MARÍA JOSÉ FERMI @majofermi

Cuando Natalia ganó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos tenía 24 años. Hoy, un cuarto de siglo después, su ímpetu sigue intacto. La ex jugadora y ahora entrenadora nacional reflexiona sobre la evolución del vóley en el Perú y receta mano dura para la selección mayor.

Han pasado 25 años de Seúl. ¿El vóleibol ha evolucionado? Lo que ha cambiado es el biotipo de la jugadora. Ahora se ven más chicas altas con bastante potencia. El deporte se asemeja más al vóley masculino con muy poco volumen de juego: puntos más cortos porque el estilo es más brusco. Lo que hay ahora es un vóleibol feo. El bonito es cuando defiendes y luchas la bola. Es la adrenalina del jugador, del público, de las combinaciones y cruces en un punto largo.

¿El juego de Perú también ha cambiado? Lamentablemente, sí. Nos hemos querido asemejar al estilo que se da ahora sin tener a un equipo de 1.90 m. Es difícil. Nosotros hubiéramos podido seguir mezclando el juego asiático y europeo. Así, con mucha defensa, contrarrestábamos nuestra altura y, con mucha rapidez y un ataque contundente, evadíamos el bloqueo alto.

En tu época, Perú le jugaba de igual a igual a Brasil. Hoy ya no somos esa potencia en Sudamérica. ¿Qué pasó? Todos los países trabajaron en sus cambios generacionales mientras que el Perú no producía. Nos fuimos atrasando y Brasil nos pasó por encima en todo sentido. Ahora es la liga más fuerte del mundo y su selección es campeona mundial y olímpica.

Uno se pregunta, ¿cómo hemos sido cuartos en el Mundial de menores y en mayores con las justas llegamos al podio sudamericano? Muchas de las juveniles pasan a la categoría mayor, pero parece que se les fueran de las manos a la persona encargada. La jugadora exige más de lo que debe y pierde la calidad del trabajo, la disciplina, el compromiso. Se descarrila.

¿Es algo que viene con la edad? No. Eso es mano de un entrenador. Si él le permite a las jugadoras, se fregó. Porque cuando quiera ajustar, ya no podrá. Se le fueron de las manos. Como no hay muchas chicas, tú las aprietas y te dicen: “Me voy”. Al equipo de mayores lo vi en Ica y tiene para dar mucho más. Ahí hay que ir contra viento y marea, porque hay mucho gallo. Decirles: “Tu papel es ser buena y si no lo eres, chau”. Hay mucho miedo de decirlo porque, efectivamente, no hay gente, pero el que es seguro de su trabajo sí lo hace. Buscas que ese jugador entre en causa. Puede que pierdas cabra, pero la soga la tienes en la mano. La jugadora pierde soga y cabra: pierde Federación, sueldo, imagen, vitrina, valor.

Entonces, ¿ese el camino que debemos seguir? Te aseguro que muchos no van a estar de acuerdo, pero el vóley necesita mucho hierro. Un trato bueno y malo. De vez en cuando una buena humillada, pasarla mal como en cualquier sitio. Así como cuando en tu oficina viene tu jefe y te hace llorar; no vas a renunciar. Las jugadoras creen que son eternas y no lo son. Me dirán que eso es de la época de Man Boc Park. Se ganó todo con Man Boc Park: tratándonos bien, tratándonos mal, gritándonos, perdonándonos, corrigiéndonos, humillándonos. Resultados y entrega había.