El cielo en Lima se ve cada vez más gris, pero en Fuego los días se encienden temprano. Desde que el nuevo restaurante de Christian Bravo abriera sus puertas en Miraflores, las reservas se presentan ni bien empieza la atención, a partir de las 12:30 del mediodía. Los motivos son varios: desde agarrar un buen sitio en la terraza donde Bravo se mueve como pez en el agua, hasta entregarse a esa clase de bocados que no se pueden preparar en casa, a menos que se cuente con los hornos y la tecnología necesaria.
El pan que da inicio al festín llega ahumado al momento, sostenido en una estructura metálica que permite ir comiéndolo a medida que se jalan los pedazos. El corte de las piezas cocidas de colita de cuadril, flat iron o brisket (por nombrar algunas opciones de la carta) se realiza delante de cada cliente, para su antojo y deleite. Y así en adelante. Nada de esto se podría vivir fuera de esta mesa, sin duda.
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Cada detalle en la visita a un restaurante define una experiencia determinada; algo que hasta hace muy poco solía sentirse cotidiano, casi casi normal. Tuvo que llegar una pandemia para hacernos extrañar hasta los actos menos esperados, pero eso ya lo sabemos desde hace un tiempo. El reto ahora está en adaptar cada vivencia a los protocolos, la distancia y la seguridad.
Dice Diego León de Peralta –empresario gastronómico al frente del restaurante de carnes Carnal– que si bien el delivery ayudó a cubrir parte de los gatos durante los meses de cuarentena, en muchos formatos la experiencia in situ sigue siendo fundamental (“el ambiente y el servicio son casi tan importantes como nuestros productos”, explica sobre el caso de Carnal).
Bravo va por una línea similar: quería esperar a abrir. Con el proyecto bastante avanzado antes de la llegada de la pandemia, Fuego por fin empezó a materializarse una vez que se levantaron las restricciones del pasado febrero. “En abril nos fuimos con todo. No es el mejor momento, pero no podíamos seguir postergándolo. Al final ha valido la pena porque la respuesta de la gente está siendo muy buena, sin contar que este tiempo nos sirvió para pulir más el menú y consolidar a un nuevo equipo mucho más sólido”, sostiene.
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En el caso de León de Peralta, no se trata de una, sino de dos aperturas durante la pandemia. El primer local es La Piadinería (San Isidro), un espacio pequeño que, como el nombre indica, ofrece piadinas de muchas variedades en un formato to go (para llevar). El segundo, bastante más ambicioso, es el restaurante Fauna, ubicado en una parte de lo que fuera el Pabellón de Caza (Museo de Oro), con inspiración familiar. La base del menú son los cortes de carnes de calidad, pero también hay pizzas, piqueos y una barra con bastante estilo diseñada para escapar un momento de todo y de todos.
“Tenemos un jardín gigante, árboles, espacios verdes y ventilados. Incluso hay un menú para niños. La pandemia nos dio tiempo para terminarlo con calma e incluso esperar que las plantas terminen de crecer”, indica Diego. La acogida viene siendo bastante buena por la clase de experiencia que se ofrece en un contexto donde las limitaciones son parte del menú de cada día: comer en un restaurante campestre sin salir de Lima metropolitana.
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Para Alonso Arakaki, el último año ha estado marcado por el factor sorpresa. No solo porque nadie sabía bien qué podía pasar, sino principalmente por los giros del destino que han permitido que hoy esté donde esté, al frente de una de las apuestas más originales y sabrosas que han surgido durante este período. La pandemia precipitó el cierre de su primer restaurante, Huarique Nikkei, ubicado en Breña. Pero lo que vendría para Alonso sería incluso mejor de lo que había imaginado.
Mientras se encontraba trabajando en el restaurante Kilo, en Surco, el joven chef recibió una oferta a través de un amigo en común para capacitar al personal de un restaurante en Tokio. Cuando todo estaba listo para el viaje, se cerraron las fronteras con Japón. “Iba a ser un período chico, unas tres semanas, ya que mi mamá está sola y no podía dejarla mucho tiempo. Pensé que todo había acabado, pero me propusieron darle la vuelta y abrir un local en Lima que permita preparar al equipo que más adelante se encargaría del restaurante en Tokio”, cuenta Arakaki. La idea de Genki se hizo realidad pronto.
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Entre octubre del 2020 y mayo de este año, Alonso diseñó el menú, encontró el local, lanzó una línea de delivery y habilitó el servicio en salón. Su concepto enlaza dos cocinas poderosísimas: la marina y la nikkéi. Al mal tiempo, buena cara, sí, pero también buena comida en la mesa siempre que se pueda.
Más información:
Fuego:
IG: @ fuegolima / Coronel Inclán 221, Miraflores.
Fauna Prime Meats & Garden:
IG: @faunaprime / Alonso de Molina 1196, Monterrico.
Genki:
IG: @genki_nikkei / Arica 125, Miraflores