El Club de los cinco ojos nació a partir de la estrechísima colaboración en materia de espionaje que mantuvieron Estados Unidos y Reino Unido durante la II Guerra Mundial, en particular por el trabajo en el británico Bletchley Park para descifrar los códigos alemanes y japoneses.

Para los descifradores, colaborar ayudaba a superar algunos desafíos técnicos y a hacer posible la intercepción de comunicaciones por todo el mundo.

De esta experiencia surgió lo que al principio se llamó BRUSA y después UKUSA, una alianza para compartir información de inteligencia formada en marzo de 1946.

Los detalles del acuerdo inicial fueron mantenidos en secreto durante décadas, hasta que ambos países los hicieron públicos en 2010, revelando un pacto sin parangón en los servicios secretos occidentales.

Nada más empezar la Guerra Fría, surgen el Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno Británico (GCHQ, por sus siglas en inglés) y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). Ambas comienzan una cooperación extremadamente estrecha, el corazón de lo que se ha conocido siempre como la relación especial.

La alianza fue posteriormente abierta a tres países angloparlantes, Australia, Canadá y Nueva Zelanda, y se conformó el Club de los cinco ojos.

¿Cómo funciona? La base del funcionamiento del club es, además de compartir información, no espiarse mutuamente.

Los servicios de inteligencia de ambos países, la CIA y el MI6, no llevan a cabo operaciones en los países del club sin permiso y aunque también comparten información, no es ni de lejos de manera tan estrecha como el GCHQ y la NSA.

El GCHQ y la NSA se dedican a la inteligencia de señales, que abarca la inteligencia de comunicaciones (entre personas) y la inteligencia electrónica, y suele implicar bastante criptografía para descifrar códigos.

Bajo UKUSA comparten casi todo y nunca señalan como objetivos a ciudadanos de uno u otro país sin permiso.

Un documento filtrado por el exanalista de la NSA Edward Snowden revela que la colaboración en el club alcanza a información compartida por otros países fuera del club, conocidos como terceros.

Así, un acuerdo entre la NSA e Israel publicado por el diario The Guardian señala que el país hebreo reconoce el acuerdo de la NSA con Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Reino Unido que requiere proteger la información relacionada con individuos de esos países usando procedimientos de salvaguarda similares a los empleados para estadounidenses.

De alguna manera, el propio caso de Edward Snowden muestra lo estrecha que es la alianza. Es estadounidense, pero tuvo acceso a miles de documentos de la inteligencia británica. Y por tanto, el GCHQ, de una extraña manera, fue víctima de la intimidad en el club.

Pero dado que la NSA es su mayor y más importante socio, los británicos tendrán cuidado en no quejarse demasiado.

Sólo porque un país no está en el club, no implica que no pueda haber cooperación.

Los estadounidenses defienden que recopilan tantos datos sobre llamadas telefónicas en Europa porque buscan sospechosos de estar implicados en complots terroristas y comparten lo que descubren con organismos de inteligencia nacionales.

Si los franceses supieran exactamente de qué se trataba, aplaudirían y abrirían botellas de champán. Es algo bueno, los mantiene seguros. Da seguridad a EE.UU. y también a los aliados europeos, le dijo a CNN el congresista Mike Rogers, presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes.

¿Se ampliará el club? Ahora bien, mientras todo esto puede explicar una parte del espionaje, no sirve para justificar las escuchas telefónicas a la canciller alemana, Angela Merkel, o los micrófonos ocultos en las oficinas de la Unión Europea.

Eso parece más bien el tradicional espionaje estado a estado y es lo que más irrita a los europeos, aunque de puertas para fuera hagan más ruido con la recolección de datos en llamadas a sus ciudadanos.

Alemania y Francia pueden buscar acuerdos para poner fin a estas prácticas. Pero una cuestión interesante es hasta qué punto realmente quieren un pacto de no espionaje como el que tienen los británicos e incluso entrar en el club, o algo similar.

Sin embargo, hay una regla general de la inteligencia que dice que cuanto más se comparte un secreto, menos secreto es.

Y esa es una razón para ser escéptico con lo de compartir mucha inteligencia con toda la Unión Europea, los secretos pueden no ser secretos entre los 28.

¿Podría algo así ser posible con algunos de los países de la Unión Europea? Hay oficiales de inteligencia británica que se cree que apoyan el profundizar las relaciones con algunos aliados europeos, aunque hacerlos miembros plenos del Club de los cinco ojos es ya otra cosa.

Pero, ante la más que probable posibilidad de que aparezcan más revelaciones comprometedoras, la forma en que funciona el club va a tener que cambiar.