El independentismo en Cataluña es el principal problema político que el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, tiene sobre la mesa en su despacho. Lo confirmó la demostración de fuerza que el secesionismo catalán hizo el miércoles con una cadena humana que atravesó la región del noreste de España de norte a sur.
Desde que hace un año el jefe del Ejecutivo catalán, Artur Mas, lanzara su desafío soberanista y fijara luego para 2014 la celebración de una consulta de autodeterminación, Rajoy se refugió en el mutismo sobre el tema, roto solo para expresar su rechazo a un referéndum que considera ilegal y fuera de la Constitución española.
Cientos de miles de personas 1,6 millones según el gobierno catalán, 400.000 según el Ministerio del Interior español cubrieron el miércoles 400 kilómetros reclamando la independencia de Cataluña y la consulta en las urnas el año que viene.
La secesión es para ellos el punto final a un desencuentro con el resto de España y una forma de acabar con la crisis económica. Porque, según alegan, la región con mayor PBI del país aunque también la más endeudada se encontraría entre las principales potencias económicas de Europa si fuera independiente.
EL PANORAMA Ni quienes unieron sus manos el miércoles representan a toda Cataluña, ni todos los catalanes son independentistas. Pero expertos, y también fuerzas políticas contrarias a la independencia, consideran que la demostración de fuerza es suficiente para que Rajoy, al menos, escuche a quienes reclaman la secesión.
Hay que escucharles, se esté de acuerdo o no, manifestó hoy el líder del Partido Socialista (PSOE), Alfredo Pérez Rubalcaba. Haríamos mal en mirar para otro lado o en intentar minimizarlo.
La cuestión catalana exige una solución política. En democracia, las soluciones políticas pasan por la confrontación de proyectos y por el voto de los ciudadanos. Parapetarse detrás de la Constitución para negar el referéndum solo conduce al agravamiento del conflicto, escribió hoy en El País el filósofo y periodista Josep Ramoneda.
LA POSTURA OFICIAL La cadena humana podría haber movido algo en el gobierno de Rajoy. La vicepresidenta del Ejecutivo, Soraya Sáenz de Santamaría, habló hoy de las mayorías silenciosas que se quedaron en casa y no reclaman la independencia. Pero también dijo: Escuchamos a todos.
Y el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, reconoció el éxito de convocatoria. El gobierno tiene que escuchar a la calle, llegó a decir, aunque advirtió de que no es ahí donde se hace política. Y aunque destacó que todo diálogo y decisión deben realizarse en el marco de la Constitución, abogó por hacer una reflexión sobre la organización territorial.
Desde la histórica manifestación de hace un año en Barcelona, en la que el 11 de septiembre de 2012 centenares de miles de personas clamaron por la secesión, el independentismo catalán ganó fuerza. Según una encuesta reciente, el 52 por ciento de los catalanes quiere la independencia, frente a un 24 por ciento que votaría en contra en un referéndum. La consulta la reclama el 80 por ciento.
Otra prueba del auge secesionista es el peso ganado por la formación independentista Esquerra Republicana de Catalunya (ERC).
Segunda fuerza en el Parlamento catalán desde las elecciones que Mas adelantó a noviembre pasado, hay sondeos que apuntan que ya sobrepasó a Convergència i Unió (CiU), la coalición que lidera Artur Mas y que hasta el desafío que lanzó hace un año se había movido en la ambivalencia en lo que a la independencia se refiere.
Mientras Rajoy apostaba por dejar pasar el tiempo, Mas quedó atrapado entre el rechazo de Madrid a autorizar su referéndum y la presión para llevarlo a cabo de ERC, gracias a cuyo apoyo el líder de CiU pudo ser investido de nuevo tras las elecciones de noviembre.
Los dos, Rajoy y Mas, buscan ahora una salida en el callejón. A finales de agosto se reunieron en secreto para ver cómo evitar un choque de trenes entre Cataluña y el resto de España. El catalán dejó la puerta abierta a postergar la consulta de 2014. Si no obtiene la autorización de Madrid, no la hará, pero convertirá en plebiscitarios los comicios catalanes de 2016, dijo recientemente.
Una de las piezas de cambio en esa negociación puede ser, según medios españoles, una mejora de la financiación catalana que Rajoy rechazó hace un año, una negativa que supuso el pistoletazo de salida al proceso soberanista del catalán. Pero parece difícil que esa concesión convenza ya a quienes reclaman una consulta y la independencia y se ven reforzados por éxito de la cadena humana.