La Sociedad de Beneficencia de Lima, creada en 1834, cumplía una misión social y humanitaria muy elogiable en esos primeros años del siglo XX. Para 1913, en medio de huelgas y marchas en el Callao y Lima, los peruanos tenían un serio compromiso con la niñez desamparada del país. Los retos en el cuidado alimenticio de los niños y niñas de la capital eran varios y se convirtieron en una tarea ardua, constante y necesaria de hacer. Como aún hoy, esa Lima era terriblemente desigual e injusta, especialmente con los menores de edad.
La idea de levantar de la nada un centro de atención, especialmente para los niños en el Cercado de Lima, partió de esa institución benéfica y así se fijaron que en la antigua plaza de la Recoleta (hoy plaza Francia), al costado del entonces “Hospicio de Huérfanos Lactantes”, había un local que, renovado y bien acondicionado podía convertirse en el centro que todos necesitaban ver en funcionamiento.
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Entonces, tras varios trámites y obras de refacción de por medio, se inauguró, el 16 de enero de 1913, el centro simbólicamente llamado “La Gota de Leche”. Miles, millones de gotas de leche se pudieron ofrecer a los menores de escasísimos recursos, cuyos padres no podía darle el sustento alimenticio necesario.
El local en la plaza de la Recoleta (hoy plaza Francia) tenía “una amplia sala para el reconocimiento del niño”; asimismo, se contaba con un mobiliario y aparatos científicos, vitales para el cumplimiento de la labor médica.
Pasando el salón inicial, había una sala de espera, propiamente dicha, con asientos para las madres que acudieran al local (prácticamente no existían padres que lo hicieran). Había también personal especializado para la atención infantil.
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El problema de la niñez desamparada en el Perú era un asunto que las autoridades posponían al estar enfrascados en los “grandes temas de la realidad nacional”. Por eso la importancia social y económica de “La Gota de Leche”, tanto en términos concretos como simbólicos.
El Comercio necesitaba dar más detalles a sus lectores de este proyecto social y humanitario, que empezaba a surgir en una sociedad como la peruana que entonces aspiraba a convertirse en un país moderno del siglo XX. Así, el diario entrevistó al inspector del vecino “Hospicio de Huérfanos Lactantes”, quienes serían los principales usuarios del programa. El señor Montero y Tirado era el encargado directo de la nueva institución.
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En la mira de la Beneficencia de Lima estaban “los niños indigentes”, aclaró el señor Montero y Tirado. Para ellos era que se había implementado además un consultorio médico, que dirigiría el reconocido médico Francisco Graña Reyes (1878-1959). Sin embargo, como su nombre lo indicaba (“La Gota de Leche”), la nueva entidad era esencialmente un centro que se ocupaba del “suministro de leche”, dijo el inspector encargado.
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Lo que se daría era una “leche preparada”, según las prescripciones médicas generadas tras el examen clínico de los niños que eran llevados al consultorio. Así se concretaba la ayuda a los padres que no contaban con recursos para garantizar esa alimentación tan básica en la infancia y niñez. La administración se encargaría de verificar que los padres y madres beneficiados sean los que realmente necesitaban el apoyo de la Beneficencia.
Los pasos siguientes al registro de cada caso (cumpliéndose con los requisitos), era que cada uno de los progenitores encargados (en su mayoría, las madres) recibirían “un canastillo con su dotación de leche preparada, según prescripción facultativa para las 24 horas del día, señalándose además el régimen de alimentos a que debe sujetarse”, enfatizó el inspector Montero y Tirado.
En ese sentido, el médico o los médicos de “La Gota de Leche” irían a cada casa de los menores de edad para comprobar in situ que se hayan cumplido con el proceso de alimentación y las indicaciones médicas otorgadas.
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“La Gota de Leche” empezó a atender al público necesitado en un horario estricto, el cual iba de 8 a 9 y 30 de la mañana. Iniciaron sus labores ese 16 de enero de 1913 con solo 50 menores. Pero en el transcurso de las semanas esa cifra se duplicó.
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