Hace 10 años, exactamente el 6 de junio del 2013, el periódico británico “The Guardian” publicó una de las historias más trascendentales en la historia del siglo XXI. El titular decía: “La NSA recopila a diario los registros telefónicos de millones de clientes de Verizon”. La NSA es la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos y Verizon una de las compañías telefónicas más importantes del país.
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La fuente detrás de la revelación era un analista de inteligencia, experto en informática, quien había recolectado documentación clasificada y extremadamente sensible que ponía al descubierto las prácticas subrepticias del Gobierno de Estados Unidos.
Días después, se conoció el nombre del informante: Edward Snowden, un ingeniero de sistemas de 29 años, quien luego de trabajar en la CIA entró a la NSA, donde descubrió cómo el inmenso aparato de vigilancia creado, supuestamente, para evitar algún ataque terrorista tras el trauma que dejó el 11-S, era utilizado para intervenir las comunicaciones de cualquier ciudadano estadounidense.
Sus filtraciones también mostraron que cualquier ciudadano del mundo era un objetivo potencial, pues la inteligencia estadounidense trabajaba de la mano con la agencia británica GCHQ, que captó el tráfico de datos que circula por los cables submarinos que posibilitan la comunicación por Internet.
Además, la NSA disponía del programa PRISM que recolectaba datos de Google y Facebook, con o sin consentimiento de estas megaempresas.
Lo que reveló Snowden estremeció al mundo e indignó a los estadounidenses. El debate se puso sobre la mesa: ¿es válido invadir la privacidad en nombre de la seguridad?
- La justicia de EE.UU. presentó cargos contra Snowden en virtud de la Ley de Espionaje que podrían mantenerlo 30 años en la cárcel.
- Julian Assange, el fundador de WikiLeaks y que también es requerido por EE.UU., alabó en su momento a Snowden y lo calificó de “héroe”.
Una década después
“No tengo remordimientos”, ha dicho Snowden en una reciente entrevista a “The Guardian”, el mismo medio al que le reveló los documentos.
El estadounidense vive exiliado en Rusia, ya es ciudadano de ese país, donde se casó y tiene dos hijos. Desde ahí da conferencias sobre ciberseguridad y sigue alertando al mundo de los peligros de que todos nuestros datos estén al alcance de la mano de los gobiernos o empresas, que lucran con nuestra privacidad.
1,7
millones de documentos de la NSA fueron filtrados por Snowden.
Sin embargo, para la justicia en Washington, fue un traidor que puso en evidencia el sistema de inteligencia y la dejó a merced de sus enemigos, sean organizaciones terroristas o países rivales como China, Irán o Rusia, justamente el país que lo cobijó.
¿Una década después, Washington sigue rastreando a su gente? Descubrir que el Gobierno de Estados Unidos dedicaba una parte importante de sus esfuerzos en el espionaje nunca fue novedad. Pero que el objetivo hayan sido ciudadanos sin ninguna sombra de sospecha, además de líderes mundiales aliados, como la entonces canciller alemana Angela Merkel o la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, a quienes se les chuponeó el teléfono, dejó en evidencia una línea roja que se cruzó impunemente.
"La tecnología ha crecido hasta ser enormemente influyente. Si pensamos en lo que vimos en el 2013 y en las capacidades de los gobiernos actuales, el 2013 parece un juego de niños".
“Un hecho tan disruptivo como este puso de manifiesto el tema de la desobediencia civil a un nivel bastante interesante. También puso sobre la mesa debates sobre la ética en la epoca de la hipercomunicación, y la forma que los países y los actores globales necesitan estar preparados para afrontar este tipo de filtraciones, con información altamente sensible”, señala a El Comercio la internacionalista Arlene Ramírez Uresti, académica de la Universidad Iberoamericana de México y articulista de “Forbes”.
Nuevas regulaciones
Las escandalosas filtraciones motivaron a organizaciones de activistas y al propio Congreso a presionar a la Casa Blanca, entonces bajo la presidencia de Barack Obama, a desclasificar más documentos que revelaron lo que había detrás de los programas de vigilancia, y se establecieron ciertos controles.
Como recuerda la agencia AFP, para aplacar las críticas el Gobierno Estadounidense nombró un grupo de alto nivel para revisar las prácticas de ciberseguridad, inteligencia y vigilancia; y, por primera vez desde 1970, el Congreso legisló para restringir, en lugar de ampliar, las facultades de vigilancia de la comunidad de inteligencia.
“La NSA tuvo que replantear completamente un esquema que era conocido e incluso validado como parte de sus estrategias de seguridad”, explica Ramírez Uresti.
Gracias a ello se crearon leyes generales de protección de datos, y la Unión Europea hizo regulaciones importantes, como el Global Data Regulation, que limita las posibilidades de que empresas estadounidenses como Google o Facebook recolecten y hagan un uso libre de los datos de los usuarios.
El propio Snowden considera que el uso generalizado del cifrado de extremo a extremo -como ocurre con Whatsapp- es uno de los legados positivos de sus filtraciones. “Esto era una quimera en el 2013, cuando estalló la historia”, dijo a “The Guardian”. “Una enorme fracción del tráfico global de Internet viajaba electrónicamente desnuda. Ahora, es algo raro de ver”.
Rubens de Siqueira Duarte, analista de política internacional, especialista en seguridad y coordinador del World Political Analysis Laboratory, es más escéptico acerca de los alcances de las revelaciones de Snowden y duda que las filtraciones hayan servido de mucho. “Creo que ha sido muy poco el impacto en el largo plazo, desafortunadamente. Sí se tuvo una crisis en el corto plazo, un problema de legitimidad y credibilidad pues el Gobierno de EE.UU. fue criticado, no solo dentro del país, sino en todo el mundo”, puntualizó a este Diario.
El propio abogado de Snowden, Ben Wizner, y activista de la organización American Civil Liberties Union, reconoce que las regulaciones han sido modestas para abordar el verdadero alcance de los programas de vigilancia.
“La NSA ahora simplemente consigue lo que necesita por otros medios. La vigilancia hacia los estadounidenses la lleva a cabo el FBI, y con aún menos supervisión”, comenta a la AFP la periodista Marcy Wheeler, especializada en temas de inteligencia.
“Siempre estuvo claro que EE.UU. espiaba a su gente, pero estas revelaciones lo hicieron más claro. Sin duda hubo un gran debate respecto a esto y actualmente hay más regulaciones, pero el espionaje no se ha detenido”, expresa Duarte.
Después del escándalo que sacudió aquel 2013, el espionaje no ha cesado -habrán variado los métodos, pero la práctica está lejos de terminar- al tiempo que la tecnología -y más aún, la inteligencia artificial- sigue dando nuevas herramientas para el manejo y seguimiento de nuestros datos personales y actividades cotidianas. Con o sin Snowden, seguimos siendo vigilados.
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