Comida fusión. Probablemente en tiempos recientes hayas escuchado estas dos palabras hasta el cansancio. Algunos creen que esta tendencia implica toda una revolución en la forma en la que concebimos la comida y muchas veces es vista prácticamente como sinónimo de vanguardia. Sin embargo, como se habrán podido dar cuenta los más suspicaces, este es un concepto que, en realidad, lleva siglos marcando la pauta en el mundo gastronómico.
En un país en el que la mezcla es la regla, solo hay que mirar a nuestras estrellas culinarias para encontrar comida fusión. ¿Qué es sino la comida criolla? Su nombre de por sí lo dice todo. Nuestra gastronomía de bandera es el producto de la conquista y el resultado de la mezcla entre el mundo indígena y el español. Este último venía además de haber sido influído por otras tantas culturas y civilizaciones, como los judíos o los moros.
Pero la cosa va aún más allá. “Casi todas las comidas son platillos fusión”, indica la historiadora experta en gastronomía Rachel Laudan al blog Food Think, de la revista del Instituto Smithsonian.
“La mezcla de mundos culinarios para crear nuevos platos híbridos, ha estado presente desde el inicio de los intercambios. Tan grande es su historia que es casi imposible discernir de dónde provenían en un inicio”, se explica también en Food Think.
Los ejemplos sobran. Por ejemplo, las célebres pastas italianas no existirían si los chinos no hubieran perfeccionado la técnica de preparación de fideos primero. Nuestro querido sancochado es una mezcla entre el andino timpu y el cocido madrileño. Este último además proviene de la adafina, un potaje de origen judío. El lomo saltado, por su parte, fue fruto de la inmigración china a nuestro país.