ENRIQUE VERA @kiquevera Redacción online
EL DIRECTOR DE OBRAS. En mayo del 2010, cuando apenas se incubaba la campaña pro indulto, dos puntillazos dieron al centro de la imagen maltrecha y sufrida que entonces el fujimorismo pretendía levantar de su encarcelado líder histórico. La revista Caretas ya había dado cuenta de las visitas masivas que el sentenciado a 25 años de cárcel por delitos de lesa humanidad recibía en la Diroes (hasta 180 en un solo día), sin embargo el gran estallido llegó con la difusión de un video en que Fujimori aparecía supervisando la pavimentación de un estacionamiento para los vehículos de sus habituales visitantes. Estos, en su mayoría, dirigentes sociales adscritos a su partido. De impecable camisa palo rosa, blue jeans y manos sobre la cintura en pose erguida. Todo un ‘capataz’, posicionado a 30 metros de su celda y a solo dos de la puerta del penal de Barbadillo que da a la calle. El ceño fruncido, Fujimori parece atento a la diligencia de sus obreros mientras habla, propone y discute con el maestro de construcción, como si se tratara de “su casa misma”, a su antojo. El escándalo instalado no daba lugar a dudas.
LA FOTO 1. El 13 de octubre del 2012, tres días después de que Keiko, Hiro, Sachie y Kenji Fujimori presentaran la solicitud de indulto humanitario en favor de su padre ante el Ministerio de Justicia, un nuevo registro levantó otra agudísima polémica. A través de su cuenta en Twitter, el publicista Carlos Raffo, ya alejado del fujimorismo, propaló una fotografía del ex mandatario convaleciente y tendido sobre una cama clínica. Fujimori, con la mano derecha sobre el abdomen, aparecía ojeroso y demacrado. Al lado de la instantánea, Raffo prendió un explosivo mensaje para quienes cuestionaban la gravedad de su otrora paladín: “Una imagen vale más que mil mentiras”. Los días posteriores llegaron con un torrente de críticas enfiladas desde distintos sectores políticos. La “impertinencia y oportunismo” de aquella difusión fue prácticamente demolida. En el vapuleo se deslizó incluso que la imagen del ex jefe de Estado había sido producida para la foto y el punto culminante llegó cuando el mismo Kenji Fujimori sindicó a Raffo de vulgarizar el tema del indulto. El pedido de la gracia presidencial, todavía en mesa de partes del Minjus, empezaba pronto perdiendo peso.
CELDA DE LUJO. Desde el primer mes que Fujimori cumplió encerrado en la Diroes, los cuestionamientos por las “increíbles comodidades” que lo albergaban fueron tema consecutivo y rebuscado. Sobre el particular se especuló bastante y en detalle, pero ninguna evidencia había sostenido las denuncias. Esto llegó recién la segunda semana de noviembre en sendas ediciones especiales de dos diarios locales. Los informes, apoyados en una amplia secuencia fotográfica, revelaban que Fujimori Fujimori contaba en su celda con un televisor de 21 pulgadas, teléfono público, equipo de música, dos hornos microondas, refrigeradora, cocina con campana extractora, una surtida biblioteca e inodoro con regulador de temperatura, entre otros. Aquello fue asumido por analistas y representantes de distintas tiendas políticas como un primera clarinada de una próxima negativa al pedido de indulto. Las teorías derivaban de los señalamientos a la entonces ministra de Justicia, Eda Rivas, cuyo personal fue acusado por el fujimorismo de haber sacado las imágenes durante una visita de inspección. “Quiere motivar una situación contraria al indulto”, dijo el legislador Aguinaga. Desde el oficialismo, el primer ministro, Juan Jiménez, declararía: “Se va a verificar si esas condiciones carcelarias perjudican la salud del interno”.
