LUIS SILVA NOLE Desde Santa Rosa De Quives

Trastabilla. Una de sus muletas levanta algo de polvo, pero Aurelia Sánchez Almeyda, de 24 años, no se detiene.

Ella nunca lo ha hecho pese a que al nacer un médico la jaló de la cadera y la dejó marcada con una severa cojera que la persigue, como estigma, a todos lados. Ella vino desde Pamplona Alta, uno de los lugares más pobres de San Juan de Miraflores, y es la primera vez que ingresa al Santuario de Santa Rosa de Quives.

Ya ante la imagen de la santa limeña, a la que solo puede ver con el ojo derecho porque la vista del izquierdo hace tiempo que se extinguió, expresa su deseo sin necesidad de carta: caminar normalmente.

Es 30 de agosto y la solemnidad de la Patrona del Perú, América y las Filipinas está en todo su apogeo. Aurelia es una de los cientos de personas que están en el santuario. El comisario del distrito de Santa Rosa de Quives, Édgar Portocarrero, calcula que los peregrinos suman unos tres mil, casi la mitad del promedio de los últimos años. El brillo solar hace rato que ya se adueñó de esta zona rodeada de cerros y bordeada por el río Chillón, en la provincia de Canta, en la sierra del departamento de Lima.

La cola de gente para entrar en la ermita, el espacio donde Rosa vivió desde los 10 hasta los 17 años, crece minuto a minuto casi milagrosamente y nunca termina. Lo mismo sucede frente a la gruta que está al costado del templo donde en 1597 fue confirmada por Santo Toribio de Mogrovejo. En el pozo de los deseos, en cambio, devotos de todas las edades se arremolinan para lanzar papeles llenos de anhelos.

EL GENDARME DEVOTO Este es el resguardo más bonito que me ha tocado realizar. Santa Rosa es patrona de la Policía Nacional. Por eso le pido que me libre de todo peligro, igual que a todos mis colegas, especialmente a los que están en el VRAEM.

El suboficial de tercera PNP Néisser Rosales Mayta pronuncia esas palabras mientras pone orden al pie de la gruta del santuario, donde la gente pone velas a otra imagen de Rosa. Tiene 5 años de policía, pertenece a la subunidad de operaciones especiales que sirve en Lima norte. Este es su tercer año trabajando en Quives, en la fiesta de su santa patrona.

Tras la misa solemne, la procesión con las imágenes de Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres sale del santuario para recorrer las principales calles de Quives, donde además de la fe general, los olores de la multiplicada oferta de pachamanca de tres sabores cerdo, cordero y pollo, trucha frita, cuy a la brasa y patasca embriagan hasta al más distraído. El pueblo esperó todo un año para este día en el que sale a vender de todo.

En medio del gentío, también se ve a Carmen García de Antonioli, quien llegó desde el distrito de San Isidro y posa para la cámara de video que porta su hijo. Voy a misa todos los domingos y, aprovechando un paseo de turismo por Canta, estoy en el sitio donde Rosa vivió de pequeña. Le he pedido por todos, refiere la dama de unos 70 años.

UNA NUEVA VIDA Siempre iba al otro santuario de Rosa, el de la avenida Tacna, en Lima; pero esta vez Mixabel Osorio Cabezas, de 23 años, decidió pasarla en Quives, con su esposo y el bebe que lleva en el vientre desde hace dos meses. Vinimos desde Independencia y hemos acampado desde anoche fuera del santuario. He puesto mi carta en el pozo pidiendo que mi bebe salga sanito. El próximo año vendremos con él o ella, dice Mixabel. Así sea.

Hasta el próximo año.

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