No solo sus detractores lo dicen, el propio Dave Mustaine también: cantar no es lo suyo. Tras 40 años de giras alrededor del mundo, su principal instrumento nunca fue la voz, sino su guitarra plateada Gibson Flying V EXP que lleva a todos lados, y que, cuando Mustaine quiere, la hace cantar por él.
Y es que a sus 62 años - luego de superar el cáncer de garganta - ya no es necesario que intente alcanzar los agudos imposibles como en su última presentación en Perú hace 14 años. Tampoco es necesario saludar a un público que poguea, grita y derrama cerveza por él. Megadeth hizo acto de presencia en el Arena 1, y varias latas de cerveza apiladas le dieron la bienvenida a un concierto donde una leyenda del metal se encontró con los headbangers peruanos, quienes, como el mismo Mustaine, también muestran signos de la edad.
“The Sick, the Dying … and the Dead!” abrió el show, con solos de guitarra que el público intentaba emular con aspavientos, mientras otros pedían desde el comienzo sus temas favoritos. Las manos cornudas tampoco faltaron, al igual que las casacas de cuero, muñequeras con pinchos, botas militares y camisetas con la carátula de álbumes como “Countdown to Extinction”, “Killing Is My Business... And Business Is Good!”. Aunque para algunos, a falta de merchandising de Megadeth, era válido llevar polos o casacas con íconos de Judas Priest, Iron Maiden, Black Sabbath, inclusive de Metallica con la cara de James Hetfield.
La noche continuó con los infaltables “Hangar 18″, “In my Darkest Hour” y “Sweating Bullets”. Todos temas que fueron incrementando el tamaño de los mosh pits en diferentes zonas donde volaban camisas, gorras y personas en todas las direcciones. Impactaron jóvenes de 15 y personas mayores de 50, todos bajo el legendario solo de “Tornado of souls”. Luego de casi cinco minutos de rasgar las cuerdas, hasta el mismo Mustaine perdía botones de su camisa blanca, mientras su cabello rubio le cubría el rostro.
Tras finalizar uno de los momentos más movidos de la noche, las luces se apagaron y se volvieron a encender. Presagiando lo que vendría el público gritó ante la inminente llegada de la segunda canción más popular de Megadeth “A tout le monde”, el tema tranquilo de la noche. Y es que no hay forma de poguear cuando Mustaine entona “Mi vida pasó ante mis ojos / Descubrí lo poco que logré / Todos mis planes fueron negados”, solo se puede cantar junto a él y aplaudir con las palmas, dejando que finalice ese íntimo momento con un solo de guitarra a dúo.
A diferencia de Argentina, que corea “¡Aguante, Megadeth!”, Perú tiene su propio estribillo: “¡Perú es Megadeth!”. Tampoco falta el clásico “olé, olé, olé”. Esto parece agradar a la banda, que se retira del escenario cada tres temas para volver cuando el coro esté en su máximo apogeo.
Antes de empezar el siguiente tema “Peace Sells”, Mustaine se dirigió a su staff mientras continuaba con su solo de guitarra para subir a un personaje particular que lo miraba desde el público: un fan vestido de Vic Rattlehead -mascota de Megadeth- que previamente estuvo recibiendo a los asistentes con un cartel alusivo al nuevo álbum. Mientras la calavera se paseaba por el escenario, los solos de guitarra sonaron con mayor intensidad, tal y como dijo el icónico músico en el Estadio Monumental en el 2008, Megadeth estaba en casa.
A esta altura de la noche, los polos volaban, mientras la gente entraba y salía de los pogos perdiendo algo en el suelo ―inevitable―, pero llevándose una de las mejores experiencias de la noche. Algunos asistentes intentaban ser levantados ―sin éxito―, mientras otros miraban la hora para adivinar si tal o cual canción sería la última. Y entonces, la palabra de Mustaine: “Estas son las últimas canciones”. El Arena 1 explotó con el tema “Mechanix” y la infaltable “Holy Wars... The Punishment Due”.
El concierto acabó como empezó, con un solo de guitarra. La banda se reúne nuevamente para despedirse como en el teatro, con una reverencia, pero Megadeth aún tiene algo más para dar a su público. Varias púas de guitarra se arrojan a mansalva, mientras que Mustaine lanza una de sus muñequeras. El legendario guitarrista se retira tras enviar saludos, lo cubren con una túnica con el nombre de la banda bordado y se marcha como hace siempre, sin mirar atrás.
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