Susana Baca, la gran dama de la música afroperuana, lleva toda una vida trabajando por la difusión y dignificación de la cultura de los afrodescendientes y, aunque se está avanzando lentamente, sigue habiendo discriminación, por lo que pide más inversión en cultura.

Los políticos que pretenden dirigir los destinos de nuestras naciones tienen que entender que, si no tienen como prioridad la inversión en cultura, todo lo que digan sobre la inclusión sonará como una gran mentira, dice en una entrevista con Efe Baca, que hoy actúa en el Teatro Coliseum de Barcelona, dentro del ciclo Round About Midnight.

La cantante peruana, de 69 años, sabe de lo que habla porque fue ministra de Cultura de su país desde julio de 2011 a diciembre del mismo año.

Susana Baca, que ha sufrido en primera persona la discriminación de los afroperuanos y las mujeres, cree que la recuperación de la dignidad está muy ligada a las políticas culturales.

En su opinión, en algunos países esto está muy adelantado, tal es el caso de Brasil, que es una fuente de inspiración en esta lucha, y le sigue Colombia.

Baca apunta que los políticos hablan de cultura en los discursos de campaña electoral, pero al llegar al gobierno, a la cultura le dan una limosna del presupuesto que solo alcanza para pagar los sueldos de las personas que trabajan en el ministerio de Cultura. Nada para investigaciones, nada para protección de patrimonio y menos aún para el diálogo intercultural con las poblaciones indígenas, censura la cantante.

Aun así, las cosas avanzan lentamente, según Baca, que ve cómo los jóvenes afroperuanos van más a las fiestas tradicionales y aprenden a amar a su país y a sentirse orgullosos de sus orígenes, pues con tanto racismo ese orgullo estaba perdido.

La necesidad de invertir en cultura para avanzar en la buena dirección es también válido para Europa, un continente que ha sido referente de justicia y progreso y que se está deteriorando por el deseo permanente de algunos de solo ganar dinero, advierte Baca.

No obstante, la cantante peruana destaca la existencia de un movimiento como el de los indignados, formado por jóvenes que no se callan, y los signos de solidaridad de los grupos que impiden que desalojen a personas de sus casas. Un pueblo unido es más hermoso que un amanecer.