Anthony Weiner otra vez: hace dos años el político estadounidense tuvo que reconocer, después de negarlo, que había enviado a una mujer desconocida fotografías y mensajes online lascivos. Entonces la presión de sus socios del Partido Demócrata aumentó hasta el punto de que decidió renunciar a su escaño en el Congreso.

Ahora, en lo que parece una especie de déjà-vu, el político de 48 años se puso ante un micrófono en la noche del martes para admitir nuevos escarceos sexuales. Weiner confirmó las informaciones de una web de que incluso después de dimitir siguió mandando fotografías íntimas y mensajes. No hay duda de que lo que hice, estuvo mal, y llevo eso conmigo.

Sólo hay algo radicalmente distinto esta vez que en el primer Weinergate de hace dos años: que no dimitirá. Y es que el político quiere imponer su candidatura a la Alcaldía de Nueva York y concurrir así a las elecciones de fin de año, pese a los escándalos y pese al tono de burla con el que ya se habla sobre él.

SU ESPOSA LO PERDONÓ Espero que los neoyorquinos me quieran dar una segunda oportunidad, dijo arremangado y con voz firme.

Junto a Weiner estaba su mujer Huma Abedin, con la que tiene un hijo. Sus manos nerviosas y su cara de pocos amigos hablaban por sí solas: en ese momento quizá le habría gustado estar en cualquier lugar del mundo excepto en esa rueda de prensa convocada precipitadamente, ante decenas de periodistas en un espacio demasiado pequeño.

Pero Abedin se decidió a hacerlo: Lo amo, lo he perdonado, leyó de una hoja la asistente de la ex secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton en su primera aparición pública. Y aseguró que ha dado a Weiner una segunda oportunidad.

Según todos los indicios, los neoyorquinos podrían también hacerlo en las elecciones de noviembre, y por partida doble: y es que no sólo Weiner promete perdón, sino también el ex gobernador de Nueva York Eliot Spitzer, que dimitió de su cargo por un affaire de prostitución y que ahora es candidato a fiscal de cuentas de Nueva York. Las chances son buenas: los dos lideran las encuestas.

EL PAÍS DE LAS SEGUNDAS OPORTUNIDADES Este es un país de segundas oportunidades, dijo recientemente Spitzer en una entrevista. Este es un país de perdón. La gente aquí entiende con su bondad natural que cometemos errores. Pecamos, pagamos el precio y después esperamos seguir adelante.

Decenas de ejemplos parecen probar esa tesis. Bill Clinton, el ex presidente al que un affaire con la becaria Monica Lewinsky a punto estuvo de costarle el cargo, vuelve a ser hoy un hombre de Estado extraordinariamente popular.

El diputado republicano Mark Sanford también alimentó los titulares en 2009 con un affaire extramatrimonial con una mujer argentina, pero consiguió volver al Congreso en mayo. El ex alcalde de Washington Marion Barry también fue reelegido a pesar de una condena a prisión por abuso de drogas.

Y no sólo en el escenario político se han dado regresos espectaculares en Estados Unidos: Tiger Woods, por ejemplo, volvió a ser el mejor golfista del mundo tras reconocidos affaires extramatrimoniales y el director de cine Woody Allen sigue cosechando éxitos tras engañar a su mujer Mia Farrow con su hijastra, con la que hoy está casado.

¿POR QUÉ PERDONA EE.UU.? ¿Es Estados Unidos realmente el país de las segundas oportunidades? Lo que está claro es que el menos está muy extendido un acervo de valores basado en la religión en el que el perdón es un factor muy importante y también el gusto por un buen espectáculo con un regreso dramático tras mostrar públicamente arrepentimiento.

Además, los escándalos ofrecen más acceso a la opinión pública y destacan el nombre de uno entre muchos desconocidos políticos en la lista electoral. A ello se suma que los electores en Estados Unidos suelen ser pragmáticos, aseguraba el politólogo texano Bruce Buchanan recientemente en una entrevista. La mayoría de los perdonados eran políticos con mucho talento considerados muy efectivos en sus cargos. Y de esos no hay tantos. ¿Por qué hay que desperdiciar ese talento? Nadie es perfecto.