Nabucco para celebrar 50 años del Coro Nacional
Por Gonzalo Tello (Ópera Perú)
Quinta función, sábado 23 de mayo, Gran Teatro Nacional
Con Giuseppe Altomare, Rachele Stanisci, Ernesto Morillo, Josefina Brivio, Juan Antonio de Dompablo, Carlos Martínez, Juan Pablo Marcos, Flora Cabrera. Coro Nacional del Perú, director: Javier Súnico. Orquesta Sinfónica Nacional, director invitado: Marco Boemi. Regia y escenografía: Víctor García Sierra. Vestuario: Mariana Hotineanu.
Suena increíble pero una ópera como Nabucco nunca se ha interpretado en nuestro país. Se tienen referencias de selecciones en concierto, pero nunca una producción completa. Es algo que no sorprende, ya que en las últimas décadas no se ha explorado un amplio repertorio, como el que traían las compañías europeas a inicios del siglo XX e incluso el XIX, de las que pocas referencias se tienen.
Sin embargo, y a pesar de su popularidad gracias al coro Va, pensiero, Nabucco no es de las óperas mas interpretadas de Verdi. En muchos teatros importantes incluso estuvo ausente por décadas. La dificultad radica principalmente en encontrar voces dramáticas que llene los roles de Nabucco, Abigaille y Zaccaria, y no mueran en el intento. Las sopranos que interpretan este difícil rol, si no tienen la técnica adecuada, pueden resentir sus voces y carreras. Se sabe que a diferencia de Rossini, Verdi no sabía componer para las voces cuando escribió sus primeras óperas.
Sigue a Ópera Perú en Facebook y Twitter.
En sus primeros años en Milán, Verdi estrenó su primera ópera, Oberto, nada menos que en la Scala de Milán. El éxito de esta le hizo ganar un contrato para estrenar tres óperas mas allí. Pero la muerte de su esposa y dos hijos, mas el fracaso de su segunda ópera Un giorno di regno hizo que Verdi determinara abandonar la composición para siempre. Fue Bartolomeo Merelli, intendente de La Scala, quien lo persuadió, entregándole un libreto de Temistocle Solera que Otto Nicolai había rechazado para una nueva ópera. Verdi, reticente, compuso Nabucco. El éxito logrado con esta moderna obra no solo fue apoteósico, sino que volvió e embarcar a Verdi en la carrera de compositor, algo que la humanidad le agradece.
El motivo de montar esta desafiante obra fue celebrar los 50 años de existencia del Coro Nacional. Si bien fue una decisión arriesgada, en términos vocales el Coro está mas que listo y han demostrado no solo versatilidad vocal, sino fuerza y excelente sonido.
La producción recayó nuevamente en el competente director de escena venezolano Víctor García Sierra, quien ha venido trabajando en los montajes pasados del Ministerio de Cultura. La dirección musical estuvo a cargo del italiano Marco Boemi, reconocido por acompañar a Luciano Pavarotti en sus famosos conciertos Pavarotti and Friends, así como trabajar con cantantes de la talla de Fabio Armiliato, Daniela Dessi y Anna Netrebko. Los vestuarios fueron encargados a la italiana Mariana Hotineanu.
La propuesta de este Nabucco, según García Sierra, era hacer un solo escenario giratorio que mostrara los mundos hebreo y asirio, con un cielo y piso similar en ambos, demostrando que habitaban el mismo mundo y eran iguales. El mapping desarrollado por Yitzhak Fowks completaba la escena, con escenas de nubes en el día, tarde, mostraban el incendio del templo hebreo y el eclipse que marca el castigo divino a Nabucco.
La ópera se inicia con la famosa obertura a telón cerrado. La orquesta desde el inicio es dubitativa, insegura y no hay unidad sonora. Boemi dirige con tiempos lentos y entradas imprecisas. Mejora hacia el tema final, acelerando. Debido al presupuesto seguramente, no se utliza en esta producción una banda fuera de escena, por lo que la misma orquesta interpreta sus diversos pasajes.
Se abre el telón y vemos al coro hebreo moviendose en desesperación. Las luces marcan un día claro y soleado. El Coro para en seco para iniciar su interpretación. El sonido es poderoso y llena el teatro. Aparece Zaccaria interpretado por el venezolano Ernesto Morillo, de voz grave y con tono histriónico. Aunque la claridad de la voz no es completa, el poder y tono de su interpretación son satisfactorios. Luego viene el duetto entre Ismaele y Fenena, interpretados por los peruanos Juan Antonio de Dompablo y Josefina Brivio. De Dompablo tiene un timbre muy ligero, sin embargo la voz emite un bello timbre que viaja sobre la orquesta, aunque algo inestable en los agudos. Brivio tampoco llega a emtir el poder que se espera de Fenena, que generalmente se reserva a mezzos dramáticas, sin embargo su bella voz y excelente técnica hacen de su versión una inteligente y con dramatismo, sin recurrir a recursos veristas innecesarios para sonar convincente.
