MAX CABELLO

En Chungui conviven el duelo y los ritos de fertilidad. A nueve horas de Huamanga, en la provincia ayacuchana de La Mar, este es el distrito que, según la CVR, padeció la violencia más siniestra y cruel. Hubo 1.384 víctimas entre muertos y desaparecidos, una cifra que representa el 17% de la población registrada en el censo de 1981. Pero pese a las secuelas de los años sangrientos, en Chungui nunca se dejaron de celebrar los carnavales y los jóvenes continúan casándose, con melancólica esperanza.

En el carnaval de Chungui, de principios de año, participan los campesinos con fecunda alegría. Es la fecha en que la madre naturaleza propicia romances y fertilidades. Este año los más entusiastas fueron los obreros que construyen la vía de Chungui a Chupón. Chungui tiene 40 centros poblados, incluida la zona conocida como Oreja de Perro, aún mortificada por el narcoterrorismo.

Pero hasta en Chupón, al frente de La Convención, en el Cusco, los jóvenes se entregan al baile del ‘ollawantu’. Este consiste en amarrar las asas de un puchero [recipiente donde se cuece una sopa especial] con sogas de 15 m y disputárselo a jalones entre hombres y mujeres. Luego hay bailes con máscaras y concursos de comparsas.

No hay sacerdote católico aquí: el de la capital de La Mar debe viajar 6 horas durante las fiestas más importantes, quedarse cuatro días, celebrar matrimonios y bautizos masivos y retirarse a su parroquia. Este vacío es aprovechado por los misioneros evangélicos. Durante el tradicional carnaval, el 50% de Chungui ya exhibe seriedad predicadora y abstemia.

No obstante, en la parte de selva, en el centro poblado de Villa Aurora, no se han detenido los brindis, aunque solo sean con piadosa Kola Real. Pese a todo, en el 2010 se buscó reconstruir la plaza central y, por mayoría, se votó que se levantara ahí la imagen de la Virgen del Rosario, la patrona del pueblo.

Los rezos a la Virgen estuvieron presentes el 27 de enero de este año cuando los restos de 28 desaparecidos, durante los años 80, retornaron a la ciudad. En setiembre de 2011 habían sido exhumados por el equipo forense del Ministerio Público de Ayacucho. Los familiares efectuaron su necesario y justo duelo, que debe ser el de todo el país. Y luego muchos aprovecharon que había un cura, por fin, para bautizar a sus hijos.