Entre las muchas desconcertantes declaraciones que hizo el presidente en su entrevista del domingo estuvo esta sobre el proyecto Conga: “Es intrascendente para la historia del país”. Acto seguido precisó: “Más importante es la gente”. Finalmente, como quien pone broche de oro, repitió lo que ya había hecho saber recientemente: que se trata básicamente de un asunto cuya realización depende de una “decisión de los privados” y no del Estado.

Desde luego, siempre cabe la posibilidad teórica de que el presidente hubiera estado hablando de la historia de algún otro país. Por ejemplo, está claro que Conga es irrelevante para la historia de China, a la que no le es indispensable el Perú para proveerse de los minerales que necesita: después de todo, y contra lo que parece creerse en algunos niveles del gobierno, nuestro país no es el único con yacimientos en el mundo. De hecho, no hay que ir muy lejos para encontrarlos igual de ricos, pero mucho más seguros y pacíficos. No es por gusto que Chile tiene una cartera de proyectos mineros para los próximos 7 años que duplica la nuestra.

Lamentablemente, sin embargo, todo apunta a que el presidente estaba hablando de la historia del Perú. Con lo que solo quedaría deducir o que él cree que la historia no tiene nada que ver con el crecimiento y la reducción de la pobreza, o que no tiene idea de cuáles son las principales fuerzas que hasta ahora han venido sustentando a los mismos en el país.

En realidad, son tantas las maneras en las que la realización o no realización de Conga trascenderá en la historia del Perú que resulta difícil priorizar alguna para explicarlo.

Conga es un proyecto que, solo en su etapa de construcción, representaría US$4.800 millones de inversión y generaría 6.000 puestos de trabajo directos, al tiempo que únicamente en sus primeros dos años aportaría un canon de US$1.300 millones.

Más aun, Conga es un proyecto emblemático para un sector que viene siendo –y tiene todas las posibilidades para continuar siendo– una de las principales locomotoras del crecimiento nacional y, ciertamente, de los recursos con los que el presidente lleva a cabo los programas sociales: la minería paga, ella sola, un tercio de todo lo que recibe el Estado por concepto del Impuesto a la Renta, compra el 15% de lo que produce la industria nacional y da de comer a 2,5 millones de peruanos (considerando a las familias de aquellos a quienes emplea directa o indirectamente).

Conga es el proyecto que tenía todos los permisos estatales requeridos pero no pudo ir. Y es el que luego tuvo la certificación de un peritaje internacional demostrando que la oposición que se le hacía estaba basada en mentiras, pero siguió sin poder ir (pese a también haber aceptado las nuevas y extralegales exigencias que le impuso el Gobierno para poder contar con su apoyo). ¿De verdad cree el presidente que Conga no va más allá de Conga? ¿Acaso piensa que los potenciales inversores del sector no siguen las historias del fuego en la casa de los que serían sus vecinos? ¿Asume que a las empresas les es indiferente que en un país la efectividad de los permisos estatales sea tratada como un asunto “de privados”?

Más concretamente, en fin, Conga es la llave principal para la realización de la mayor parte de la cartera de US$22.000 millones en proyectos mineros detenidos sobre la que tan indiferentemente parece presidir el señor Humala. Una cartera de US$22.000 millones cuya ejecución, según se mostró recientemente en CADE, significaría que se generen en el país 2,4 millones de puestos de trabajo directos e indirectos y que se recauden anualmente en impuestos US$12.300 millones adicionales. Es decir, 8,6 veces el actual presupuesto del sector Justicia, 5,18 veces el presupuesto de seguridad interna, y casi el doble de los presupuestos de Salud, Cultura y Educación juntos.

¿Conga es intrascendente para la gente? ¿Para qué “gente”? No, ciertamente, para la que necesita alguna de las cosas arriba mencionadas. Ni tampoco para aquella a la que le hace una diferencia que el Perú siga creciendo a ritmos suficientes como para seguir disminuyendo la pobreza y multiplicando las oportunidades.

No solo, pues, no es cierto que Conga es indiferente para la historia del Perú, sino que está claro que será muy relevante para la historia del gobierno del presidente. Por mucho, claro, que él no parezca saberlo.