Mario Cavagnaro nació en Arequipa en 1926. Llegó a Lima de la mano de sus padres Miguel Ángel Cavagnaro y de Elena Llerena cuando tenía tres años de edad. Tímido y soñador, antes de abandonar la tierra que lo vio nacer se aseguró de llevar consigo su juguete más preciado: un oso de felpa, el mismo que dos décadas después inspiró uno de los boleros más sentidos del cancionero peruano.
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/ Osito de felpa, juguete de mi hijo, de mi chiquitito que una madrugada se llevó el Señor /
“Ese osito era su confidente, su ‘hermanito’, compartían juegos y charlas. Lo adoraba, por eso lo trajo cuando vino a Lima. Eran inseparables, no te imaginas cuánto quiso Mario a ese juguete”, comenta Belsa Badaracco de Cavagnaro, viuda del recordado compositor peruano.
Pasaron los años, Cavagnaro creció y el cariño por su compañero de aventuras también se acrecentó. El compositor se mantuvo unido a su oso durante toda la etapa escolar y parte de la universitaria hasta que un suceso inesperado los separó irremediablemente y para siempre. No hubo un “adiós”, mucho menos un abrazo de despedida.
“Cuando mi esposo ingresó a la universidad colocó a su oso con los brazos extendidos en un silloncito, en la sala, para que al llegar de estudiar sintiese que le estaba dando la bienvenida. Pero un día no lo encontró. Su mamá lo había regalado a unas señoras que tocaron la puerta pidiendo juguetes usados para los niños de escasos recursos por Navidad. Me dijo que nunca había sentido una tristeza tan grande, jamás pudo recuperarse de ese dolor”, asiente Badaracco.
El compositor nacional jamás le había contado a sus padres sobre el lazo fraternal que lo unía a su querido juguete. Era hijo único. Ese oso era para él como el hermano que nunca tuvo.
“Nunca le contó a nadie ni siquiera a sus padres porque temía que su secreto podría ser considerado una queja. Su osito fue el único que conoció sus primeras inquietudes, era el confidente de sus travesuras”, añade doña Belsa.
En julio de 1951, Mario Cavagnaro inició su vertiginosa carrera de compositor y arreglista. Dio vida a grandes y populares éxitos musicales, pero sin duda el que logró tocar las fibras más sensibles del sentimiento humano, fue el bolero “Osito de felpa”.
“Todos creían que Mario había perdido un hijo, pero no fue así. Como sintió tanta pena al perder a su oso, se imaginó el dolor profundo que debe sentir un padre al perder a un hijo”, reflexiona la viuda del compositor.
Y aunque luego de ese triste episodio Cavagnaro recibió como regalo cientos de osos por parte de familiares, amigos y fans, ninguno pudo llenar ese espacio dejado por su querido oso de felpa, aquel que tenía los ojos de vidrio.
“Jamás le encontró reemplazo y a modo de desahogo hizo un tema en su honor. De esa forma le rindió homenaje”, enfatiza doña Belsa.
A inicios de los años 90, Mario Cavagnaro publicaba sus memorias en las páginas de un diario local. En la edición dedicada a “Osito de felpa”, escribió:
“En primer lugar debo aclarar que no tuve la desgracia de perder a un hijo. La vida como a todos me ha deparado profundas tristezas, pero no la de esa pérdida verdaderamente irreparable. Sin embargo el osito de felpa sí existió fue uno de mis primeros juguetes. No sé exactamente quién me lo obsequió porque cuando mis años infantiles amanecieron al uso de la razón, el osito ya compartía mis horas, mis afectos y hasta mis confidencias”.
“Osito de felpa” ha sido interpretado por populares intérpretes peruanos y extranjeros como Jesús Vásquez, Fetiche, Lucho Barrios, Julio Jaramillo, entre otros.
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