RENÉ ZUBIETA @renezp

Tras haberse alejado de ella durante años, Raúl Vásquez Escalante se reencontró con la plastilina en octubre del 2012. Durante una mudanza, halló figuras que había hecho entre los 5 y 9 años, y que su fallecida madre –su gran hincha- guardaba sin que él supiera. Eso lo impactó, desde ahí no ha parado con su taller Creatimanía, sus pedidos y sueños. No se abrume si usted –como muchos, incluido el que escribe- solo logró amorfos moldes o cree que tocó la gloria al hacer un perrito, él ha comprobado que todos podemos desarrollar el arte y la creatividad.

¿Cuándo fue la primera vez que agarraste una plastilina y qué hiciste? Fue a los tres años de edad. En el nido, mi profesora nos dijo que eran barritas mágicas. Renegaba, porque no me salía nada y la ‘miss’ me decía ‘tienes que tener paciencia’. A las dos semanas, lo primero que hice fue un perrito. Me sorprendí. Ahí, la plastilina y yo hicimos clic.

¿Qué te llamó la atención de ese material? Es que, en parte, la culpa la tiene la ‘miss’. Nos incentivaba mucho a que desarrollemos nuestra creatividad. Todo lo que veía alrededor, lo empezaba a plasmar en plastilina. La plastilina llegó a ser, hasta en cierto punto, un refugio para mí. Hay chicos que cuando tienen problemas se encierran en su cuarto. Yo no, yo me encerraba en mi mundo y empezaba a moldear.

Ahí fue cuando te diste cuenta que tenías ese don… Yo pensaba que todo el mundo lo podía hacer, como para mí eran tan fácil. Yo desde la nada empecé a hacer animalitos. Para mí fue extraño que la gente alrededor mío no lo hiciera ni con la velocidad que yo lo hacía, ni con la calidad.

¿No llevaste ningún taller? Nada, totalmente autodidacta. He ido a un montón de galerías, cada vez que había una exposición de escultura, yo corría. Tenía 5 años y me metía a las galerías del museo de arte.

¿Entonces hace falta un don o cualquiera lo puede hacer? Con la experiencia que he tenido enseñando, cualquiera lo puede hacer. Siempre digo que la creatividad y el arte están dormidos. Es algo que me ha dado muchas satisfacciones. He tenido niños con el síndrome de Asperger, autistas, síndrome de Down, invidentes. Me vendé los ojos.

Te marcó esa experiencia… Me marcó, sobre todo porque cuando inicio un taller y veo que los chicos están reacios, rompo el hielo. Les digo que pueden armar la plastilina al punto que sin mirar pueden trabajar. Estoy tratando de desarrollar ese arte con los ojos cerrados. Me gustaría trabajar con gente ciega.

¿Qué significa para ti la plastilina La plastilina es mi nueva vida, es parte de mí, como si tuviera una extremidad más. Eso es lo que le trato de transmitir a la gente. Siempre digo que la plastilina cambiará al mundo, ese es uno de mis lemas. Plastilina se escribe con ‘p’ de puedo y ‘p’ de paciencia. Un alumno me dijo que le agregue una ‘p’ más, de perseverancia.

¿Y cuánto tiempo has estado sin hacer algo de plastilina No, todos los días tengo que hacer algo. Desde que me reenganché, todos los días hago algo, aunque sea un caracol. A mí me ayuda a desestresarme. Amasar, concentrarme en los detalles, ayuda mucho a enfocarme en la vida, a relajarme.

Es como una terapia. También. Tal es así que tengo unos tres o cuatro amigos psicoanalistas y un par de terapistas que quieren trabajar conmigo con personas con esquizofrenia.

¿Ha pasado que estás en la calle, te llama la atención algo y luego lo moldeas en plastilina? Sí. Es más, en mi mochila siempre hay una cajita de plastilina. Porque a veces estoy en un carro, estresado en el trabajo y estoy ahí, moldeando.

¿Guardas todas las figuras que haces, has tenido que botar alguna? Eso pasó al principio. Hacía figuras, les tomaba foto y las desarmaba para hacer otra. Nunca pensé que iba a dedicarme a esto hasta que conocí a un plastilinero mexicano que me dijo: ‘¿Estás loco, acaso tú crees que un pintor termina y rompe su lienzo?’. Habré desarmado unos cincuenta.

¿Y qué sentías cuando las desarmabas? Yo, normal. Para mí era algo natural armar y desarmar. Para mi esposa, mi suegra y su abuela era una tragedia, parecía que se había muerto alguien.

¿Y qué te falta hacer? Quiero hacer Machu Picchu con todos los detalles. Y quiero romper el récord Guinness de la figura de plastilina más grande del mundo. Quiero hacer un músico, no sé todavía si un cajonero, un quenista, guitarrista o charanguista.

¿Esa es tu meta? Esa es mi meta. Y me encantaría llevar la plastilina a todo el mundo. Tengo un proyecto que es hacer el ‘Creatibus’. Tener un bus, acondicionarlo para dar talleres e irme por todos los conos a llevar este arte, porque he encontrado la cantidad de beneficios que hay. Me gustaría difundir la plastilina a nivel nacional.

¿Sientes que mientras no hiciste nada de plastilina hasta que te reencontraste con ella, perdiste tiempo? De verdad que sí. Tengo gente que hace maravillas, sobre todo en México y Venezuela, y esa es gente que no paró nunca. Siento que he regresado al colegio después de veinte años.

FICHA: Raúl Vásquez Escalante. El escultor de la plastilina. Tengo 36 años, nací en Lima. Hincha a muerte de Alianza Lima. Soy comunicador social, músico y plastilinero. ¿Mi mayor virtud? La paciencia. ¿Mi peor defecto? Es que soy muy perfeccionista. Me considero una persona soñadora, solidaria y quiero cambiar al mundo.