En poco más de un mes, el Ejecutivo ha demostrado que generar mensajes claros para promover la estabilidad económica está en la cola de sus prioridades. Esto, si es que acaso aparece el tema en la lista. Porque con un presidente que no se ha preocupado siquiera en nombrar a un secretario de prensa, cuatro ejemplos bastan para mostrar la desorganización en la que vivimos.
Primer acto: el ministro de Economía y Finanzas, Pedro Francke, sostiene que la posibilidad de implementar un control de precios o poner un tipo de cambio fijo está “totalmente” descartada. La declaración se da ante la incertidumbre respecto de las medidas que podría promover un gobierno que alcanzó la presidencia sin un plan de trabajo sustentado.
Unos días después, la bancada oficialista en el Congreso presenta un proyecto de ley que busca hacer lo que el Ejecutivo dijo que no haría: establecer un control de precios. El presidente no dice una palabra sobre esa contradicción.
Segundo acto: el ministro de Cultura, Ciro Gálvez, que en su primer mes en el cargo afirmó que Machu Picchu “es lo único que tenemos” y que buscará rescatar como patrimonio un barco chileno hundido en la guerra hace 140 años, propone que el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur) desaparezca. Su idea es que las funciones de esa entidad sean absorbidas por la cartera que él representa y por el Ministerio de Producción “porque hay relación entre ambos sectores”.
Horas más tarde, y luego de que en un comunicado todos los exministros de Comercio Exterior y Turismo demostraran que la propuesta de Gálvez es pésima, el actual jefe del Mincetur, Roberto Sánchez, escribe en Twitter que se trató de declaraciones dadas “en carácter de opinión” y que la propuesta “no está en agenda”. El presidente no hace ningún comentario al respecto.
Tercer acto: en su discurso ante el Congreso buscando el voto de confianza, el primer ministro, Guido Bellido, señala que el Ejecutivo promoverá “el incremento de la Remuneración Mínima Vital en consenso con las organizaciones representativas de empleadores y trabajadores”. Esto, en un contexto de crisis en el que el subempleo y la informalidad tocan máximos históricos.
Al respecto, el ministro Francke sostuvo en una conferencia de prensa hace un par de días que se trata de un tema que no está trabajando su cartera y que no le parece “que este sea el momento de un aumento del salario mínimo”. El presidente guarda silencio sobre el tema.
Cuarto acto: tras las revelaciones sobre los múltiples indicios que vinculan al ministro de Trabajo con actos subversivos, en una entrevista con el medio Sudaca.pe el primer ministro confirma que ha solicitado su renuncia. La respuesta de Bellido es tajante y no deja espacio a dudas: “Sí, ya se la he pedido, hace [un] rato nomás”.
Horas más tarde, el mismo ‘premier’ retrocede en sus declaraciones. “Aclaro que, si bien es cierto [que] he recomendado la renuncia del ministro de Trabajo, eso no significa que él haya renunciado”, escribe en Twitter. El presidente, por su lado, esquiva el asunto y evita responder directamente.
Con más de un mes en el cargo, el silencio de Pedro Castillo solo preocupa y genera desgaste a un gobierno que desborda desorden. Porque un jefe de Estado que rehúye a la prensa y que no reacciona cuando se agrede a periodistas al frente suyo, puede ser tan dañino para el país como las malas ideas que él mismo promovió cuando era candidato.