Este año sucedió algo impresionante en el distrito de Miraflores: ahí, a diferencia de lo que ocurre en casi todo el país, la delincuencia se redujo considerablemente. De noviembre del 2012 a noviembre del 2013, los actos delictivos disminuyeron en casi 45% en la comuna miraflorina. Para entrar a más detalle, el robo de vehículos en la vía pública bajó, aproximadamente, en 53% y el de partes de autos y accesorios en 32%. Asimismo, el robo a transeúntes en la vía pública se redujo en 45% y a personas dentro de locales comerciales en 20%. Finalmente, el robo en viviendas unifamiliares disminuyó en 44%, mientras que en multifamiliares en 29%.

¿Será que el alcalde Jorge Muñoz descubrió una forma revolucionaria para gestionar la seguridad, quizá diseñada por una costosa consultora internacional? ¿Acaso en las comisarías miraflorinas se realizó una profunda reforma institucional? ¿O es que se reemplazó a todos los oficiales de PNP de la zona por agentes de Scotland Yard? La respuesta es: ninguna de las anteriores.

Estos logros no se explican por una estrategia revolucionaria ni por una reforma profunda de la policía. El secreto, aparentemente, radica en cuatro cosas: tratar el problema al más alto nivel institucional, emplear estadísticas, usar la imaginación y gastar eficientemente. En buena cuenta, gobernar con sentido común.

Para comenzar, el alcalde se compró personalmente el problema. Él se reúne cada viernes con los máximos representantes de las entidades involucradas (a diferencia del presidente Humala, que solo ha convocado en dos ocasiones en los últimos dos años al Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana). Es decir, los jefes de las comisarías, el jefe de bomberos, la gobernadora, el juez de paz, los representantes de las juntas vecinales, entre otros. Las decisiones se toman al más alto nivel y pasan a ser prioridad para todos.

Además, el Comité de Seguridad Ciudadana de Miraflores utiliza estadísticas integradas con la policía nacional (y que son afinadas además con data proporcionada por el mismo distrito). Esta es una práctica que solo se da en Miraflores, lo que resulta increíble, pues únicamente con esta información es posible analizar qué problemas se enfrentan y qué solu ciones resultan más efectivas.

Asimismo, el municipio ha implementado pequeñas pero ingeniosas acciones para reforzar su sistema: se atienden denuncias vía Twitter, se ha capacitado a vigilantes privados para que contribuyan con la red de seguridad, se utilizan equipos POS de Visanet, como alarmas silenciosas, se han realizado convenios con empresas de taxis y de ‘delivery’ para que sus empleados denuncien delitos o conductas sospechosas que observan mientras manejan, entre otras.

Por otro lado, la Municipalidad de Miraflores ha invertido eficientemente sus recursos, a diferencia de lo que sucede con buena parte de las instituciones públicas responsables del tema de seguridad, que ni siquiera son capaces de gastar la mayoría de ellos (empezando por el Ministerio del Interior). Así, el municipio aumentó las cámaras de videovigilancia a más del triple, incrementó el personal de serenazgo de 325 a 750 efectivos y la flota vehicular de 42 a 154 unidades, y equipó a serenos, policías, bomberos, y personal de Defensa Civil y Fiscalización con radios.

La experiencia de Miraflores deja varias lecciones valiosas. Primera, que si bien es necesaria una reforma profunda de la policía, es posible avanzar mucho en la reducción de la delincuencia con las instituciones actuales mientras esperamos que dicha reforma suceda. Segunda, que en lo que respecta a varios de los delitos que más aquejan a los ciudadanos, se pueden dar pasos muy importantes en el ámbito distrital y sin necesidad de enormes reformas diseñadas desde el Gobierno Central o el Congreso. Tercera, que si bien es cierto que es necesaria una mayor inversión en infraestructura (Miraflores, después de todo, cuenta con más recursos que la gran mayoría de municipalidades del país), hay mucho que se puede hacer con eficiencia y un poco de creatividad (y, en todo caso, el Gobierno Central puede apoyar con recursos a los gobiernos locales que carezcan de ellos y que demuestren que gestionan eficientemente los que ya tienen).

Por todo esto, la reducción del delito en Miraflores parece ser una buena nueva para todo el Perú: podemos progresar mucho con liderazgo, eficiencia y siempre que el que esté a cargo asuma su responsabilidad.