La lucha contra la pandemia dio un giro potencialmente determinante en solo ocho días, con los anuncios de tres vacunas altamente eficaces, pero todavía quedan muchas dudas por resolver respecto a estos productos bajo ensayo clínico, objeto de intereses financieros gigantescos.
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¿Cuántos proyectos?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) dio cuenta el 12 de noviembre de 48 proyectos de vacuna en el mundo que son objeto de ensayos clínicos en humanos.
Diez están en fase tres, la más avanzada, que implica a decenas de miles de voluntarios para probar su eficacia.
Entre sus fabricantes, tres anunciaron en los últimos ocho días que su vacuna tiene una eficacia superior al 90%: la farmacéutica estadounidense Pfizer y su socio alemán BioNTech, la estadounidense Moderna y las autoridades rusas y su instituto de investigación Gamaleia.
También figuran los proyectos de varios laboratorios estatales chinos y el de la Universidad de Oxford junto a AstraZeneca.
La OMS contabiliza por otro lado 164 proyectos de vacunas en fase preclínica.
¿Cuáles son las técnicas?
Por un lado, se trabaja con productos clásicos, que emplean un virus “muerto”: son las vacunas “inactivas”, como las de las farmacéuticas chinas Sinovac y Sinopharm.
También están las “subunitarias”, a base de proteínas, que activan una respuesta inmunitaria.
Otras, llamadas de vector viral, son más innovadoras: se transforma y adapta otro virus para combatir el COVID-19, como en los casos de la Universidad de Oxford y de Rusia, que emplean adenovirus, una familia muy común.
Moderna y BioNTech/Pfizer desarrollan por su parte vacunas de “ADN” o “ARN”, unos productos innovadores que utilizan fragmentos de material genético modificado para ordenar a las células los tipos de proteínas que deben producir para combatir el SARS-CoV-2.
“Cuantos más proyectos y técnicas diferentes haya, más posibilidades tendremos de dar con una vacuna que funcione y se tolere bien”, explica a la AFP Daniel Floret, vicepresidente de la Comisión Técnica de Vacunaciones de la Alta Autoridad de Salud francesa.
¿Cuáles son los resultados?
Pfizer y BioNTech fueron los primeros en anunciar el 9 de noviembre que su vacuna es eficaz en un 90%. Dos días después, Rusia afirmó que la suya superaba la primera (92%) y este lunes Moderna aseguró que su vacuna tenía una eficacia mayor (94,5%).
Según la comunidad científica internacional, estas conclusiones son muy alentadoras.
Pero a la vez se trata de resultados intermedios, basados en pocos casos de infecciones (94 para Pfizer/BioNTech, 20 para Gamaleia y 95 para Moderna).
Además, es necesaria su publicación detallada en una revista científica que permita a expertos independientes pronunciarse al respecto.
Así, estos proyectos deben todavía responder a preguntas clave, como ¿durante cuánto tiempo protege la vacuna? ¿Impide la infección y por tanto la transmisión del virus o bien solo reduce la gravedad de la enfermedad? ¿Es eficaz también para las personas más vulnerables?
¿Cada vez más rápido?
“Los plazos de desarrollo y de aprobación son más rápidos con estas vacunas debido a la emergencia sanitaria”, explica en su sitio internet la Agencia Europea del Medicamento (EMA).
La recaudación de fondos también pudo hacerse rápidamente.
Las prisas responden también a la batalla diplomática que opone a China, Estados Unidos y Rusia.
El presidente Vladimir Putin anunció en agosto que su país había desarrollado la primera vacuna contra el COVID-19, incluso antes de la publicación de los resultados preliminares y el ingreso en fase 3.
Trump confiaba por su parte en contar con un antígeno antes de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre.
¿Rapidez versus seguridad?
“Las exigencias relativas a la seguridad son las mismas que para el resto de vacunas y no se rebajarán debido a la pandemia”, según la EMA.
“No hay que confundir rapidez con precipitación: hay que tomarse el tiempo necesario para realizar un análisis completo, riguroso y transparente”, afirma a la AFP el inmunólogo Alain Fischer.
Tres proyectos fueron suspendidos recientemente, antes de reanudarse.
Los proyectos de Oxford y del grupo farmacéutico Johnson & Johnson fueron interrumpidos por la enfermedad inexplicada de un paciente, mientras que el de Sinovac se suspendió por la muerte de un participante, que podría finalmente haberse debido a un suicidio.
En estos casos, se trata de una medida de seguridad para verificar si estos acontecimientos están o no relacionados con la vacuna experimentada.
“Esto demuestra que el proceso de vigilancia funciona, es motivo de confianza”, según el doctor Stephen Evans, de la London School of Hygiene & Tropical Medicine, citado por el organismo británico Science Media Centre.
Para conciliar rapidez y seguridad, la EMA aprobó un procedimiento acelerado que le permite examinar los datos de las vacunas a medida que van surgiendo.
Los proyectos de Oxford/AstraZeneca y BioNTech/Pfizer son objeto de este “examen continuo”, al que este lunes se sumó también Moderna.
En Estados Unidos, BioNTech/Pfizer y Moderna prevén someter su demanda de salida al mercado rápidamente.
¿Para cuándo?
“Ignoramos si se aprobarán vacunas y cuánto se tardará: es difícil prever un calendario”, admite la EMA.
Pero algunas farmacéuticas, conscientes del valor financiero de sus anuncios, aseguran que es posible antes de fin de año.
El fundador de BioNTech, Ugur Sahin, aseguró el domingo a la BBC que el objetivo es suministrar más de 300 millones de dosis en el mundo hasta abril, lo que permitiría “empezar a tener un impacto”.
“Lo que es esencial es contar con una tasa elevada de vacunación para el otoño/invierno” boreal de 2021, dijo Sahin.
En un primer momento, la cantidad de vacunas - suministradas en dos dosis -, “será limitada y se dará prioridad al personal médico, a las personas mayores y a las personas de otros grupos de riesgo”, subrayó el lunes en Twitter el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
¿Un antídoto contra la desconfianza?
Si se consigue contar con una vacuna eficaz y disponible masivamente, la cuestión siguiente será cuánta gente aceptará vacunarse.
Según un estudio de la revista británica Royal Society Open Science, hasta un tercio de la población de algunos países, incluyendo México y España, es susceptible de creer en las informaciones falsas que circulan en las redes sociales acerca del COVID-19, lo que aumenta la desconfianza hacia la vacunación.
“Los gobiernos y las empresas tecnológicas deberían buscar la manera de mejorar la educación de la población sobre medios digitales. Si no, desarrollar una vacuna podría ser insuficiente”, señaló en ese estudio Sander van der Linden, investigador de la Universidad de Cambridge.
Por su parte, el Foro Económico Mundial publicó este mes un informe llevado a cabo en 15 países, según el cual 73% de los interrogados está de acuerdo con la afirmación “Si hay una vacuna, me vacunaré”. Eran 77% en agosto.
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