En el mes de agosto, el Ministerio de Economía y Finanzas publicó el Marco Macroeconómico Multianual 2021-2024 (MMM), una suerte de compendió de estadísticas y proyecciones que reflejan cómo se encuentra económicamente el Perú en el año 2020 y cómo se desea que esté en términos macroeconómicos en unos años.
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Con respecto al 2020, el MMM prevé una contracción del PBI de 12%, una caída en la recaudación de 20.7% con respecto al año 2019, y un déficit fiscal de -10.7%, por lo que en atención a dichas cifras solo el nivel de deuda pública nos separa de 1990. En efecto, hace 30 años, nuestra deuda era de 89% del PBI, mientras que, en el año 2020, la deuda pública será de 35.4%, cifra razonable en comparación con los países de la región.
Esto no quiere decir que la hiperinflación y la dramática caída de la recaudación desde 1985 a 1990 haya generado más deuda pública que el COVID-19. Sencillamente, al haber recuperado la sostenibilidad fiscal y haber ejecutado políticas macroeconómicas responsables, estuvimos mejor preparados para esta crisis.
¿Cómo pudo recuperar el Perú su fortaleza fiscal luego de haber tenido la peor hiperinflación de la región? Poniendo las cuentas fiscales en orden, en base a dos pilares: moderando gastos y elevando ingresos al existir una mayor recaudación. Entonces, si la receta es ampliamente conocida ¿cómo poder replicarla en esta coyuntura?
Respecto a la recaudación, debemos señalar que la presión tributaria tiene un papel protagónico. No obstante, como apunta el Consejo Fiscal, desde 1990 solo se han registrado dos episodios de incremento de la presión tributaria en la magnitud que el MMM presupuesta optimistamente para alcanzar la sostenibilidad fiscal.
En primer lugar, la recaudación creció durante el auge del precio de los minerales en la década pasada. Sobre este periodo, Waldo Mendoza, actual ministro de Economía, apuntaba en una revista especializada que “La economía crece, aunque no exista el Ministerio de Economía”, pues el alza del precio de los minerales nos llevó, casi por cuestión de azar, a un ritmo de crecimiento sobresaliente de 8 y 9% anual, y lógicamente a más ingresos, mayor recaudación.
Por otro lado, el segundo episodio se produjo justamente hace 30 años, y es quizás el más interesante, pues vino como resultado de una reforma tributaria, una verdadera reforma, en virtud de la cual se amplió la base tributaria, simplificando la legislación tributaria, eliminando impuestos ineficientes, y modernizando la Administración Tributaria. Mucho se ha dicho y poco se ha hecho desde entonces, aquí podría estar el camino para satisfacer la necesidad de ingresos fiscales permanentes.
“Salvo el precio del cobre, todo es ilusión” así se tituló un artículo que el actual ministro publicó en este medio hace unos años, en el que concluía válidamente que cuando sube el precio del cobre, todo pinta bien. Lamentablemente, hemos comprobado que el crecimiento económico, sin salud y educación es también ilusión. Por lo tanto, no podemos permitir que el crecimiento macroeconómico crezca nuevamente divorciado de estos servicios básicos.