La noticia principal del día eran los 1.100 millones de soles que se necesitaban para reubicar en el Fundo Oquendo, el Puericultorio ‘Pérez Araníbar’ y el Hospital Psiquiátrico ‘Víctor Larco Herrera’; un proyecto que nunca se concretaría, por cierto, pero en el que se soñaba con convertir el terreno del centro de menores en “el primer balneario para gente de modesta condición”, y el de los pacientes mentales en “un gran complejo habitacional con cuatro mil viviendas” (El Comercio, 24/11/1977).
Pero los alumnos de la entonces Escuela Superior de Educación Profesional (ESEP) ‘Leoncio Prado’, ubicada en La Perla, Callao, siempre eran noticia. No solo porque el Perú estaba aún bajo la égida de un gobierno militar (segunda fase, 1975-1980) sino porque se venían las celebraciones centenarias de la Guerra con Chile (1879-1883) y ellos, los estudiantes leonciopradinos, eran el ejemplo de una juventud peruana con vocación, o al menos con una inclinación militar en marcha.
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Y en una marcha de sacrificio, los adolescentes querían demostrar su naciente fuerza y dedicación militar. Eran los alumnos de los últimos años, del tercero, cuarto y quinto del colegio militar los que deseaban ser protagonistas de un evento único, en esas dos jornadas de miércoles 23 y jueves 24 de noviembre de 1977.
A solo cuatro días de un aniversario más de la histórica batalla de Tarapacá -la única victoria indiscutible del Ejército Peruano durante la Guerra del Pacífico del siglo anterior-, con esa inspiración a la vista, los estudiantes del ‘Leoncio Prado’, creado el 27 de agosto de 1943 por el presidente Manuel Prado, se alistaron desde días antes para actuar en público. Trabajaron con más ahínco su estado físico y se entrenaron para cargar los pesados implementos en su marcha de campaña.
La caminata empezaría a las dos de la tarde de ese 23 noviembre de 1977 desde La Perla, Callao y tenía como meta, en su primera etapa, la playa de Agua Dulce, en Chorrillos, donde justamente dormirían; de esta manera, los jóvenes avanzaron por la ciudad divididos en tres compañías. En el litoral chorrillano tenían el plan de hacer “maniobras militares”. Solo al día siguiente los limeños serían testigos de la trascendencia de esa práctica castrense.
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Apertrechados con sus uniformes y equipos de campaña, los jovencísimos soldados no eran sino alumnos del Curso de Formación para Oficiales de Reserva; un curso anual que el ‘Leoncio Prado’ otorgaba para que los alumnos pudieran demostrar la fuerza de su vocación militar.
MANIOBRAS MILITARES DEL ‘LEONCIO PRADO’ EN CHORRILLOS
Mientras los adolescentes leonciopradinos marchaban por las calles chalacas y luego por la Costa Verde, rumbo a Chorrillos, un terremoto en la localidad de San Juan, en Cuyo, zona andina de Argentina, mataba a 70 personas. La triste noticia compartió espacio en la portada del diario decano. El sismo se sintió en Uruguay y Chile, e incluso en la zona sur del Perú.
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El suceso telúrico impactó en esos “bisoños soldados”, pero su reto para ese día estaba trazado por sus superiores. Eran 1.500 estudiantes que se transformaron en inesperados soldados peruanos ante la vista de la gente que andaba en esas horas por el camino que ellos trazaron.
Esos futuros hombres de armas dormirían esa noche en la playa de Agua Dulce; pero al día siguiente, el jueves 24 de noviembre de 1977, organizarían un gran ensayo militar de toma del Morro Solar, sin dudas ni murmuraciones. En el plan, el morro limeño estaba ocupado por unos supuestos enemigos.
Los muchachos del colegio militar dieron a sus maniobras y ejercicios tal realismo que impresionó a sus instructores y a los medios de prensa invitados a apreciar la demostración de carácter militar. Lo que reveló esa generación fue una férrea disciplina y las calidades técnicas de su preparación militar.
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El plan, concebido de antemano, incluía un veloz y preciso asalto a la cumbre del Morro Solar chorrillano que debía ser liberado de las fuerzas enemigas. El asalto al objetivo fue ejecutado por las tres compañías de leonciopradinos que siguieron un plan debidamente estructurado.
Así salieron de Agua Dulce y bordearon la playa La Chira. Alrededor de las dos de la tarde de ese jueves 24 de noviembre, todo empezó con una gran explosión que dejó al enemigo en una difícil posición de respuesta. El elemento sorpresa tuvo resultados positivos. Los jóvenes estudiantes actuaron con orden, bravura, energía y valentía, por ello mismo todo parecía real. Una batalla real.
Las sucesivas explosiones que hacían eco entre los cerros de Chorrillos pintaron la escena de un inesperado dramatismo, lo que dio la impresión de una verdadera contienda campal. En la intervención militar no hubo bajas mortales que lamentar por el lado peruano, informaron los responsables, solo “daños personales en dos contusos”, indicaba el diario decano (25/11/1977).
Tras la gloriosa toma del morro, los esforzados alumnos acamparon cerca a los pantanos de Villa hasta el día siguiente. El viernes 25 de noviembre estos soldados del futuro tomaron desayuno en su campamento, y recién después se encaminaron de nuevo, en retorno alegre y rítmico, a su centro de estudios en La Perla.
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Veintiséis kilómetros de ida y otros tanto de vuelta; en total 52 kilómetros de recia marcha, conducidos en esa ocasión por el Jefe de la División, Mayor EP Edison Amayo Montesinos, de 49 años, quien dirigió la operación en el Morro Solar. Como directores dieron su visto bueno a las maniobras militares de los impetuosos adolescentes el general EP Fernando Morote y el Comandante EP Manuel Ortega Salas.
Lima fue así testigo, hace 45 años, de esa impactante demostración de destreza y valor militar en esos jovencísimos estudiantes leonciopradinos.
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