Durante los últimos años, la imagen que ha dominado la relación entre Estados Unidos y México ha sido la seguridad y todos los elementos que giran en torno de ésta: la guerra contra los carteles de la droga, el crimen organizado, el tráfico de armas, la violencia y la protección de la frontera.
Aunque la seguridad continúa siendo importante, la Casa Blanca insiste en que ése ya no es el principal factor. Es la economía, cosa que estará reflejando el presidente Barack Obama en su visita a la Ciudad de México y en sus conversaciones con su homólogo, Enrique Peña Nieto.
La reunión de mandatarios sucede durante un momento interesante y poco frecuente en la coincidencia de los ciclos políticos de ambos países: al comienzo de dos nuevos gobiernos.
Peña Nieto inicia su sexenio y Obama su segundo mandato. Ambos son conscientes de que la cooperación mutua beneficiará las agendas que han planteado e iniciado en sus propios países.
De puertas para afuera se resalta la economía como el tema preponderante en la agenda pero, a puerta cerrada, son varios temas los que se pueden abordar.
RELACIÓN BALANCEADA Desde la perspectiva de Enrique Peña Nieto, su interés manifiesto tiene que ver con el desarrollo económico, las reformas, el comercio y las oportunidades y, a la vez, un cambio en el énfasis de la guerra contra el narcotráfico que se libra con la asistencia de Washington bajo el denominado plan Mérida que tanta violencia ha generado.
Obama sabe que llega a un país que ha resurgido económicamente y que ahora está bajo un líder que podría formular cambios estructurales a la economía, reformas laborales y liberalización de mercados que podrían repercutir positivamente en EE.UU. La seguridad, la frontera y la reforma migratoria serán aspectos de la conversación que se desprenderán de allí.
Estados Unidos quiere balancear la relación y cómo se percibe ese vínculo, le dijo a BBC Mundo David Ayón, investigador de la Universidad Loyola Marymount, en Los Ángeles, California, que fue invitado a la Casa Blanca como parte de una audiencia de líderes latinos con Barack Obama, antes de su viaje.
Ayón, que también es miembro de la Fundación México-Estadounidense, afirmó que Obama se ha puesto como meta en este viaje corregir las antiguas ideas que se tienen del vínculo entre los dos países.
El presidente Obama quiere que se entienda pública y oficialmente que la relación entre México y Estados Unidos es una de socios estratégicos, añadió.
Según el analista, se habló de la importancia de fortalecer esa relación, implementarla y profundizarla dentro del marco de lo que se ha denominado una plataforma económica común continental norteamericana y su proyección hacia el resto del mundo.
En tal sentido se ha subrayado constantemente la Alianza Transpacífica (TPP, por sus siglas en inglés), que comprende los países de la cuenca del Océano Pacífico, y cómo se puede insertar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre EE.UU., México y Canadá (NAFTA, por sus siglas en inglés).
El presidente quiere profundizar NAFTA y ver como se puede ampliar aún más el comercio con México, comentó Michael Shifter, presidente del centro de análisis Diálogo Interamericano.
FLUJO EN LA FRONTERA NAFTA, sin embargo, tiene sus propios problemas de carácter fronterizo que afectan directamente a México y repercuten en EE.UU. Hay un falta de infraestructura y personal en la frontera que restan agilidad al transporte y cruce bienes.
La entrada y la circulación de camiones mexicanos en territorio estadounidenses es limitada aunque, supuestamente, se había resuelto el problema. La política y la manera en que se inspeccionan los bienes en la frontera tienen que cambiar y hay que examinar otras alternativas, expresó David Ayón.
Las demoras del tránsito en la frontera tiene un costo altísimo y daña el medio ambiente con un impacto directo sobre el comercio entre los dos países y la economía fronteriza, recalcó el analista de Loyola Marymount.
Pero ése no es el único problema fronterizo que tendrán que abordar los presidentes. El control del flujo de personas indocumentadas es un tema candente en Estados Unidos y que el presidente Obama está dispuesto a resolver a través de la propuesta de ley de reforma migratoria.
Aunque es un tema de política interna para Obama, la prosperidad económica en México presenta un aliciente para que sus ciudadanos no emigren al norte, algo que ya se está viendo. Al mismo tiempo, la promulgación de la ley afectaría a México pues incluye un proyecto de visas temporales para trabajadores con la posibilidad de residencia permanente en EE.UU.
En la reunión con los líderes latinos en la Casa Blanca, el presidente dijo explícitamente que está dispuesto a firmar el proyecto bipartidista presentado por ocho senadores en abril, aun cuando no esté totalmente a gusto con todos los aspectos de esa ley.
Dependiendo de cómo resulta esa ley migratoria mucho va a depender de la coordinación con los países de donde vienen los migrantes y México es el principal, manifestó Ayón.
SEGURIDAD EN SEGUNDO PLANO Pero la coordinación de la lucha contra el narcotráfico como se ha venido planteando hasta ahora es algo que ya está cambiando. Peña Nieto se ha alejado de la militarización del conflicto y la guerra frontal contra los carteles aplicadas por su antecesor, Felipe Calderón.
Lo que no han querido resaltar muy públicamente en la agenda es el tema de la seguridad, le dijo a la BBC Maureen Meyer, encargada de México de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA).
Estados Unidos tiene ya dinero invertido en el plan Mérida y continúa preocupado con la violencia en varias zonas de México, añadió la experta. Funcionarios de ambos gobiernos han mencionado que seguramente se abordará el tema pero lo interesante es qué tanto de eso será parte de la discusión pública y cuánto se discutirá en privado.
El gobierno de Peña Nieto manifestó su intención de cambiar el foco de la cooperación en seguridad con EE.UU. implementado en el plan Mérida poniendo más énfasis en la prevención de la violencia y continuo apoyo a las reformas del sistema de justicia.
México también estará limitando el contacto directo que tiene Estados Unidos con las instituciones del orden e inteligencia mexicanos en los operativos de control y combate contra el narcotráfico.
Maureen Meyer advirtió que queda por ver qué tipo de asistencia en seguridad querrá ahora México de Washington y lo que pasará con el dinero que ya destinado EE.UU. al plan Mérida.
Las diferencias que puedan surgir en torno a la seguridad no deberían opacar el respaldo mutuo para las agendas de ambos presidentes, consideró por su parte Michael Shifter de Diálogo Interamericano.
México está pasando por un momento bastante interesante con un clima de optimismo, alentador, con una agenda de reforma bastante ambiciosa. El respaldo de un presidente de Estados Unidos a este modelo y momento no debería subestimarse, expresó.
Nadie está esperando grandes iniciativas y grandes anuncios. Pero los temas económicos son reales y la narrativa de México ha cambiado, así como la narrativa de Estados Unidos. Es un buen momento para redefinir la relación de estos dos socios, concluyó Shifter.