Cuidar de nuestro cuerpo es fundamental, pues de él depende nuestro bienestar físico y mental para poder desarrollarnos de forma plena y saludable. Si bien es cierto, debemos velar por la salud de todo el organismo en conjunto, hay ciertos órganos que requieren de mayor atención, como es el caso del corazón, un músculo del tamaño del puño que trabaja 24 horas, los 7 días a la semana, con el fin de garantizar nuestra supervivencia.
En definitiva, si el corazón no funciona correctamente, esto puede evidenciar una serie de problemas de salud grave. Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año mueren alrededor de 18 millones de personas por enfermedades cardiovasculares, como la afección coronaria, la hipertensión arterial, la insuficiencia cardíaca y el accidente cerebrovascular. Sin duda, estas pueden desarrollarse a lo largo del tiempo debido a diversos factores de riesgo que están estrechamente relacionados con ciertos estilos de vida poco saludables.
¿Por qué es tan importante el corazón?
En efecto, el corazón es un órgano vital y esencial, puesto que tiene la importante función de bombear la sangre a través de todo el cuerpo, la cual transporta oxígeno y nutrientes necesarios para el funcionamiento de los tejidos y los órganos. Básicamente, este es una bomba muscular que se contrae rítmicamente para impulsar la sangre a través de los vasos sanguíneos, y como señala Rodrigo León, cardiólogo de la Clínica Ricardo Palma, en promedio suele latir 115.000 veces al día.
De igual manera, es responsable del mantenimiento del ritmo cardíaco, pues presenta un sistema de conducción eléctrica que regula su ritmo y asegura que las contracciones se generen de forma coordinada y eficiente.
¿Cuáles son los factores de riesgo que dañan el corazón?
Cabe destacar que, existen dos tipos de factores de riesgo, por un lado, los inmodificables, es decir, los relacionados al género, edad y carga genética, mientras que, existen los modificables, los cuales son malos hábitos que, si no se abordan a tiempo, puede traer consigo consecuencias irreversibles.
Por esta razón, el especialista destaca qué cosas debemos evitar para reducir el riesgo de afecciones cardíacas.
Una dieta poco saludable: Un régimen nutricional rico en alimentos procesados, grasas saturadas, colesterol y sodio, presenta un bajo contenido de nutrientes, es decir, de vitaminas, minerales y antioxidantes, además de una gran cantidad de calorías vacías. Definitivamente, la ingesta excesiva de grasas y frituras, así como de carbohidratos puede contribuir al desarrollo de enfermedades del corazón.
El tabaquismo: Fumar cigarrillos aumenta el riesgo de enfermedades del corazón al dañar las arterias y reducir el flujo sanguíneo, pues al contener nicotina y al generar monóxido de carbono estas sustancias favorecen a la formación de trombos y también disminuyen el aporte de oxígeno en el organismo.
La falta de actividad física: El sedentarismo o el realizar actividades físicas por menos de 20 minutos al día, con una frecuencia inferior a tres veces por semana puede ser muy perjudicial para la salud, dado que puede desencadenar problemas, como la obesidad, aumento de colesterol malo en la sangre, triglicéridos elevados, mayor riesgo de diabetes mellitus, enfermedades cardiovasculares y aparición de múltiples afecciones crónicas.
El estrés: Las personas que no tienen un adecuado manejo de las situaciones de tensión y ansiedad, suelen experimentar altos niveles de estrés, lo que genera una liberación en el organismo de hormonas, como el cortisol y la adrenalina, causando un deterioro en las arterias y el corazón.
Dormir pocas horas: No cabe duda que, las personas que acostumbran dormir menos de 6 horas al día pueden presentar un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, a diferencia de aquellas que suelen dormir entre 7 a 8 horas. Según diversos estudios, el sueño de mala calidad puede incrementar la probabilidad de desarrollar enfermedades, como ateroesclerosis.
Por último, León nos recuerda que, cuidar nuestro corazón implica adoptar un estilo de vida saludable que incluya hábitos, como una alimentación equilibrada, la realización regular de actividad física, evitar fumar, moderar el consumo de alcohol, controlar el estrés, dormir lo suficiente y mantener un peso saludable. Además, es importante realizarse chequeos regulares con un médico para controlar la salud cardiovascular y detectar cualquier problema de manera temprana, lo que aumenta las posibilidades de tratamiento y prevención de enfermedades cardiovasculares.
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