El 2 de julio de 1939 marcó el inicio de una serie de publicaciones en el diario El Comercio, a cargo de Óscar ‘Racso’ Miró Quesada de la Guerra (1884-1981), que destacaban por su riqueza conceptual y estilo único, centradas en el pensamiento del renombrado genio alemán Albert Einstein (1879-1955). Estas notas, que se extendieron semanalmente hasta noviembre del mismo año, capturaron la atención de los lectores. Sin embargo, justo antes de concluir este ciclo, Miró Quesada recibió una sorpresa monumental: una carta personal de Einstein. Años más tarde, un periodista de El Comercio de paso en Estados Unidos le envió un breve cuestionario de solo tres preguntas, que el autor de la teoría de la relatividad respondió en octubre de 1948, ofreciendo a los lectores de El Comercio un vistazo único a su pensamiento.
En el memorable año de 1939, coincidiendo con el centenario del diario, Óscar Miró Quesada de la Guerra (Racso) se movía entre Lima y La Punta, Callao, donde residía junto a su hijo Francisco Miró Quesada Cantuarias. Esta etapa marcó un momento especial para él y El Comercio. Durante ese verano, Racso se sumergió en la tarea de seleccionar los editoriales más destacados del diario durante su primer siglo de existencia, que coincidía con la celebración del centenario. Sin embargo, su interés real residía en explorar el ámbito de la divulgación científica.
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Como subdirector, desempeñaba sus funciones con la misma dedicación que un redactor comprometido con su labor informativa. Desde una edad temprana, a los 17 años, en 1901, escribió y publicó su primer artículo científico sobre los beneficios del hipnotismo en el tratamiento de enfermedades nerviosas. Racso estaba iniciando el periodismo científico en América, pero él no se detenía ante este hecho. Con fervor y dedicación incansable, con el paso de los años y considerable esfuerzo, logró destacarse como uno de los principales comentaristas de la teoría de la relatividad en el continente.
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‘RACSO’: SU AVENTURA CON LA RELATIVIDAD
En 1938, Albert Einstein, junto con el físico polaco Leopoldo Infeld, había publicado un libro de aproximadamente 300 páginas titulado ‘La evolución de la física’. Este texto abordaba la progresión de las ideas fundamentales en el campo de la física, desde los conceptos clásicos hasta las teorías revolucionarias de la relatividad y los quanta.
Dicha publicación actuó como un catalizador para el impulso investigativo de Racso, llevándolo a comprometerse con la tarea de elucidar los conceptos científicos en una serie de veintidós artículos publicados en las ediciones dominicales de El Comercio. Estos artículos destacaron las ideas más innovadoras y revolucionarias del pensamiento einsteiniano, brindando a los lectores del periódico una comprensión más profunda del universo de la ciencia.
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Durante el periodo comprendido entre julio y noviembre de 1939, Racso redactó los textos bajo el título general de ‘Un nuevo libro de Einstein’. Estos escritos abarcaban no solo la teoría de la relatividad en sus dos vertientes, restringida y generalizada, sino también temas como la teoría de los quanta, la composición de las velocidades, la velocidad de la luz y el declive del éter. Además, profundizó en el análisis y la explicación de conceptos como el fenómeno fotoeléctrico, el principio de incertidumbre y otros aspectos relevantes de la física moderna.
EL CONTACTO CON ALBERT EINSTEIN: LA CARTA DEL SABIO ALEMÁN
Hacia octubre de 1939, un conocido de Racso le contó que Albert Einstein leía en español y lo alentó a enviarle sus notas. Aunque inicialmente, Miró Quesada dudó de la relevancia de sus escritos para alguien de la talla de Einstein, su amigo persistió y, sin decirle nada, decidió enviar por su cuenta las notas periodísticas de Racso al físico alemán.
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Después de un mes, específicamente una semana antes de que terminaran las publicaciones en torno a la propuesta de Einstein, una carta escrita en alemán, fechada el 21 de noviembre de 1939, le llegó a Racso. Era una misiva del renombrado científico alemán.
La carta procedía de la Universidad de Princeton, Estados Unidos, y fue redactada apenas dos días después de la publicación en el diario de la nota sobre ‘La evolución de la física’. Este acontecimiento coincidió con la concesión del premio Cabot a El Comercio. La llegada de la carta del premio Nobel de Física generó un entusiasmo generalizado en toda la redacción del diario.
El 26 de noviembre de 1939, Racso publicó el último artículo con las ‘Conclusiones’. Entre ese domingo 26 y el martes 28, el periodista del diario decano habría recibido la carta enviada por Einstein en su casa de La Punta, Callao. El miércoles 29 de noviembre se publicó la famosa carta en la edición matutina, junto con una breve respuesta de Óscar Miró Quesada.
Recuadro
Carta de Albert Einstein
Instituto para Estudios Avanzados
Escuela de Matemáticas
Princeton, New Jersey
Dr. Oscar Miró Quesada
El Comercio
Lima – Perú
Muy estimado señor Quesada:
Me he quedado verdaderamente sorprendido de que un diario ofrezca a sus lectores una exposición tan detalla y precisa de un tema científico. Los artículos me parecen, en efecto, reproducir bien el contenido esencial del pensamiento del libro escrito por el señor Infeld y por mí, tanto como puedo juzgarlo por mi incompleto conocimiento de la lengua española.
Este hecho es un interesante signo de que las tendencias e intereses científicos están iniciando su emigración hacia el Nuevo Mundo.
Con pleno reconocimiento y cordiales saludos.
