Estas estrellas de la Academia del Cine estadounidense no caminan por alfombras rojas ni se exponen a los flashes de los fotógrafos: viven encerradas en latas herméticas, sin ver la luz del sol y a una temperatura de 5 grados centígrados.
Son las cintas que se atesoran en el Centro Pickford de Los Ángeles , donde la Academia de la industria fílmica tiene su archivo histórico.
Unos 180 mil ítems figuran en el catálogo, relativos a 83 mil títulos distintos: desde películas ganadoras del Oscar el premio que entrega esta misma entidad a cintas máster, negativos 35 milímetros, tráilers y hasta DVD de títulos inéditos, nunca exhibidos al público.
El mandato que tenemos es maravillosamente amplio: recoger y preservar el aporte que ha hecho el cine a la ciencia y al arte… Lo que es casi como decir cualquier cosa que se haya hecho en cine, señala Mike Pogorzelski, director de este archivo, mientras camina por entre las estanterías metálicas donde se apilan las latas amarillas, azules, plateadas y negras.
Recorrer las bóvedas en un día de verano es una experiencia de contrastes: afuera, bajo el intenso sol californiano, las temperaturas pueden alcanzar los 35 grados centígrados. Adentro bajan hasta 4,5 grados y las luces de tubo hacen imposible saber si ya cayó la noche.
Son tres pisos, con suelo de rejillas para permitir la circulación del aire y evitar la condensación y la humedad, los peores enemigos ambientales de las cintas.
Tenemos estos sistemas de estanterías metálicas donde las cintas no se apilan siguiendo un criterio alfabético o cronológico específico, sino por peso. Tratamos de distribuir el peso para que la estructura resista, revela Pogorzelski a BBC Mundo.
JOYAS HISTÓRICAS Y PELÍCULAS COTIDIANAS El edificio donde funcionan las bóvedas más ricas del cine de Hollywood tiene una historia en la industria: fue originalmente sede de una estación de televisión, con gruesas paredes pensadas para el aislamiento acústico.
Se inauguró en 1948, bajo el nombre de Don Lee Mutual Broadcasting Building. Como Lee, el empresario dueño, era además un comerciante de autos Cadillac, las vidrieras que daban al exterior exhibían carros reales último modelo para tentar a los transeúntes más adinerados.
Con una millonaria renovación edilicia mediante, allí se mudó el archivo de AMPAS –en inglés, la sigla que identifica a la Academia-, que acaba de cumplir diez años y se considera uno de los repositorios fílmicos más grandes del país después del de la Biblioteca del Congreso en Washington.
Adentro, se recibe de todo: las donaciones que hacen coleccionistas privados conviven con películas compradas como hallazgos, después de la pesquisa constante de los archivistas. Todo vale, incluso los remates de eBay.
Hay ejemplares de todas las nominadas al Oscar, para empezar. Copias nuevas de Los cazadores del arca perdida junto a Luna de papel, Jungla de asfalto o Cita en St. Louis, por mencionar sólo algunas.
Pero también testimonios del cine mudo de Lumière y Méliès , dibujos animados, documentales, películas experimentales Unas tiras originales usadas por Thomas Edison en la creación de su kinetoscopio, precursor del proyector, allá por 1895. Tráilers promocionales, publicidades que en el pasado se pasaban en las salas antes de la película principal.
Y sobre todo, una colección de cintas hogareñas siempre en expansión.
Muchas veces éstas son las únicas imágenes en movimiento que tenemos de barrios enteros y de su evolución, de eventos cotidianos o celebraciones. Son un gran aporte a la historia, explica el director.
Algunos, aunque hogareños, son hechos con ojo profesional: directores como Alfred Hitchcock, Cecil B. DeMille y Jim Jarmusch o figuras como Steve McQueen y Esther Williams donaron sus propios registros familiares, verdaderas gemas del archivo de AMPAS.
MINUCIOSA RESTAURACIÓN En las oficinas del Pickford, un grupo de técnicos, mujeres en su mayoría, pasa sus horas revisando cuadro por cuadro muchos kilómetros de cinta: es que la misión del centro no sólo es guardar, sino asegurarse de que lo que va a las latas protectoras está en buenas condiciones.
Nos ocupamos de tener copias de calidad que puedan ser proyectadas, pero a la vez tenemos que asegurarnos de que se conservarán para el futuro: estamos hablando de siglos hacia adelante, señala a BBC Mundo Joseph Lindner, encargado de preservación.
Cada año llevan adelante unos 400 proyectos de restauración, entre los que recientemente se contó Rashomon (1950), de Akira Kurosawa, Horizontes de grandeza (1958) con Gregory Peck o el primer protagónico e Dennis Hopper, Night Tide (1961).
Es mucho lo que se ha perdido. Sabemos que de todo lo que se filmó antes de 1930 el 80% está perdido para siempre. No es que sea difícil de ver o de hallar: simplemente no existe, recalca.
El desafío de entrecasa, en tanto, es conservar el equipamiento analógico en paralelo con los carretes de cinta.
Con la migración a formatos digitales, ahora la responsabilidad no es sólo preservar el filme sino los medios para proyectarlo, para hacer que en el futuro la gente pueda ver películas tal como se supone que fueron creadas y exhibidas durante los primeros 110 años de la historia del cine, resume el experto.