El Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa refleja en su última obra, El héroe discreto, el crecimiento y la consolidación de la democracia en el Perú y por eso la ha considerado hoy en Segovia como la más optimista de las que ha escrito.
En una conversación con el escritor español Juan José Armas Marcelo en el teatro Juan Bravo de Segovia, el escritor peruano, también nacionalizado en España, ha insistido en las diferencias que se han registrado en su país de origen, comparándolo con hace 20 o 30 años, cuando era un continente lleno de dictaduras militares.
Consensos políticos y crecimiento económico se anteponen a aquella sociedad que, a su juicio, estaba marcada por una gigantesca desigualdad, donde las bases de la democracia eran tan tenues y delgadas que duraban lo que dura un suspiro, ha matizado.
Con el teatro Juan Bravo abarrotado de público, el autor de obras como Pantaleón y las visitadoras o La tía Julia y el escribidor ha reconocido que, a la hora de escribir, quizá tenga ahora más respeto con los mayores, ya que me he vuelto viejo, soy menos crítico y severo con los viejos que en mis novelas de joven, ha dicho.
También en tono de broma Armas Marcelo le ha preguntado si en el libro que ahora ve la luz hay un homenaje al folletín latinoamericano, lo que ha negado sin pensarlo dos veces.
Vargas Llosa ha añadido que concibió la novela con idea de describir, mostrar el heroísmo de los seres anónimos, que es la reserva moral de una sociedad, hombres o mujeres que tratan de ser consecuentes con unos valores.
Ese es el caso de Felicito Yanaqué, el protagonista del libro, que no cede a un chantaje de la mafia, aunque ponga en riesgo su vida.
A la hora de hablar de técnica de escritura ha considerado muy importante que se mantenga la curiosidad del lector y ha confesado que siempre procura que haya un elemento que mantenga viva la expectativa, lo que ha llamado narrar por omisión, dar ciertos datos, ocultarlos de tal manera pero que se insinúen.
Después de bromear con que le queda menos tiempo de vida que proyectos en la cabeza, a sus 77 años, Vargas Llosa ha hablado del trabajo que está realizando ahora, en torno a la adaptación al teatro del Decamerón, de Bocaccio.
Ha dicho sentirse impresionado por cómo un grupo de gente decide escapar al imaginario y se recluye en una villa, cuando se encuentra en medio de una peste en Florencia, en el siglo XIV, cercado y rodeado de muerte.
A su juicio, esa situación le hizo concluir en la idea de que cuando todo parece imposible siempre hay un recurso para la fantasía y la imaginación, por eso hay literatura, para hacernos vivir aquello que no podemos en la vida real.
Tras asegurar que mantiene vivas las ilusiones y que está con la pluma lista para dar rienda suelta a la vocación de escribir, ha valorado la literatura afirmando que, si llegara a desaparecer o se convirtiera en mero entretenimiento pasajero, supondría la pérdida del espíritu crítico, que es motor del progreso humano.
Ha añadido que la literatura nos permite vivir otras vidas, salir de una cosa reducida, mediocre e identificarse con destinos que rompen la normalidad, que nos hacen vivir pasiones incandescentes, que nos convierten en seres aventureros
Y es que, a su juicio, ejercitando la imaginación, no solo nos divertimos, sino que mantenemos vivo el mecanismo que impide que la sociedad se congele y se vuelva en un mundo de seres resignados.
Vargas Llosa no ha descartado escribir la segunda parte de El pez en el agua, sus memorias, a partir de su marcha de París, cuando Europa descubre América Latina y los escritores como él se dan cuenta que pertenecen a una comunidad más amplia que la de su país.
No ha faltado el toque gastronómico al referirse a la rica cocina de Perú, lo que ha achacado a que la tradición autoritaria hizo que la imaginación y la fantasía buscaran maneras prudentes de manifestarse.
Precisamente, en su opinión, fue la cocina, la que permitía un campo muy libre para la imaginación, un recurso para escapar de todos los riesgos que representaba un pensamiento y una literatura libres.