ALAN GARCÍA PÉREZ Ex presidente del Perú
Como lo explico en un libro reciente (“Contra el temor económico”), jamás la humanidad ha tenido, en proporción a sus problemas, tanta capacidad científica y productiva ni un mercado tan grande e interactivo o tal velocidad en la información y la toma de decisiones. Vivimos un nuevo capítulo de la economía y la sociedad gracias a las tecnologías de la información, que es la energía que mueve ahora al mundo. Desde esta perspectiva, considero el futuro mediato de la economía y la sociedad global con entusiasmo. Hace cien años, el mundo tenía 1.500 millones de habitantes y dudaba de su capacidad productiva para supervivir; hoy somos 7.000 millones, casi 5 veces más, y cada uno consume, produce y ejerce más derechos, habiéndose reducido la proporción de la pobreza.
Sostengo, además, que, ante la información, ciencia y el mercado interactivo, los problemas que sufre el mundo actualmente son mínimos comparados con los que sufrió en 1929 o 1973. Los problemas financieros o el déficit económico que soportan muchos países son consecuencia del grave error que cometieron consumiendo muy por encima de su nivel productivo e hipotecando así el futuro de sus hijos y nietos. Fue un estado de bienestar para ellos y un estado de malestar para sus descendientes.
Pero aun con esos problemas que tienen solución, el conjunto económico mundial continuará creciendo. Ya lo hizo en el año 2011 a pesar de los vaticinios equivocados y crecerá en el 2012. Además, según mis cálculos, en el segundo semestre del 2013 se iniciará una etapa de vigorosa expansión. Recordemos las magnitudes. El volumen total de lo producido por todos los países y seres humanos en el 2010 superó los 60 billones de dólares (60’000.000’000.000), en el 2011 creció un 2,3% más y muy posiblemente alcanzará ese nivel en este año 2012.
En dos palabras, el total producido se mantiene y crece, a diferencia de la gran crisis del año 1929 en que disminuyeron 40% la producción y el empleo. Claro que no todos los países y sectores aumentarán su producción en el mismo nivel, pues Grecia, Italia, España, etc., deberán pagar su anterior exceso de consumo. Pero, además, crecerá la competencia entre los países y se desplazará el crecimiento de unos hacia otros. Sostengo por ello que el Perú y los países del Pacífico sudamericano, como Chile y Colombia, serán los más beneficiados por la actual situación, si atraen la inversión con velocidad para continuar creciendo, disminuyendo la pobreza y creando empleo a mayor nivel que el resto del mundo. Y de su lado, quienes inviertan ahora ganarán mucho más que los que esperen al 2013.
Además, para el conjunto mundial, los problemas que parecen graves se compensan y equilibran entre sí, lo que permitirá mantener y aumentar la suma del producto mundial. Por ejemplo, la reducción del crecimiento chino no se ha producido, y aun si ocurriera, ello permitiría que otros países ocupen los mercados que China deje de lado. Además, si se produjera una sobrevaluación del dólar, podríamos exportar mucho más a Estados Unidos y si, por el contrario, ocurriera una devaluación del dólar, ellos podrían exportar más, comprando para ello nuestros minerales y materias primas. La economía es circular y veloz. Finalmente, la capacidad de respuesta del Banco Central Europeo y la acción ya en marcha de los países europeos y de Estados Unidos, para corregir los errores y desfinanciamientos, desmienten el anuncio catastrofista de una gran crisis inevitable.
En esta situación, sostengo que el Perú tiene la oportunidad de crecer hasta el 7% en este 2012; siempre y cuando mantenga sus políticas de comercio mundial, de reducción de aranceles, de construcción de infraestructura que aumenta la inclusión, da trabajo y mejora la producción social. Requerimos, además, un programa de emergencia para la inversión de la empresa privada nacional y extranjera con velocidad y sin obstáculos en las muchas áreas que permita generar empleo, disminuir la pobreza, mejorar la capacidad tecnológica, reducir la deuda nacional y aumentar el nivel de nuestras reservas.
Pero esa inversión no debe reducirse al aspecto minero sino incluir también el transporte y uso del gas, la construcción privada en carreteras y medios de comunicación, el aumento de la inversión industrial, aprovechando los tratados de libre comercio, el procesamiento con valor agregado de la pesca, el desarrollo de la agroexportación que puede generar cientos de miles de empleos en los próximos cuatro años y medio, etc.
