Cuatro meses antes de su muerte, el 15 de julio de 1991, Juan Ríos Rey (1914-1991) acudió a su último acto público: fue en el ICPNA de Miraflores, en la celebración de los 25 años de un programa televisivo y radial dedicado al arte. El dramaturgo y poeta fue homenajeado al igual que el artista plástico y crítico de arte Juan Manuel Ugarte Eléspuru, el escritor y crítico literario Augusto Tamayo Vargas, el periodista y fundador de la Asociación de Artistas Aficionados (AAA) Alejandro Miró Quesada Garland y el director teatral Guillermo Ugarte Chamorro; todos considerados por sus relevantes labores en el quehacer artístico nacional.
LEE TAMBIÉN: Carmen Sevilla: cuando la diva española llegó al Perú y confesó con quién soñaba filmar
Exactamente cuatro meses después, como si lo hubiera planificado como cuando ponía en escena una de sus numerosas piezas teatrales, cuidando todos los detalles, Juan Ríos se despidió de este mundo, de su Perú que no lo comprendió o lo hizo a medias.
“Falleció el poeta Juan Ríos Rey”, tituló El Comercio en su portada de ese día fatal: 15 de noviembre de 1991. Vivió 77 años aquel hombre que fue un exquisito poeta, un visionario de la dramaturgia nacional y un furibundo crítico teatral.
Juan Ríos obtuvo en su fecunda vida siete Premios Nacionales, cinco de teatro y dos de poesía. Manejaba la prosa y el verso con la soltura de un maestro que aprendía y mejoraba todos los días. El teatro y la poesía fueron sus dos espacios creativos, y cada uno de ellos tenía del otro; es decir, su poesía tenía la agudeza y gracia de una puesta en escena; y su teatro la plasticidad y el lenguaje que era pura poesía.
Ríos fue miembro de la Academia Peruana de la Lengua hasta el último día de su vida. Ingresó a la academia en 1971, y ese día dijo a El Comercio que había aceptado “la honrosa designación con sincero agradecimiento y no menos temor. Transformarme súbitamente en académico de la lengua constituye una abrumadora responsabilidad”, dijo entonces.
Siendo uno de los dramaturgos peruanos más importantes del siglo XX, y amante de los aforismos, por cierto, Ríos era muy respetado por la comunidad literaria e intelectual del Perú desde los años 40; y aún después su muerte, su memoria es apreciada como la de un creador, un artista auténtico de la palabra justa y exacta.
MIRA TAMBIÉN: Emilio Adolfo Westphalen: a 20 años de la penosa muerte del gran poeta peruano
Ríos había cumplido sus bodas de oro en 1988
El año 88 recordó que en 1938 se inició o estrenó como poeta, a sus 24 años. No fue precoz, pero fue contundente desde sus comienzos. Como artesano de las frases, las palabras y los sonidos verbales, Ríos celebró esos 50 años como debía hacerse siempre: publicando un libro. “Universo transfigurado: cinco poemas a la agonía y cinco cantos al destino del hombre” (1988).
El literato Juan Ríos, barranquino de nacimiento y vecino ilustre de ese tradicional distrito limeño, había estudiado en la “Escuelita de Belén” y parte de la primaria en el “Colegio La Recoleta”. Después tuvo que viajar a Europa.
Ríos era un intelectual y artista abierto a las buenas conversaciones, y aceptaba también dar entrevistas a los medios de prensa. En una de ellas, no solo contó cómo fueron sus primeros años de colegial en los tiempos del ‘oncenio’ de Augusto B. Leguía (1919-1930), sino también narró que su formación cultural fue prácticamente de “autoeducación”, que comenzó en Madrid en 1934, desde donde escribiría como corresponsal para medios periodísticos y culturales´ del Perú y América.
