaje. Un escupitajo sobre las tumbas de sus víctimas. ¿Y todo para qué? Para atrasar unos meses el inevitable final. Porque eso de que con el indulto el fujimorismo se va a tranquilizar no se lo cree nadie, ni siquiera los que le cantan “Happy Birthday” a un preso en plenas Fiestas Patrias.