Peru ha llegado a semifinales en el 2011, 2015 y 2019, las dos últimas con Gareca. (Foto: Selección peruana)
Peru ha llegado a semifinales en el 2011, 2015 y 2019, las dos últimas con Gareca. (Foto: Selección peruana)
Guillermo Oshiro Uchima

Como ante Uruguay, la deberá ejercer frente a Chile el rol de equipo chico en la cancha y, para variar, jugará contra la incredulidad de quienes siguen colocando en la balanza solo los deméritos de un proyecto forjado casi de la nada (¿alguien auguraba tanta felicidad hace cuatro años?). No son pocos los que olvidan que un año atrás Perú estaba en Rusia 2018 codeándose con el jet set del fútbol mundial. Son esos mismos críticos los que siguen adjudicando esos pequeños pasos a la suerte, al TAS o hasta al VAR. Son los inconformes que exigen ser una potencia cuando es obvio que el proceso evolutivo hacia el primer escalafón no llegará si nuestro balompié vive empecinado en jugar en pared con la informalidad. La dinámica triunfadora no depende solo de la Blanquirroja.

Cuestionar las elecciones de Ricardo Gareca es absolutamente válido. Criticar sus planteamientos, también. Queda evidenciado, por ejemplo, que ante Brasil hubo errores en la confección del once titular, que Polo puede cumplir una función táctica pero ante un rival tan potente se requiere más que ello, o que el técnico demoró demasiado en corregir los yerros con algunas variantes de urgencia cuando la goleada asomaba en la cancha. Todos son argumentos válidos para el escrutinio, mas no para la inquisición. Esas equivocaciones no deben tapar lo avanzando en un camino que sigue siendo espinoso, y doloroso también.

Hay razones para seguir apostando por este proceso y también para creer todavía en un grupo que supo conjugar sus virtudes y maquillar sus defectos para ser un once competitivo, una selección que tiene una identidad de juego (el 4-2-3-1 parece ya un molde difícil de romper con los intérpretes que tenemos y la falta de recambios en nuestro universo reducido). Además de la clasificación al Mundial, no habrá que olvidar que este plantel superó las tres fases de grupo en la Copa América –incluida la edición por el centenario– con un tercer lugar, una eliminación en cuartos por penales y ahora con la histórica posibilidad de acceder a la gran final. Tampoco debemos menospreciar un dato que puede sonar irrelevante pero reafirma el carácter de estos jugadores: por primera vez en la historia se logró vencer en una definición desde los 12 pasos.

Más allá de los altibajos en el funcionamiento colectivo o la clara merma en el aporte individual de muchos de los hombres claves, la impronta de este Perú de Gareca sigue intacta: gran corazón y capacidad para superar los momentos más difíciles con temperamento. Metabolizó la goleada ante Brasil, tuvo temple y sangre fría para tener una efectividad del 100% en la tanda de penales cuando estábamos acostumbrados a ver a los nuestros derretirse de los nervios.

Una derrota frente a Chile no debe sumirnos en la más profunda decepción ni un triunfo nos debe llevar a creernos más de lo que seguimos siendo. Esta selección es un once terrenal, sacrificada, que continúa en proceso de crecimiento, a la que no le sobra nada. Hay que ponderar los pequeños pasos que sigue dando de la mano de Gareca. La suerte no rompe una mala racha de 36 años sin Mundial ni tampoco te lleva a semifinales de una Copa América.

Contenido sugerido

Contenido GEC