La entrada de la Abigaille de Rachele Stanisci es imponente. Ella interpreta a una villana al extremo de una Lady Macbeth. Su voz es de soprano lírica, no tiene el volumen o el poder de una soprano que se espera en este rol. Aunque sus agudos suenan impostados, logra el efecto que se espera tradicionalmente en esta voz. Junto a ella se inicia el inspirado terzetto Io t´amava.
Posteriormente vuelve el coro en una lenta y anticuada dirección orquestal, lo cual le quita fuerza a la llegada de Nabucco al templo. El movimiento de escena es efectivo, salvo por la torpe y caricaturesca entrada de los figurantes como soldados asirios. El mapping en esta escena es impresionante, ya que vemos tropas atemorizantes acercarse. La voz del Nabucco de Giuseppe Altomare es noble pero con el color dramático esperado. los vestuarios aquí se lucen mal acabados, arrugados y con malas costuras. El concertante del final del primer acto esta muy bien ensamblado y el mapping mostrando el incendio del templo es impactante.
Hay un intermedio entre primer y segundo acto que ya no es habitual en producciones actuales de Nabucco. Sin embargo es entendible ya que la soprano debe descansar para su gran escena, y considerando que son cinco funciones interdiarias, con mayor razón. La escena en Babilonia es una imponente y dedicada realización del equipo de Pepe Sialer.
Stanisci supera con bravura aunque con dificultad en la coloratura su escena Anch´io dischiuso y Salgo giá. Morillo da una bella interpretación de la plegaria de Zaccaria Vieni, o Levita. En la escena del coro masculino hebreo e Ismaele el coro suena disparejo, ya que se muven mucho y pierden la visión hacia el director. el momento del famoso concertante s´apressan, gl´istanti suena maravillosamente.
La famosa escena en que Nabucco se proclama rey y le cae un rayo se muestra aquí con un efecto de luces y un eclipse de sol en el mapping. Altomare interpreta el Chi mi toglie al regio scettro? Me manera muy teatral, sugiriendo su gran experiencia en el Macbeth verdiano, y trasladandolo aquí.
El tercer acto se inicia con la coronación de Abigaille, en la fastuosa escena que se da lugar en los jardines colgantes de Babilonia, histórico lugar perdido. La orquesta dirigida por Boemi interpreta tiempos decimonónicos y completamente desusados. Si hubiera dirigido esta parte así en Europa, incluso mas rápida, hubiera sido abucheado. Suerte que eso no pasa en Lima. El Coro canta bien, pero a un tiempo aletargado. Los vestuarios asirios lucen, como un reconocido cítico de teatro me dijo, como el de los enanos en “Willy Wonka”. El ballet tampoco se salva de la crítica. La coreografía parece sacada de una danza peruana que nada tiene que hacer aquí. Posteriormente Altomare y Stanisci interpretan un duetto. Altomare destaca con una bellísima y noble entrega en Oh di qual onta aggravasi, ante una Abigaille implacable y demoníaca. Terminan con un Deh, perdona en que Altomare lanza un agudo atronador.
El momento de la noche, el del Coro de los esclavos hebreos Va, pensiero es interpretado con delicadeza y buen gusto en una bella escena. El aplauso del público es prolongado y al ser última función, el director retoma los compases, para un bis.
A continuación, Morillo como Zaccaria interpreta la profecía, y en su cavaletta decide ir mas rápido para apurar al aletargado director Boemi. No hay peor cosa para un cantante que tener una dirección lenta y sin gracia.
Nuevamente, muy lentamente y con poca energía se inicia el breve preludio del cuarto acto, que da pie a la gran escena de Nabucco, que se inicia con un desesperado recitativo Son pur queste mie membra! para pasar a una pastoral y hermosa rendición del aria Dio di Giuda con el legato propio de cantantes finos como lo es Altomare. La cavaletta O prodi miei es algo lenta y no impacta en el público, aunque Altomare la interpreta dignamente.
Durante la Marcha fúnebre, el coro hebreo entra al escenario desde el fondo. Brivio interpreta la bella aria de Fenena Oh, dischiuso il firmamento y muestra dramatismo solo con la voz. Es inspirada la versión del coro acapella Immenso Jehovah! que conduce a la breve aria de Abigaille, cantada en piano. El Coro termina la ópera con un sonio poderoso.
Esta producción de Nabucco fue un gran esfuerzo muy merecido del Coro Nacional dirigido por Javier Súnico. Cada una de las funciones disfrutaron con mucho público, fuertes aplausos y excelente comentarios. Si bien aquí destacamos lo bueno y lo malo, que creo siempre es bueno, la conclusión es que nuestros elencos cada vez están mejor preparados para retos mas grandes.. Ojalá y podamos ver en nuestros escenarios este tipo de obras mas seguido.