Más allá de haber vivido la campaña más reñida de la que se tenga recuerdo (hasta la noche previa a las elecciones las encuestas mostraban un empate estadístico con seis candidatos con posibilidades de pasar a segunda vuelta), el proceso electoral deja una serie de lecciones que valdría la pena enumerar. Ojalá en los próximos cinco años se puedan corregir al menos algunos de estos puntos.
1. Lima no es el Perú (si es que aún no había quedado claro). Mientras en la capital todos se miraban el ombligo, con un empuje más fuerte que el de Santorín en el 73 llegó Pedro Castillo a duplicar su intención de voto en una semana. Los análisis electorales han tenido una visión centralizada que ignoró por completo el desarrollo de este candidato. Tal y como se vio con el Frepap el año pasado, seguro ahora vendrán los textos de decenas de politólogos buscando ver más allá de las ciudades grandes para explicar el ‘fenómeno Castillo’.
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2. El país está fragmentado. Los resultados obtenidos por candidatos con posiciones extremas son un llamado de atención. Que alternativas como Pedro Castillo desde un nacionalismo extremo y Rafael López Aliaga desde un frente ultraconservador hayan encontrado un bastión fuerte de votantes, son muestra de que la crisis política es más grave de lo que creíamos (y eso que ya estaba en UCI desde hace tiempo).
3. Un candidato puede difamar e insultar con comentarios homofóbicos, misóginos y xenófobos y seguir creciendo en las encuestas. Rafael López Aliaga, de Restauración Nacional, también fue tan antidemocrático como para gritar que se estaba orquestando un fraude sin presentar evidencia alguna sobre ello y sus votantes hicieron eco del sinsentido. Sobre esto, el Gobierno cayó en su juego al no salir a desmentirlo. Declaraciones de este tipo requieren una respuesta enfática para defender la transparencia del proceso (y eso no creo que sea atentar contra la neutralidad electoral).
4. Los planes de gobierno están pintados. Hernando de Soto y Yonhy Lescano fueron la mejor prueba de ello. Para el primero, su plan no estaba desarrollado ya que “nadie lee” esos documentos. Para el segundo, el texto presentado al Jurado Nacional de Elecciones no era “el plan completo” y afirmaba que fue hecho para cumplir el requisito y que se estaba preparando un plan alternativo con mayor fondo.
5. Sin un plan de trabajo establecido, las promesas electorales no tienen límites. Parece que el votante peruano no define su voto con la cabeza sino con el hígado. A muy pocos les ha importado comprobar la viabilidad de lo que los candidatos prometen y casi nadie se detuvo a entender que muchas de las cosas que se propusieron no se podrían cumplir.
6. Todos nos olvidamos de que el quechua es un idioma oficial. Que un candidato presidencial se haya presentado en un debate hablando en quechua es una excelente noticia y muestra de inclusión. Pero que la mayoría de personas no haya podido entenderlo por falta de un traductor apunta precisamente al lado contrario. Que esto haya ocurrido en un debate organizado por el Jurado Nacional de Elecciones lo hace incluso más grave.
7. Prohibir la publicación de encuestas no tiene sentido. Actualmente los medios peruanos no pueden mencionar encuestas desde una semana antes de las elecciones, pero basta buscar las cifras por Internet en una cuenta de Facebook no domiciliada en el Perú o un medio extranjero para tener acceso a esa información (las encuestadoras siguen trabajando). Esta vez, no fue necesario siquiera buscar el típico menú de años anteriores. Mantener esa norma anacrónica no tiene lógica y perjudica a aquellos electores que no tienen acceso a Internet, pero el Jurado Nacional Especial insiste con ella al iniciar un proceso sancionador contra diversas encuestadoras y medios de comunicación por difundir el lunes 5 de abril encuestas publicadas un día antes.
8. El ausentismo era esperable y no debió citarse a los adultos mayores tan temprano. En plena pandemia y tras haber fracasado en lograr la vacunación de los miembros de mesa antes de las elecciones, no debería sorprender a nadie el alto ausentismo de ayer y que muchas mesas tuvieran problemas para ser instaladas a tiempo (acá merecen un reconocimiento especial aquellas personas que se ofrecieron voluntariamente para ser miembros de mesa). Con esto, citar a adultos mayores a votar entre las 7:00 a.m. y las 9:00 a.m. fue un error que pudo haber sido evitado con apenas un poco más de criterio por parte de la ONPE. Ojalá para la segunda vuelta se mueva la votación de este grupo de personas hacia el mediodía, cuando ayer a esa hora ya estaban el 99,96% de mesas habilitadas.
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