Tête d’or. Ni bien lo vio grácil y etéreo en el campo, un periodista francés lo bautizó de inmediato. Sándor Kocsis, ‘Cabeza de oro’, era el encargado de traducir en aroma de gol toda la poesía que perfumaba el ballet húngaro de los cincuenta. El magiar convirtió 11 veces en Suiza 54. Es el segundo mejor registro en un Mundial, únicamente superado por los 13 de Fontaine en Suecia 58. Sin ser particularmente alto, medía 1,77 m, Kocsis era prodigioso impactando el balón con la testa. Es que para destacar en el juego aéreo además de potencia, técnica y fuerza de piernas se requiere mucha intuición para anticipar a los defensas. Sin astucia para leer el juego es casi imposible ser un ariete eficaz.
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“El destino lo tiene todo escrito, nada se puede esquivar”, comentó Kocsis a un amigo en su Barcelona adoptiva, cuatro días antes de arrojarse del quinto piso de la clínica en la que estaba internado, víctima de un cáncer terminal. Todavía es considerado el mejor cabeceador en la historia de las copas del mundo.
(Video: ESPN)
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“¿Qué torbellino de ébano es ese que avanza arrollador con un turbante de goles en la cabeza?”, declamaba Arturo Corcuera sobre Valeriano López. ‘El Tanque de Casma’ conserva junto al ‘Mortero de Rufino’ Bernabé Ferreyra y al brasileño Arthur Friendrich, ‘el mulato de ojos verdes’, la asombrosa marca de haber tenido más goles que partidos jugados. El ídolo del Sport Boys colaboró con un triplete de cabezazos para que el Cali arrollara al inolvidable Millonarios de Di Stéfano, Pedernera y Pipo Rossi por 6-1.
Cuenta la leyenda que López rechazó la oferta que le hizo el propio Santiago Bernabéu de llevarlo al Real Madrid, alegando razones familiares. “Fui a buscar a Valeriano, porque jamás había visto un cabeceador tan extraordinario, pero luego volví por Alfredo. Y no me quejo, Di Stéfano me regaló cinco copas de Europa”, aseveraría años después el mandamás de los merengues. Valeriano ha sido, sin duda, el mejor peruano cabeceando una pelota.
En Paraguay, tierra de cabeceadores natos, resalta por sobre todos Arsenio Erico; en Brasil, Baltazar y el ‘Rey’ Pelé; en Chile, ‘Bam Bam’ Zamorano; en Argentina, Palermo, Batistuta y Passarella; en Uruguay, Fernando Morena y Godín; en Ecuador, Alberto Spencer; y en Colombia, el ‘Tigre’ Radamel Falcao.
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Desde el África, se suma Didier Drogba; y de Oceanía, el canguro Tim Cahill para engrosar la distinguida lista. En España, Telmo Zarra, Santillana y el andaluz Sergio Ramos ganaban siempre en alto; en Italia, Mazzola y Roberto Bettega. Oliver Bierhoff, Uwe Seeler, Milo Klose y el ‘Dinosaurio’ Hrubesch son los Stuka de Alemania. En Portugal, Cristiano tuvo como antecesor al inmenso José Torres. En Inglaterra, Alan ‘Smokey’ Shearer, Carroll y Crouch solían colgarse de las nubes. Desde Francia, se suma Zinedine Zidane, decisivo de cabeza en la final de 1998. En los Países Bajos, sobresalen la pericia de Van Basten y la elasticidad de Van Persie. Y Hay quienes incluirían en este arbitrario recuento al enorme Dick Naninga, que tantos problemas le causó a la Argentina en el 78.
El ‘Tiburón’ escocés Joe Jordan, el gigantesco checo Jan Koller, el mexicano Jared Borgetti y el serbio Nemanja Vidić también perfeccionaron el golpeo por los aires del balón. Bien lo dice el exgoleador madridista Santillana, conocido como la mejor cabeza de Europa después de Churchill: “Hay que tener potencia en las extremidades inferiores para elevarse, mantenerse en el aire y coger la pelota en su punto más alto. Después viene lo más importante, tener la suficiente fuerza y coordinación para dirigirla donde querramos”.
Cabecear es un arte que no todos los futbolistas dominan. Su ejecución necesita de sincronía y suspensión perfecta: el brinco de Pelé ante Italia, la palomita de Van Persie a Casillas, el gol de Messi al United o el estratosférico salto de Cristiano Ronaldo frente a la Sampdoria rompen la rutina del juego, lo embellecen. Por eso, los goles de cabeza se recuerdan siempre.
(Gol de Van Persie a España. Video: FIFA TV)
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