Para mantenerse como un ejemplo mundial, el Estado nacional y descentralizado debe aumentar la velocidad de sus decisiones. Tenemos seis meses para hacerlo. El mundo no esperará que los funcionarios y políticos hagan su aprendizaje o discutan largamente ni que los jueces acepten, uno tras otro, procedimientos dilatorios. Se requiere conceder más facilidades en las licitaciones para que el capital que no se invierta en Europa o en Asia, ni se deposita en los bancos por su baja rentabilidad, venga ya al Perú, un país con metas de inversión y sostenibilidad de largo plazo.
Esto implica que, si las condiciones que se exigían en otro momento de expansión mundial eran equivalentes a cien, en este período de temor, en el que hay que atraer el capital y la tecnología internacional, esas condiciones deben acelerarse o reducirse en beneficio del empleo y el desarrollo. Un paso decisivo sería reducir los impuestos a la reinversión de las ganancias en el interior del país, profundizar la reducción de los aranceles y reducir algo más del IGV. No hay razón para negarse a ello, porque hoy (2012) el Estado recibe exactamente el doble de ingresos que en el año 2005.
Es el momento de convocar a los grandes capitales que, a su vez, son los que compran a la pequeña y mediana empresa nacional generando trabajo. No olvidemos que por cada sol que invierte el Estado, el sector privado invierte cuatro. Debemos mejorar ya las condiciones para la construcción del gasoducto surandino, ofreciendo más ventajas al capital a cambio de desarrollar esa enorme infraestructura que revolucionará todo el sur. Además, aprobar ahora una ley con todas las fuerzas políticas para declarar de necesidad y urgencia nacionales la ejecución de proyectos como Conga, Toromocho, Las Bambas, Tía María y otros de gran envergadura. Esperar sin tomar esa decisión significará dejar pasar los capitales que culminarían invirtiéndose en otros países, mientras nosotros nos estancamos.
Con un crecimiento de 4% o menos, ya no reduciremos la pobreza. Estamos en guerra contra el desempleo y contra otras economías, y en una guerra, se consulta, se analiza, pero se decide en un plazo muy breve para actuar antes que los otros. Por ello, debemos impulsar la mayor cantidad de obras en el menor tiempo posible y con más inversión privada. Obras de agroexportación, iniciando cuanto antes Majes, Olmos y otras de gran dimensión, además de las obras que las ciudades requieren como los túneles de evitamiento que permitan al tránsito pesado evitar la ciudad, más carreteras de peaje, el túnel centroandino, que permite evitar la altura de Ticlio, la construcción de las centrales hidroeléctricas del Marañón. Conmueve que, sin mayor estudio, se haya dejado de lado el aprovechamiento de las aguas de ese río, cuyo uso hidroeléctrico no afectaría ningún área agrícola por ser uno de los ríos más encajonados por la cordillera. Con esas obras, movilizaremos la producción de materiales de construcción, la metalmecánica, el transporte y, además, obtendremos más impuestos.
Y con esos ingresos se podrá hacer más obras públicas, continuar con la electrificación de los pueblos, los proyectos de agua potable para todos los barrios y localidades; por ejemplo, cien pasos a desnivel en Lima y otras ciudades que aliviarían la congestión actual. Seguir la construcción del metro de Lima en dos líneas más con capital privado y repetirlo en otras ciudades como Arequipa, Trujillo o Chiclayo, mejorando la calidad de vida y evitando la contaminación.
Debemos aprovechar que lo que llaman crisis es, en realidad, el desplazamiento de capitales que huyen de los países desordenados y problemáticos que gastaron el dinero en subsidios para ricos y menos ricos, aumentando el consumo sin pensar en producir. Atraer esos millones de millones de dólares nos permitirá en los próximos 4 años y medio reducir la pobreza desde el 28% actual a menos del 20%, generar otros tres millones de puestos de trabajo y mejorar la inclusión de la única manera real y sostenible que existe: con empleo, infraestructura eléctrica, agua potable, carreteras y con mayor nivel de educación y salud. Aprovechemos la enorme oportunidad que el Perú tiene hoy, afirmando las libertades y la democracia representativa y descentralizada con la que cuenta. Hagámoslo sin temor, sabiendo que el beneficio será para los más humildes. Así pues, ni el aprendizaje, ni el temor, ni la corrupción del funcionario deben detener al Perú. Quienes gobiernan y ejecutan, quienes invierten desde el sector privado tienen en sus manos la decisión. Los demás, y entre ellos quien esto escribe, tenemos que apoyar activamente y sin trastiendas de mezquindad. La Gran Transformación es posible y necesaria, es la que crea empleo, reduce la pobreza, desarrolla los recursos con inteligencia, reconcilia a los ciudadanos y afirma al Perú como el país piloto del continente. Alea jacta est!