Ana Luisa Velarde para su familia y amigos, Ana Avellana para sus clientes y fanáticos que la siguen en su programa del mismo nombre, el cual es transmitido por el canal ‘A la cocina’. Ana aún no comprende cómo ocurrió el éxito de su pastelería y la popularidad de su programa de televisión. Solo lo disfruta, vive y se divierte. Ana es alegre, y eso es suficiente para que todo le salga bien. “Las cosas hay que tomarlas con humor, por ejemplo, cuando quiero romper un momento tenso, digo una pachotada y todos se ríen”. Sí, Ana es también más delgada, más guapa, más joven, más inquieta, y más ocurrente de lo que la vemos en la pantalla chica.
¿Cómo es qué llegas a la pastelería?
Primero estudié dos ciclos de psicología en la Universidad de Lima, pero rápidamente me di cuenta de que no era lo mío. Viajé a Estados Unidos y ahí cursé canto y pastelería. Volví a Lima comencé a trabajar haciendo tortas para novias, y otra vez viajé a Estados Unidos, esta vez por un período de ocho años, aproveché y estudié manejo de restaurantes. Me convertí en mamá.
¿Fue en esos años que trabajaste en la pastelería de Robert De Niro?
Trabajé allí seis meses aproximadamente, la pastelería se llamaba ‘Zeppole at Tribeca’ y el dueño era Robert De Niro. Hice mi intership (prácticas profesionales) ahí, estuve trabajando como la asistenta de la chef que estaba embarazada. ¿Si vi a Robert De Niro? En el tiempo que estuve ahí lo vi una vez, un día en el local hubo una reunión con los actores de la película ‘Goodfellas’. Ese día mi turno acababa temprano, pero me quedé hasta la noche por verlo, no cociné nada especial para ellos porque estaba fuera de horario. Solo me quedé impresionada ¡Él es un guapo! ¡Me encanta!
¿Y otra vez vuelves a Lima de alguna manera ya definitiva?
Sí, regresé porque quería reinventarme. Hacía postres por temporadas, por ejemplo, en Navidad y para novias. Pasaron los años y tuve dos hijos más.
Imagino que tus conocidos te pedían que abras un negocio…
Siempre me lo decían, y yo les respondía: “Cuando tenga 40 años”, pero llegó un momento en el que yo necesitaba plata, y me dije: “¿Qué hago?” Busqué un nombre, por decirle de alguna manera, artístico, y apareció Ana Avellana. No quería mi nombre verdadero, me parecía aburrido. Luego, viene la invitación para tener una pastelería en Casacor, una temporada en la que me fue muy bien, vendíamos galletas y café. Los clientes, también me pedían que abra un local. Yo medio que me negaba, ¿cómo con hijos iba a abrir un negocio? En ese momento no estaba en mi chip.
¿Y en qué momento abres ‘Ana Avellana’ en Miraflores?
Una amiga me escribe diciéndome que había un local en la calle Mendiburu, en Miraflores, un local chico, fui a verlo y me gustó. Fue gracioso, porque tenía el nombre, el local, pero me faltaba la plata. Así es que empecé a tocar puertas, y tuve un apoyo. Las cosas fluyen, cuando tienen que fluir, en mi caso pasó a los cuarenta y pico.
¿Qué iba a identificar a ‘Ana Avellana’?
Un bakery (panadería) americano. Yo quería que la gente aquí haga lo que le diera la gana, es decir, que tomen rico su café, coman rico, y se queden el tiempo que quieran. A veces me decían. “¿porque no tienes alfajores (los clásicos)?”, y yo no los preparaba porque todo el mundo los tenía. Quería darle al público algo nuevo. Un cheesecake grandote, una torta de chocolate trufada, galletas chocochips con harto chocolate, un enrollado de canela con pecanas. Era un concepto más gringo, y que yo fui concibiendo a partir de mis recuerdos en las ciudades de Estados Unidos donde viví.
¿Qué es lo que respondes cuando te preguntan cuál es el secreto de tu éxito?
¡No tengo idea! (risas) Esto comenzó tranquilo, pero llegó un momento en que entre mí decía: “Por favor, ya no entren”. Se llenaba de tal forma, que hacían cola, ‘Ana Avellana’ fue un locón por dos años enteros. Nunca tuve 15 personas a mi cargo, todo era muy nuevo para mí.
¿Y cómo manejaste esa época de tensión pura?
Nosotros cocinábamos frente a todo el mundo, escuchabas aquí mismo el ruido de las batidoras, de las licuadoras, ahora lo hacemos en el segundo piso. Yo enfrenté esa época con una sonrisa en la cara, me hacía la ‘tonta’. Todo volaba, porque otra cosa que siempre me ha gustado es que todo sea del día. Se hornea, se vende. Ese es el concepto, ser una pastelería de barrio, donde ya sabes a que hora salen los postres que te gustan y te los llevas. Yo siento que en el camino he aprendido a ser empresaria y conductora.
¿Y la televisión también es otra cosa nueva para ti?
¡Claro! La manera que llegué ahí también es bastante curiosa. Un día vinieron del canal ‘A la cocina’ a hacerme una nota por mi cheesecake, y yo que soy muy conversadora y le digo al productor: “¿Ustedes tienen una repostera?”, me responde que no, y les sugiero que deberían tenerla porque es muy divertido hacer postres, eso jala. Él me respondió: ¿Te gustaría a ti? A los días me llamó el dueño, nos conocimos y acepté trabajar con ellos.
¿Pusiste alguna condición?
Puse dos. La primera que el programa se llamara: Ana Avellana, y la otra grabar desde mi bakery. Me aterraba la idea de esta metida en un set, porque esa no era yo. Tengo más de dos años en el espacio que seguimos grabando. He ido evolucionando, simplemente porque el mundo de la cocina no es perfecto. Grabamos los miércoles, y el bakery está abierto, mi relación es con la cámara, no veo a nadie, si alguien se mete en la toma, bueno, es como si fuera un reality.
¿Sigues entrando a la cocina o ahora supervisas?
Las cosas del día prácticamente no las preparo porque los chicos saben qué es lo que tienen que hacer, pero sí me meto para hacer cosas nuevas. Algo que me tiene muy emocionada por estos días son los helados de máquina que estamos empezando a preparar, estos vendrán bañados en chocolate duro. Me gusta rescatar lo antiguo y volverlo moderno. Este helado será simple: leche, azúcar y vainilla.
¿En casa a tus hijos les preparas dulces?
¡No! En casa no hago nada, qué flojera, pero eso sí, si ellos se antojan algo, van a la tienda y agarran lo que quieran.
¿Dulcera?
Soy dulcera, ahora que salgo en televisión me cuido un poco más, porque la televisión engorda, pero me gusta mucho el cheesecake, pero sin salsa. Es muy dulce con salsa, los postres no deben serlo tanto. Solo lo justo y necesario para que el ingrediente realce, así tampoco resulta empalagoso.
¿Hay planes de abrir otro local o hacer una franquicia?
Mi idea siempre fue la de pastelería de barrio, y de esas no hay otras, solo una. Si voy a abrir otra, sería una cosa muy chica, pero algo grande no. Yo tengo tres hijos, soy mamá soltera. ¿Cómo hace uno para dividirse entre el negocio?
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