El año 2020 trajo consigo escenarios de riesgo inimaginables en el 2019. Al revisar un artículo similar que hice un año atrás, estos escenarios enfatizaban, en el frente global, “la agudización de las tensiones comerciales entre China y EE.UU.” y, en el frente local, un “crecimiento económico decepcionante, lo que causaría mayores recortes de tasas de referencia del BCR, impulsando los precios de los bonos soberanos”. Esta última parte se condice con lo que efectivamente sucedió, pero la razón de origen fue distinta: la aparición de una pandemia con efectos devastadores en los sistemas sanitarios y económicos mundiales.
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Al mirar el 2020 en perspectiva, los mercados se comportaron como una “montaña rusa” con una de las caídas históricas más estrepitosas y, por otro lado, unos de los rebotes más impresionantes, que añadieron mucho valor a quienes compraron “cuando las papas quemaban”. Con ello, las rentabilidades de los inversionistas institucionales resultaron, en general, bastante auspiciosas (bajo la influencia del rally de las acciones extranjeras y el buen desempeño de la renta fija corporativa) en oposición a los rendimientos de los depósitos del sistema financiero local en un ambiente de caída generalizada de tasas.
En este contexto, ¿qué nos trae el 2021 en términos de escenarios de riesgo? En el frente global, el escenario más tangible consiste en que la segunda ola de coronavirus opaque los beneficios del suministro de vacunas y, con ello, el ansiado rebote económico mundial se dilate. Con ello, los mercados emergentes y el repunte de sus economías podrían verse mermados dado el rezago de la distribución de vacunas en comparación a la de los países desarrollados. Así, los mercados de riesgo podrían sufrir una segunda temporada de “ajuste y rebote” tal como sucedió en marzo de 2020.
En el frente local, el principal factor de riesgo se centra en las elecciones presidenciales y congresales. A pesar de que los mercados financieros han sido relativamente inmunes a la política local, la principal preocupación consiste en la elección de un candidato anti-sistema con matices similares al actual Congreso. Será importante para el próximo gobierno brindar las señales adecuadas en materia de estabilidad económica y responsabilidad en las reformas. Asimismo, la relación Ejecutivo-Legislativo será crucial para hacer viable el gobierno en todo su período. En el caso de un gran ruido político, podríamos esperar una caída de la bolsa de valores, un incremento en los spreads crediticios y un repunte del dólar frente al sol.
¿Qué hacer ante la presencia de estos escenarios? Primero, asesorarse adecuadamente, distinguiendo entre lo temporal y lo permanente. En segundo lugar, ser consecuente con el perfil de riesgo original de la inversión. Vender en los momentos más críticos puede terminar afectando el retorno potencial futuro (el 2020 es un ejemplo de ello). Finalmente, tener un colchón de liquidez (depósitos, renta fija de corto plazo) y otros activos con retornos menos volátiles (fondos inmobiliarios, fondos de factoring, entre otros) que permitan amortiguar las caídas del mercado.
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