Suyo
A. Einstein
Respuesta de Óscar Miró Quesada
Profesor Alberto Einstein
Universidad de Princeton, N.J.
Ilustre sabio:
Su carta es el honor más grande que he recibido en la vida y la recompensa más alta que podía esperar por mi labor de 40 años como vulgarizador de la cultura en mi país. Ella me demuestra que una de las características del genio es la bondad.
Profundamente agradecido y atento y S.S.
Oscar Miró Quesada
EINSTEIN EN POSGUERRA: LAS RESPUESTAS DEL SABIO A EL COMERCIO
Nueve años después de ese extraordinario intercambio epistolar entre el sabio Albert Einstein y Racso del diario decano, muchos cambios sucedieron a la vida del gran hombre de ciencia y en el propio mundo, el principal: la Segunda Guerra Mundial. Y en lo personal para Einstein, la consagración académica y científica al ingresar como miembro de la Universidad de Princeton; al mismo tiempo que obtenía la nacionalidad estadounidense.
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A finales de septiembre de 1948, aprovechando que el reportero de El Comercio, César Francisco Macera, se encontraba cubriendo eventos en Cuba y los Estados Unidos, surgió la oportunidad de obtener declaraciones exclusivas de Albert Einstein, quien entonces residía en Nueva York. La gestión no resultó complicada, ya que el eminente académico de Princeton recordaba con agrado el intercambio de correspondencia con Racso. Por ende, permitió que el periodista Macera le realizara un breve cuestionario sobre temas científicos, políticos y personales.
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El 1 de octubre de 1948, Macera le planteó tres cuestiones sobre las que Einstein debía contestar. La primera era pedirle: “Un resumen de los trabajos a que dedica actualmente su tiempo”. La segunda: “Sus ideas en torno a la posibilidad de una nueva guerra mundial”; y la tercera: “El rol que deben cumplir las naciones pequeña, en orden a resguardar la paz mundial”.
Albert Einstein recibió el mensaje, lo pensó y, finalmente, respondió el pedido con otra carta, escrita el 19 de octubre de ese mismo año, ocho días después, con sus respuestas bien pensadas y sentidas:
1.- “Estoy trabajando en una teoría del campo total que trata de establecer la ley universal del campo total por medio de la generalización de las ecuaciones relativistas de la gravitación. Debido a dificultades matemáticas todavía no he conseguido encontrar -por medio comparaciones con hechos ya conocidos- una confirmación o refutación de mi teoría”.
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2.- “Con referencia a la crisis política de hoy, mi opinión es que no existen cuestiones realmente serias que justifiquen un conflicto armado, las maneras ásperas y rudas que se han convertido en usuales en los procedimientos diplomáticos desde los días de Hitler y Mussolini, a menudo hacen que la situación parezca más peligrosa que lo que en realidad es. El desarrollo de armas ofensivas modernas, por supuesto, ha causado una ansiedad creciente en todas partes, tanto que uno puede ser inducido a creer que la humanidad pueda llegar a cometer una especie de suicidio, por el miedo a morir”.
3.- “A mi juicio, es muy importante que, con el fin de estabilizar la situación internacional, las naciones pequeñas se mantengan lo más independiente que sea posible de las grandes potencias antagónicas. Si permanecen unidas en su empeño, en pos de una organización supranacional de potencia pueden prestar una gran servicio a la causa de la paz”.
Albert Einstein se despidió con la frase: “Su muy sincero amigo”, y luego estampó su firma.
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Para 1948, el sabio alemán, como indicó en su primera respuesta, buscaba una “fórmula matemática” para aplicarla a los dos campos distintos que la ciencia aceptaba: el “campo grávido” y el “campo electromagnético”. Así, se podría señalar la manera en que “estos campos se desarrollan y actúan, ya que ambos provienen de la misma energía”, decía El Comercio (en realidad, Racso) en su explicación de la respuesta de Einstein.
Lo que Albert Einstein llamó en su carta “teoría del campo total”, el diario decano lo traducía también como “teoría del campo único”. Las otras dos respuestas no requerían mayor explicación o detalle para el lector. En estas dos últimas intervenciones era el ciudadano Einstein el que contestaba. El admirable ciudadano ejemplar que El Comercio acogía en sus páginas.
EL OTRO ENCUENTRO DE EL COMERCIO CON ALBERT EINSTEIN
Otro contacto interesante entre un miembro de El Comercio y el científico alemán, nacionalizado estadounidense, Albert Einstein, ocurrió también pasada la Segunda Guerra Mundial, cuando el hombre de letras, Aurelio Miró Quesada Sosa, compartió con él una tarde en la U. Princeton. En medio del relato de sus memorias, un libro que se publicaría en 1997 (“Aurelio Miró Quesada Sosa: 90 años entre tinta y papel”), el doctor Miró Quesada Sosa refirió su encuentro con Einstein de esta manera:
“Estuve con Einstein en Princeton, Estados Unidos, en un almuerzo. Era un genio en campos totalmente ajenos a los míos y que para mí son abstrusos, como su teoría de la Relatividad. Extraordinario en su conversación, al punto que me dejó un poco confuso. Recuerdo una pregunta, ya que estamos en este plan de anécdotas. Al saber que yo era catedrático de literatura española en San Marcos, me dijo: ‘A propósito, ¿cómo interpreta usted el momento, la frase que Cipión le dice a Berganza en El coloquio de los perros de Cervantes...?”.
De esta forma, Albert Einstein demostraba su curiosidad y amplitud de conocimientos a un deslumbrado Aurelio Miró Quesada Sosa.
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