Bienvenidos al contradictorio mundo de la política colombiana, donde según las últimas encuestas un político con bajísimos niveles de popularidad es también el favorito de cara a las próximas elecciones presidenciales.
La explicación: el candidato en cuestión es el presidente Juan Manuel Santos, quien este miércoles finalmente confirmó su intención de buscar un segundo mandato consecutivo durante los comicios que se celebrarán el próximo 25 de mayo.
Colombianos, hoy quiero anunciarles que el próximo lunes 25 de noviembre, como lo establece la ley, radicaré ante la Registraduría la carta en la que protocolizo mi interés en ser candidato a la Presidencia de la República para el período 2014-2018, dijo Santos.
Lo hago porque estoy convencido de que hemos avanzado lo suficiente y que por fin es posible llegar a ese futuro de prosperidad y de paz que merecemos los colombianos, agregó, en clara alusión al histórico proceso de paz con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, que inició durante su primer mandato.
A pesar de la importancia histórica de dicho proceso, y de su favoritismo, la reelección de Santos, sin embargo, no está para nada asegurada.
Y la misma se anuncia infinitamente más complicada que la del único colombiano en más de un siglo en ser electo a la presidencia de la república por dos períodos consecutivos: Álvaro Uribe Vélez, nada más y nada menos que el predecesor del actual mandatario.
SIN TRADICIÓN REELECCIONISTA La comparación es inevitable por dos razones: en primer lugar, porque Uribe pasó de ser el principal apoyo de Santos a convertirse en su principal opositor, hasta el punto que un partido que lleva su nombre le plantará batalla.
Y, en segundo lugar, porque en un país sin tradición reeleccionista, el de Uribe también es el único antecedente verdaderamente comparable.
Efectivamente, antes de la llegada de Uribe al poder las posibilidades de reelección en Colombia estaban seriamente limitadas: la constitución de 1910 prohibía la reelección inmediata y a partir de 1991 a esa prohibición se le agregó la de la reelección absoluta.
En 2004, sin embargo, la carta magna colombiana fue reformada para que Uribe pudiera optar a un segundo mandato consecutivo.
Y según la directora del Instituto de Ciencia Política Hernán Echavarría Olózaga, Marcela Prieto, eso convierte a Santos en una figura inédita en la hisotria reciente de Colombia: el primer inquilino de la Casa de Nariño que verdaderamente tendrá que luchar por quedarse en el cargo.
Lo que pasó con Uribe fue una reforma constitucional que se hizo a su medida, se sabía que tenía unos niveles de popularidad que le aseguraban la reelección, le dice a BBC Mundo.
Mientras que a inicios de septiembre pasado Santos llegó a registrar una imagen desfavorable del 72%: uno de los índices más bajos jamás registradas por un presidente colombiano.
Y eso, en cierta forma, coloca al actual manjdatario en territorio inexplorado.
UN PRESIDENTE CANDIDATO Prieto, sin embargo, cree que, más allá de lo que puedan decir las encuestas de opinión, el cargo de presidente le confiere a Santos una ventaja que no debe ser menospreciada.
Puede que el presidente Santos no tenga los niveles de popularidad que el presidente Uribe tenía a finales de su primer período, pero es un presidente-candidato. Y la figura del presidente-candidato marca una gran diferencia, afirma.
No podemos abstraernos del hecho que está en ejercicio, que tiene un presupuesto, que maneja una burocracia. El hecho de estar en el poder, con o sin Ley de Garantías, le da una ventaja grande, agrega.
Una apreciación que también es compartida por Laura Wills, la directora del observatorio Congreso Visible de la Universidad de Los Andes.
Eso no es una cosa que pasa nada más en Colombia, pasa en cualquier lugar donde hay candidatos que buscan la reelección, explica Willis.
Y la analista de Uniandes ofrece otra razón para considerar favorito a Santos: la escasa popularidad es también un problema que afecta a sus potenciales contrincantes.
LOS POSIBLES RIVALES Efectivamente, en la derecha del espectro político el principal rival de Santos será Óscar Iván Zuluaga, el candidato del partido Uribe Centro Democrático, un movimiento de reciente creación que quiere capitalizar la enorme popularidad que todavía conserva el exmandatario.
Pero Óscar Iván tiene un poco el mismo problema de Santos: aunque es un poquito más articulado y todo eso, pues le falta carisma, no lo conocen tanto, afirma Mauricio Romero, profesor del departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Javeriana.
Y los votos del presidente Uribe son del presidente Uribe, es muy difícil endosarlos, advierte la directora del Instituto de Ciencia Política Hernán Echavarría Olózaga.
Los partidos y movimientos de izquierda, por su parte, enfrentan el problema añadido de la multiplicidad de candidatos.
Hasta el momento, por ejemplo, la lista de personajes de izquierda que han anunciado su intención de competir en los próximos comicios presidenciales incluye, entre otros, al líder indígena Feliciano Valencia, el dirigente campesino César Pachón y Aída Abella, la candidata del renacido partido de izquierda Unión Patriótica.
Y la búsqueda de una tercería de centro-izquierda también se complica por las aspiraciones de Clara López, del partido Polo Democrático, Enrique Peñalosa, del Partido Verde, y el casi seguro candidato del Movimiento Progresista, Antonio Navarro.
Ninguno de estos nombres, sin embargo, resuena particularmente entre los colombianos.
Y todos ellos enfrentan además otro problema: el manejo del prolongado conflicto armado colombiano está llamado a ser, una vez más, el tema central de la campaña electoral colombiana y Santos es el mandatario del proceso de paz con las FARC.
Y si su reelección se plantea como un verdadero refrendo de las conversaciones, como todo parece indicar, eso podría terminar garantizándole muchos de los votos que en otras circunstancias podrían disputarle los candidatos antes mencionados.
¿A LA MERCED DE LAS FARC? La búsqueda de un segundo mandato puede sin embargo complicarse precisamente porque el tema de la paz puede terminar jugando tanto a favor como en contra de Santos.
Por un lado, su decisión de negociar con las FARC es algo para lo que sí parece contar con el respaldo de la mayoría de los colombianos.
Cerca del 60% de la población, según las encuestas, está de acuerdo en que la salida al conflicto debe ser una salida negociada, afirma Laura Wills, de Uniandes.
Pero también es cierto que las negociaciones encierran detalles que pueden resultar inaceptables para muchos colombianos y que la lentitud del proceso también le ha ido costando apoyo a los diálogos.
Mientras que la naturaleza misma del proceso también deja al presidente de Colombia un poco a la merced de sus contrapartes.
Santos puede decir que está jugado por la paz, etc. Pero si su contraparte, que son las FARC, no lo apoyan, entonces el apoyo de la opinión pública y por consiguiente la reelección se cae, explica Mauricio Romero, de la Universidad Javeriana.
Y, como ejemplo de algo que puede cambiar completamente el panorama electoral, tanto él, como Prieto y Wills ofrecen el supuesto atentado en contra de Uribe denunciado por las autoridades colombianas hace dos semanas.
Por lo pronto, sin embargo, el viento parece soplar a favor de Santos: las conversaciones de paz parecen haber agarrado ritmo y poco a poco la popularidad del mandatario también ha ido aumentando.
Pero la ruta al puerto seguro de Casa de Nariño –que podría llegar a requerir incluso de un balotaje– definitivamente será larga, complicada y estará llena de amenazas.