MÁS INFORMACIÓN: Sérvulo Gutiérrez: a 60 años de su muerte y entierro en El Ángel | FOTOS
Amigos suyos, como Emilio Bobbio, destacaron tras su muerte que, en su época juvenil, en los años 30, Juan Ríos pensaba en la transformación del Perú y en la libertad de los hombres, “ideales que forjamos y desarrollamos con profundidad”, dijo Bobbio.
En sus charlas periodísticas relataba que sus primeras lecturas habían sido la Biblia, los poemas homéricos, las tragedias griegas, los clásicos españoles del Siglo de Oro y, por supuesto, las obras dramáticas de William Shakespeare. Gustaba también contar sobre su participación en la Guerra Civil Española, defendiendo la causa republicana.
Juan Ríos, como dijimos, fue ganador de siete premios nacionales de Cultura -cinco de teatro y dos de poesía-: en teatro con “Don Quijote” (1946), “La Selva” (1950), “Ayar Manko” (1952), “El Mar” (1954) y “Los Desesperados” (1960); y en poesía con los libros “Cinco poemas a la agonía” (1948) y “Cinco cantos al destino del hombre” (1953), el cual fue calificado en su momento como una “sinfonía poética”.
LEE TAMBIÉN: La diva peruana del cine mexicano que inauguró un canal de TV y alborotó Lima en los años 50
Como he citado, Ríos fue autor de una pieza teatral inolvidable: “Los Desesperados” (1960). Justamente de aquella obra, un personaje, Vicente, pronunció uno de los monólogos más desgarradores, tiernos y a la vez feroces del teatro peruano contemporáneo. Aquí un extracto:
“No todos pueden ser puros. Y nadie que ame profundamente a la humanidad debe enorgullecerse de serlo. Es necesario aceptar a los hombres como son, ayudarlos a llevar todas sus cargas, aun la del delito. No es suficiente compartir el sufrimiento y la miseria. Es necesario compartir la humillación, el crimen, el remordimiento. Hay que compadecerse de uno mismo. Solo porque podemos apiadarnos de nuestra propia condición somos superiores a los animales. ¡Cuando todos hayamos conocido alguna vez esa infinita, maravillosa misericordia, el mundo será puro!”.
Esa calidad literaria fue puesta de relieve en 1982 cuando Ríos publicó su “Primera Antología Poética”. El crítico literario Augusto Tamayo Vargas dijo entonces: “Lo que debemos resaltar es la singular fidelidad de su obra a su carácter y a su existencia, donde en medio del infierno y la desolación, hace surgir los grandes mitos a los que debe asirse el hombre americano para encontrar en la poesía un asidero a su esperanza”.
Para la crítica moderna, la obra de Juan Ríos era la de un “disidente por vocación”. El poeta y dramaturgo peruano, opuesto a las estéticas establecidas, encaminó su visión poética particular en los espacios de la vida y de la muerte.
Su final estuvo precedido por una salud debilitada desde mediados de los años 80, lo que motivó que él mismo se llegara a calificar como “eterno moribundo”. Sus restos fueron velados en su casa de Barranco y se sepultaron en la mañana del 16 de noviembre de 1991, en el cementerio Jardines de la Paz en La Molina.
¿CONOCES NUESTRA TIENDA VIRTUAL?
En nuestra tienda virtual contamos con una selección de las mejores ilustraciones, fotos y páginas históricas de El Comercio que podrán solicitar fácilmente a través de un simple formulario ubicado en la siguiente dirección: https://www.tiendaelcomercio.com/.
TE PUEDE INTERESAR
- Bruno Roselli: la historia del defensor de los balcones y cómo fue visto popularmente como loco
- El episodio de la primera vez que una bandera peruana flameó en la cima de Europa
- Caso insólito: la mujer peruana que juraba ser la princesa Anastasia de Rusia
- Día del Maestro: ¿por qué son tan recordados estos maestros y maestras peruanos?
- Hiram Bingham, a 65 años de su muerte: ¿Por qué le llamaban “el hombre de las seis piernas”?