FUJIMORI Y EL AGENTE. A mediados de enero, el fujimorismo arreciaba con una presión punzante en los medios para que la junta médica destinada a la evaluación del dos veces mandatario acelere su labor. Los pronunciamientos seguían un libreto parejo. Todos versaban en torno a la deteriorada salud de Fujimori conforme pasaba el tiempo y la “inacción” de la Comisión de Gracias Presidenciales. Así, la postura del fujimorismo cobró una intencionalidad casi de coacción irrefrenable hasta que el 31 de enero un nuevo video se hizo público. El sentenciado ex presidente aparecía coordinando con agentes del INPE la compra de pesticidas para repeler una plaga de mosca blanca que había atacado sus plantaciones en el penal de Barbadillo. En el video, correspondiente a julio del 2012, Fujimori de pie articula bien las palabras, se ríe y bromea con su interlocutor. “Esto es una patraña, Fujimori ha sido sembrado”, retrucó su médico de cabecera, Alejandro Aguinaga, tras la propalación de la difusa escena. Para inicios de febrero, el manifiesto de Fuerza Popular viró hacia un sinfín de protestas por indignación. Lo evidente en los reclamos fujimoristas fue que se avivaron por el golpe directo a sus argumentos de gravedad y urgencia.
FUJIMORI “GRAVE” Y “OPTIMISTA”. Acostado sobre una cama de la Clínica Peruano Japonesa Centenario, Alberto Fujimori duerme y respira con dificultad. La imagen de video proviene de una cámara casera que ingresó al sanatorio durante el último internamiento del ex dignatario por una crisis gástrica. Fujimori luce muy bajo de peso y tiene conectado a una vena de su mano izquierda el surtidor de suero. Son 21 segundos de la misma imagen en el registro que el pasado 26 de mayo fue televisado por un programa dominical. “Ha perdido 24 kilos desde que fue ingresado a la Diroes (…) esta hospitalización derivó de una hemorragia digestiva”, señaló Alejandro Aguinaga tras ser presentada la extraña filmación. Una semana después, como siguiendo el curso de una última estrategia bien planificada, la emisora radial RPP tuvo acceso a un audio en que Alberto Fujimori da cuenta de su optimismo en cuanto al indulto humanitario por parte del presidente de la República, concluidas las evaluaciones de la junta médica a cargo. Sobre ello recayeron los rótulos de presión, aprovechamiento e intento desesperado de sensibilización para la obtención del beneficio. El mismo jefe del INPE, José Luis Pérez Guadalupe, sindicó al médico de Fujimori, Alejandro Aguinaga, como principal sospechoso de la obtención y filtración de ambos registros. En el Ejecutivo, en definitiva, el efecto de la filmación y el testimonial fue contrario a los intereses del interno. El Ministerio Público optó por abrir la investigación correspondiente. Un claro preludio de la decisión anunciada ayer.
LA FOTO 2. Aguinaga, el férreo defensor y médico de Fujimori, no estaba solo. Con él, la congresista María Cordero Jon Tay dirigía una ya incuestionable campaña de sensibilización por encargo del ex presidente. El colofón de esa estrategia se circunscribió al video y audio que irrumpieron los dos últimos fines de semana. La información recogida por un semanario local, a partir de fuentes cercanas al último internamiento clínico de Fujimori, también develó que el otrora jefe de Estado accedió a la hospitalización solo para dejarse grabar” por Aguinaga pues no presentaba males mayores. Sin embargo, este lo ha negado repetidas veces y retó a que se presenten pruebas. Desde la misma clínica, la Comisión de Gracias Presidenciales fue alertada. Incluso salieron a la luz nuevas fotografías en que Fujimori lucía risueño y de buen semblante. La pérdida excesiva de peso que aludía Aguinaga quedó sin piso, aunque poniendo en juego su última carta el legislador espetó que se trataba de una imagen captada el 2011. Con su informe casi concluido, la Comisión de Gracias Presidenciales vio conveniente postergar la entrega y certificar estas sospechas. Todo aparentemente quedó probado, Fujimori no fue indultado.