Gladys Vera es una vecina de 64 años que, desde que se reactivaron los eventos masivos, vive un calvario los fines de semana. Su casa está en la urbanización Los Cedros en Santiago de Surco, cruzando la avenida Javier Prado, a cien metros de donde se presentan bandas y festivales todas las semanas: los escenarios del Jockey Club del Perú.
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Ella nos cuenta que antes de la pandemia también había ruidosos conciertos pero no en el nivel de ahora. “Me quejé varias veces [antes de pandemia] al serenazgo de Surco, pero decían que ellos no podían hacer nada. Cuando llamaba, me decían que sería trasladada a fiscalización pero terminaban cortándome. Ahora que se ha reactivado todo, muchas veces comienzan desde el jueves a mediodía a hacer sus pruebas de sonido y ponen los bajos tan fuertes que todo retumba en mi casa. Cuando hacen eso, no puedo estar ni en mi sala, porque la mampara de vidrio vibra como si fuera a caerse”, asegura. Escucha este audio que ella grabó una noche en su casa:
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Rodolfo Barbadillo, otorrinolaringólogo con experiencia en sordera asociada a ruido, señala que para perder audición producto de conciertos, tendrían que tener al menos 85 decibeles por ocho horas continuas. Sin embargo, explica también que los riesgos que tienen los vecinos son extraauditivos, como la falta de sueño. “Si la persona es mayor, se traduce en dolor de cabeza, cansancio, ansiedad. Si la persona es hipertensa, aumenta la presión arterial”, añade.
“Mi mamá sufría de Alzheimer. Ella falleció en enero”, cuenta Patricia Apuy, quien vive en la misma zona de Surco desde hace 30 años. “Ella tenía sueño frágil y era complicado que cada día de concierto pudiera dormir, por lo que teníamos que darle somníferos”, señala Patricia.
Para tener una idea, exponerse a un ruido de 80 decibeles es como estar al costado de un camión pesado en pleno funcionamiento, y a los 90 decibeles es como tener al frente una maquinaria de fábrica trabajando, según Dbelectronics, una empresa de control de ruidos. Frente al Jockey Club, los decibeles detectados por un sistema digital fueron en promedio de 83,9.
Johnny Zas Friz, experto en derecho municipal, señala que desde el año pasado existe la Ordenanza 2419, planteada por la Municipalidad de Lima para prevenir y controlar la contaminación sonora. “La Ley Orgánica de Municipalidades les da la función de fiscalizar, así como existe la normativa para poner las sanciones o multas, por lo que no pueden negarse a hacerlo. Lo primero que debe haber es una labor preventiva y de supervisión para evitar la contaminación sonora”, concluye Zas Friz.
Un equipo de El Comercio fue testigo del ruido que generan los eventos y conciertos alrededor del Jockey Club. En una misma noche pudimos registrar tres eventos: “Los reyes del Flow”; una fiesta de fin de parciales llamada “La Finca” que convocó a más de tres mil jóvenes; y finalmente el estreno de “¿Qué pasa?”, un show de clown realizado en la Cúpula de las Artes del Jockey.
Los descargos
La Municipalidad de Surco reconoce que los ruidos son extremos. “Es cierto que la bulla, al parecer en la mayoría de ocasiones, está excediendo los decibeles, por lo que los vecinos están sintiendo esta incomodidad”, asegura Ronald Rojas, jefe de operaciones de Fiscalización de la Municipalidad de Surco, quien señala también que han emitido memorándums.
Agrega que sancionarán a los responsables, tanto a los propietarios del establecimiento como a quienes realizan el evento. “Como Fiscalización hemos trasladado esta preocupación al área competente que emite las autorizaciones para fechas específicas. No se debería dar en simultáneo estos eventos en los tres o cuatro establecimientos del mismo cuadrante”, comenta Rojas.
Miguel Flores, gerente general del Jockey Club, dice que el “Plaza Arena está localizado bien adentro en el club y no hace eventos todas las semanas, puede ser una vez al mes o cada dos meses”. Respecto al ruido, agrega que son “muy responsables pues dan contratos para los conciertos que plantean no exceder los 60 decibeles” y cuentan con medidores que usan en las pruebas de sonido para verificar el cumplimiento del contrato.
Oswaldo Chang, vocero de Arena Perú, otro local ubicado en esa cuadra, dice que siempre que hay eventos la municipalidad hace mediciones de sonido y las aprueba. Pese a ello, señala que han tomado cartas en el asunto respecto a las denuncias de los vecinos. “Todo el contorno de la capa interior tiene un tratamiento acústico que absorbe entre 15 y 35 decibeles de ruido únicamente en el hall techado. Tenemos programado techar la otra zona en los próximos dos meses”, dice.
¿Qué alternativas existen? El consultor Isaac Grados, experto en audio y tecnología, sostiene que en un concierto el sonido varía entre 100 y 120 decibeles, y el problema es que cuando se da en campo abierto el ruido no tiene un obstáculo y viaja hasta que encuentre uno. “El primer obstáculo son los departamentos, casas y ventanas de los vecinos que colindan con estos escenarios”, dice.
“La primera solución es hacer un estudio previo y en caso de que no se cumpla la reglamentación, que no se realice el evento. Otra solución puede ser la creación de domos dobles para crear una especie de obstrucción al audio”, surgiere.
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