Roman Abramovich no habla mucho, ni de dinero, ni de fútbol, ni de sí mismo, pero por la ciudad de Londres circulan todo tipo de rumores sobre el multimillonario que compró hace diez años el Chelsea por 165 millones de euros, un movimiento que revolucionó el fútbol inglés y mundial.

El 1 de julio de 2003 Abramovich se hizo con el control del club y desde entonces gastó más de 1.500 millones de euros que reportaron 13 títulos. Y nueve entrenadores diferentes.

Cuando el ruso iba a ver el estadio por primera vez desde un helicóptero, se comenta que le dijo a un empleado: ¿Qué? ¿Vamos a comprar esta mierda? Abramovich confundió Stamford Bridge con el campo del Fulham, apenas a dos kilómetros.

El dueño del Wigan Athletic, Dave Whelean, cuenta del oligarca que en su única visita al estadio de los latics rechazó probar la famosa tarta del Wigan y que se llevó su propia agua probablemente por temor a ser envenenado. Y los pocos metros entre la pista de aterrizaje y el estadio los recorrió en su coche a prueba de balas.

Abramovich salió de la nada. Tampoco lo conocían los antiguos dueños del Chelsea. Le busqué en google, pero no aparecía. Nadie sabía nada de él. No estaba seguro si se trataba de una cámara oculta, recuerda el ex director ejecutivo del Chelsea Trevor Birch en una conversación con el diario Standard.

Llegamos a un acuerdo en diez minutos. Fue el traspaso más grande que he visto en fútbol. Cuando Abramovich compró el Chelsea con 36 años, el equipo ya contaba con estrellas extranjeras, pero bajo su antecesor, Ken Bates, habían acumulado deudas por 80 millones de libras.

En 2003, el Chelsea clasificó a la Liga de Campeones, pero sus arcas estaban prácticamente vacías y una amenaza de quiebra en ciernes de no aparecer el ruso con sus rublos. Antes (de Abramovich) contratábamos a jugadores extranjeros que estaban al final de su carrera. Ahora se gastaban 150 millones y de repente eran jugadores que estaban en la cima de su carrera, recuerda Birch.

La entrada de Abramovich también obligó a los rivales a buscar nuevas fuentes de ingresos y allanó el camino otros propietarios extranjeros. Antes de 2003 el Fulham era el único equipo en la Premier League en manos de un mecenas extranjero. Hoy en día son once.

Frank Arnesen, ex director deportivo del Hamburgo y el Chelsea, describió a Abramovich como pionero que cambió el fútbol en todo el mundo. El ruso compró 64 jugadores por más de mil millones de euros (1.300 millones de dólares) y gastó más de 1.700 millones de euros en sueldos.

Pero al parecer a Abramovich no le bastan los 13 títulos obtenidos por el Chelsea, que incluyen en 2005 el primer título de la liga inglesa desde 1955, la Liga de Campeones 2012 y la Liga Europa 2013. En estos años pasaron nueve entrenadores por el club y ahora trajo de vuelta al técnico con el que inició en 2004 el camino al éxito: José Mourinho.

El portugués debe asegurarse de que el juguete del padre de siete hijos recobre nuevamente el mismo esplendor que sus yates, su Boeing o sus obras de arte. Y para lograr esa perfección también en el césped, Abramovich no escatimará en abrir nuevamente la caja de acudales.

Sin embargo, el ruso aprendió desde su desembarco en el club inglés hace diez años, que tampoco él puede comprar todo.