Hay una larga historia de estas tarjetas que llegaron a su clímax durante la década de 1980, hasta ir decayendo, desvaneciéndose lentamente a finales de la década de 1990, hasta llegar agonizante al siglo XXI, ante la avalancha de los mensajes por las redes sociales, los chats y todo ese mundo de la virtualidad.
Fueron un poco más de 150 años de total vigencia de las postales o tarjetas de Navidad. Pero el inicio está marcado por un año específico: 1843, año en que no solo Charles Dickens publicó su clásico “Cuento de Navidad” sino también en el que Sir Henry Cole lanzó la idea de las tarjetas ilustradas como saludos de Pascuas.
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En esos primeros años, Cole lo tomó como un gesto de cortesía personal. De esta forma, encargó el proyecto al artista e ilustrador John Callcott Horsley (1817-1903), quien sería luego miembro de la Real Academia de las Artes de Londres. Horsley, a diferencia de algunos pioneros de inicios de esa década de 1840, sí dejó la evidencia de su creatividad.
En 1957, una de las hijas de Cole reveló que tenía una de las primeras tarjetas que Horsley había enviado a su padre con la siguiente anotación: “Navidad 1843”. En su diario personal, Cole lo ratificó: “17 de noviembre de 1843. Mr. Horsley vino y trajo un diseño para una tarjeta de Navidad”.
Este brillante ilustrador fue el protagonista de un “escándalo” para la época victoriana en que vivía. Diseñó en 1846 una tarjeta navideña especial, que se popularizó tanto que se le recuerda aún como la “primera tarjeta de saludo navideño”.
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Lo particular del asunto es que aquel modesto diseño e impresión de la imagen de una familia tomando licor fue considerado por las clases medias victorianas como “inmoral”, debido a que graficaba a un grupo de personas celebrando y bebiendo en una taberna, lo que fue visto como una promoción del consumo de licor.
El cuadro de Horsley era (como puede apreciarse másarriba) realmente muy inocente; incluso se apreciaba en él a personas que alimentaban y vestían a otras muy pobres. Sin embargo, la polémica fue inevitable debido a los cánones que imperaban en el entorno británico.
Cole mandó imprimir en litografías unas mil tarjetas, que luego fueron pintadas a mano. Un arte delicado cuyas muestras son actualmente pocas, habiéndose convertido en objetos de colección.
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Solo desde 1860 dichas imágenes de festejo en bares a lo Horsley, con botellas de licores en la mesa, se olvidaron, y abundaron luego los trineos, coros de niños, ciervos en la nieve, papanoeles y muchas figuras sacras.
En 1862, se empezó a imprimir estas figuras decimonónicas navideñas en serie, convirtiéndose así en un fenómeno comercial de masas. Para fines del siglo XIX, hasta la realeza británica mandó imprimir un millar de tarjetas de Navidad en una imprenta local.
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