Nancy Alvarado solo piensa en sus paltas. Su casa, en el sector Palle Viejo, en Santa Eulalia, es una de las más afectadas por los huaicos y la activación de varias quebradas en la provincia limeña de Huarochirí. No tiene cocina, cama, ropa y comida porque todo lo que había en su vivienda quedó sumergido en el lodo. Aún así su principal preocupación es qué pasará con su sembrío.
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Como Nancy, la prioridad de las familias de San José de Palle -que incluye los anexos Palle Nuevo, Palle Viejo, Lúcuma Seca y Huaynani- es salvar sus frutas. Desde el viernes no tienen agua para beber ni para regar las chacras de palta, mango, chirimoya y guayaba debido a que las enormes piedras y el lodo que trajo consigo el huaico obstruyeron tres canales, una bocatoma y los ojos de agua que abastecen a más de 30 asociaciones del distrito. Pese a todo, temen perder mucho más. “El barro se está secando y ahogando a los árboles, si no los regamos se va a perder la cosecha. Es todo lo que tenemos, vivimos de nuestra agricultura”, dice.
La situación es aún más grave porque las lluvias se intensifican y con ello el riesgo de más deslizamientos. De acuerdo con el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (Senamhi), se espera al menos hasta el jueves 23 de febrero precipitaciones de fuerte a extrema intensidad en la costa norte y sierra del país. Solo en Lima y Piura el nivel de alerta es rojo ante la inminente activación de quebradas.
Ayer, cuando las lluvias se reiniciaron por la noche, el pánico volvió. El viernes bastó media hora de precipitaciones para que se activen siete quebradas, una de ellas por primera vez en 80 años. Los vecinos no han podido dormir tranquilos y solo se aferran a las linternas, velas, silbatos y bolsas de emergencia que han armado artesanalmente por si vuelve el lodo y las piedras que se desprendieron y quedaron en medio de la quebrada. “Tenemos niños y personas con discapacidad. Cuando pasó el huaico el viernes no había quién cargue a mi prima que está postrada en una cama. Gracias a Dios fue en la tarde, si hubiera sido en la madrugada no lo estaríamos contando”, añade Mayra Prado, cuya vivienda y chacra está en la misma situación de vulnerabilidad que sus vecinos.
Varios problemas al mismo tiempo
Solo en las zonas altas de Santa Eulalia son unos 1.200 vecinos que no tienen agua por los daños del huaico. “En Palle Nuevo no van a tener agua por lo menos un mes porque no hay cómo restablecer los canales. Hay seis hectáreas de cultivos enterrados y está en riesgo de perderse otras 30 hectáreas por falta de agua de regadío”, dice Luis Ñahuis Candiotti, alcalde del distrito, a El Comercio. A esto se suma que en la zona baja hay otros 12 mil vecinos que desde el viernes reciben agua por cisternas mientras se restablece el servicio con la recuperación paulatina de manantiales afectados.
Lo que sigue es evitar el incremento de posibles enfermedades. “El verdadero peligro es post huaico. No tenemos agua y el olor es nauseabundo por los animales que murieron enterrados. El dengue es una de las epidemias que ya ha causado muertes en Santa Eulalia”, añade el burgomaestre.
Rosa Brañez de la Cruz es una de las damnificadas que perdió 70 cuyes, 20 pavos y 40 gallinas. Todos han quedado sepultados bajo lodo y piedras en el patio de su casa. “Necesitamos ayuda del Ejército para limpiar todo, las máquinas no llegan a las zonas altas y el olor es insoportable”, dice. En su casa, las marcas del huaico superan el metro de altura.
Cinco días después de los primeros huaicos, el alcalde insiste en que se necesita una declaratoria de emergencia en su distrito para agilizar los trabajos de limpieza. Aunque el gobierno regional de Lima envió maquinaria, Ñahuis Candiotti sostiene que su presupuesto no alcanza ni para cubrir el combustible. “Hemos colapsado, nuestro presupuesto es limitado. La maquinaria consume entre 55 a 70 galones por día, eso significa más de mil soles en combustible.”, dice.
Crecidas inminentes
Las fuertes lluvias también han provocado el aumento del caudal de los ríos de la capital. Aunque el Rímac todavía se encuentra en el umbral amarillo, Senamhi advierte de potenciales afectaciones en nueve centros poblados del distrito de San Mateo, Huarochirí. Mientras que, para el caso del río Chillón, cuyo nivel de alerta es naranja, se pueden generar desbordes a la altura del distrito de Huaros, en la provincia de Canta.
De acuerdo con el gerente de Gestión del Riesgo de Desastre de la Municipalidad Metropolitana de Lima, Mario Casaretto, son unas 1.200 viviendas asentadas en los márgenes el río Rímac, Chillón y Lurín que se encuentran en riesgo ante posibles desbordes.
El miedo por huaicos en Chosica es igual de preocupante. Ana Ramírez Escate, cuyo restaurante se ubica en la ruta de la quebrada Libertad, teme que se repitan los huaicos que en el 2012, 2016 y 2017 causaron inundaciones y enormes pérdidas económicas. Frente a su inmueble se han colocado sacos de arena, pero sabe que serían insuficientes si se desprenden las rocas de las zonas altas.
Solo en Chosica hay 16 quebradas, de las cuales solo nueve cuentan con barreras dinámicas de acero para contener el material sólido que se desprende de los cerros en caso de huaicos. En un informe previo realizado por este Diario, el alcalde Oswaldo Vargas, pidió la instalación de otras 25 mallas protectoras en las siete quebradas vulnerables debido al enorme riesgo que representan las más de 200 mil toneladas métricas de piedras y rocas que estima se encuentran acumuladas en las zonas altas del distrito.
El lunes, las fuertes lluvias causaron daños en viviendas ubicadas en la parte alta del distrito de Lurigancho-Chosica, especialmente los asentamientos humanos Santo Domingo, Burga Saldaña y Los Cañaverales.
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