Desde que se mudó a San Bartolo a raíz de la pandemia -allí se sentía más tranquila y más refugiada junto a su hijo, Juan- Alexandra Grau (45) suele dedicar varios de sus días a recoger piezas de madera que encuentra en la orilla. Su casa se ha convertido en su taller -una consecuencia lógica, natural incluso- y es ahí donde da rienda suelta a su arte con libertad. Grau utiliza lo que encuentra entre el mar y la tierra (su arte se basa en el uso de elementos reciclados como materia prima en esculturas e instalaciones) y con eso entrelaza historias. Su lenguaje es el milenario quipu.
Los suyos están llenos de vida y de colores (ella misma se encarga de teñir muchas de las fibras), abiertos a la interpretación y la lectura de quien los mire. Cuentan historias de hoy y de ayer, con piezas que pertenecieron a distintos objetos y que juntas conforman uno nuevo, totalmente distinto. Cada cuerda de sus quipus es única y se teje con diferentes fibras: sogas, lanas de oveja o alpaca, tules, telas, algodón, troncos de árbol o ramas. Lo que Grau busca desde hace 12 años con este trabajo es construir un lenguaje que le permita explorar un uso propio, reinventado, del tradicional quipu a través de estos materiales. Cada una de sus piezas es singular.
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Después de exponer en el MALI y tener instalaciones en Paracas, Cusco y una larga serie de galerías y espacios (entre ellos la propuesta que enlaza turismo y gastronomía Peruvian Experience, en Miraflores) el trabajo de Alexandra llamó la atención de una arquitecta peruana que se había encargado de la decoración de un restaurante en Australia. De nombre Inka y un concepto más bien orientado a lo nikkei, el formato salpicaba fusión y vanguardia por cada rincón. Lo que no había, hasta que llegó la obra de Alexandra Grau, era un objeto de arte que así lo simbolice. Fueron 40 días los que demoró el barco que transportaba las cuerdas de sus quipus en llegar de Lima a Canberra. Esa vez Alexandra no pudo viajar a instalarlas ella misma a raíz de la pandemia, pero las cosas pronto cambiarían.
Arte culinario
Miami es un hervidero de nuevas propuestas y la oferta gastronómica no hace más que florecer. En esa escena cultural rica, plural y cosmopolita, la cocina peruana ocupa un lugar privilegiado. Desde La Mar hasta Itamae, pasando por cientos de formatos, grandes y chicos: la sazón y el corazón del Perú se dejan sentir en conceptos variados, y eso siempre abre caminos inexplorados.
Quien conoce muy bien de aquel codiciado mercado es el empresario y cocinero Juan Chipoco, peruano instalado en Florida desde la década del noventa, cuya historia de éxito no solo es inspiradora sino también innovadora: su emporio abarca los restaurantes Íntimo Miami, Pollos y Jarras, Yuca 105 y CVI.CHE 105. Este último bautiza varios locales en la ciudad, al cual acaba de sumársele un espacio en Biscayne Boulevard, ubicado en el transitado centro de Miami. Es ahí donde Alexandra ha instalado sus quipus (Chipoco llegó a ella a través de un amigo cocinero en común) pero -a diferencia del lejano Inka australiano- esta vez ella misma se encargó de colocarlos.
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“Ha sido una gran sorpresa, porque todo este trabajo ha ido saliendo durante la pandemia y buena parte está fuera del Perú. Algunos cocineros se fueron pasando la voz (sobre todo en Miami) y estoy a punto de colocar uno de mis quipus en un segundo local, Ceviche Lovers, además del crucero Royal Caribbean”, cuenta Grau. A partir de aquí, son nuevas las historias que se tejen a través de su arte. Pero entre todas ellas, hay una que ocupa un lugar primordial en su corazón: la de su único hijo, Juan.
“Mi hijo tiene 16 años y también es artista: es reggaetonero. Juan tiene distrofia muscular y juntos hemos creado la fundación Ruedas Mágicas, que brinda apoyo a otros chicos en la misma situación”, explica sobre su otra pasión: la ayuda a través del arte. De momento, Ruedas Mágicas ha donado 40 sillas eléctricas y brinda apoyo psicológico -en algunos casos también donaciones de víveres- a las familias, un compromiso que se ha mantenido durante la pandemia. Fue después de que naciera Juan que Alexandra encontró en el trabajo con telas y quipus una nueva manera de comunicar sus emociones.
“Lo que más me gusta de instalar mis obras en restaurantes es cómo la cocina y el arte se unen. La gastronomía es un arte en sí mismo y pienso que así la experiencia se potencia, se complementa”, sostiene sobre su obra más reciente. “Para mí es una fusión que va más allá del plato. Si estás yendo a comer comida peruana en otro país, de alguna manera es como si estuvieses visitando el Perú a través de todos los detalles. Esta es una manera de compartir con el mundo lo maravillosa que es nuestra cultura”, finaliza.
Una cultura que se ve, se disfruta y se conoce en todas sus expresiones. Del quipu a la mesa.
Más información:
Alexandra Grau: https://www.alexandragrau.com/ / Instagram: @alegrau.arte
Fundación Ruedas Mágicas: @ruedasmagicasperu
CVI.CHE 105: @ceviche105