RODRIGO BEDOYA FORNO
Cuando tenía 30 años, Stefan Kaspar decidió quedarse en el Perú, sabiendo que acá había todo por hacerse, que éramos un país en construcción y que el cine podía ser un magnífico camino para dar el gran salto. Hoy, ese hombre, uno de los cerebros detrás del grupo Chaski, colectivo de cineastas que hicieron “Gregorio”) y “Juliana” (1989), ya no está más entre nosotros.
Un infarto acabó con la vida de Kaspar, nacido en Suiza pero que vino al Perú hace 35 años para nunca más dejarlo. El cineasta y difusor cultural sufrió el ataque cuando se encontraba en Bogotá. La noticia tomó por sorpresa a la comunidad cinematográfica, que tenía en Kaspar no solo a un referente, sino también a uno de sus más entusiastas difusores.
Con el grupo Chaski, fundado en 1980 con Fernando Espinoza y Alejandro Legaspi, entre otros, hizo “Gregorio” y “Juliana”, cintas que han quedado en el recuerdo de miles de peruanos por ser un retrato fiel de Lima de los años ochenta, con su migración, su violencia y su vida callejera. Ambas películas son el testimonio de lo que fue nuestra sociedad en una época tan difícil.
Pero también hay que recordar a Kaspar como uno de los más importantes difusores de la cultura audiovisual en nuestro país. Con su Red de Microcines, organizada por Chaski, aprovechó todo el poder que le dio el digital para ir de región en región no solo a mostrar películas, sino a proporcionarles a las comunidades las herramientas para que ellos mismos puedan producir su propio material audiovisual. Kaspar siempre creyó que el cine podía ser un vehículo de desarrollo y de empoderamiento, y bajo esa premisa trabajó todo el tiempo que estuvo en el Perú en todas las facetas de la actividad.
Por todos estos motivos, la muerte del Stefan Kaspar nos deja sorprendidos y tristes. El cine peruano no solo pierde a un realizador: también pierde a alguien que creyó siempre en su potencial.