Disipada ya la dolorosa catarsis postderrota, toca enfocarnos en lo importante, lo que define este maravilloso deporte. Para ganar se necesita mucho más que defensores envalentonados o disciplinados catenaccios criollos. La fórmula, establecida por un grupo de entusiastas ingleses hace 160 años, es mucho más simple: hay que meter la pelotita en el arco contrario. Y a los nuestros -vale el cliché- les cuesta un Perú hacerlo. En 180 minutos de eliminatorias solo tuvimos dos remates peligrosos. El paraguayo Coronel pudo haber leído las casi 500 páginas de Cien años de Soledad sin sufrir un soponcio. Y si a Ederson le daban una de las viejas guías telefónicas, las consumía al revés y al derecho, incluyendo las páginas amarillas.
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A ese ritmo, aún si la FIFA se le ocurriese ampliar los cupos mundialistas a 9, pensar en clasificar es imposible. Sin gol no hay paraíso.
Los problemas de la selección frente a la valla contraria no son recientes. A pesar de que nuestra tierra ha parido grandes delanteros, anotar es un problema mayor desde hace casi cuarenta años. El repechaje del 85 lo perdimos por la inoperancia de nuestros delanteros (y las manos del Cóndor Rojas); a Francia 98 no fuimos porque mientras los chilenos tenían a Salas y Zamorano, el Ciego debía arreglárselas con Flavio, Carty y Julinho. El gol errado por el Cóndor ante Ecuador, camino a Alemania 2006, aún es causante de furiosas pesadillas; los números de Pizarro en eliminatorias son tan pálidos como la carrera de Ruidíaz con la blanquirroja. Y aunque suene difícil de creer, busquen en el Google de la memoria y confirmarán que, antes de las eliminatorias para Rusia, Paolo no pasaba de ser un delantero luchador que a veces descargaba sus energías en indignantes niñerías.
Oficialmente, Perú no anota un gol desde el 29 de marzo del año pasado, cuando venció a Paraguay 2-0 (Lapadula y Yotún). Antes del repechaje ante Australia, superó a Nueva Zelanda por un horror de su arquero. Después, ofensivamente ha hecho muy poquito como para animar sonrisas.
Aunque el Cabezón saliva cuando a sus equipos les toca defenderse, con cuatro entrenamientos no puede cambiar un problema estructural del cual son responsables los clubes y la federación. El correcto debut de Grimaldo no abre demasiadas expectativas. Lo grave, para mayores desgracias, es que al equipo no solo le falta gol, tampoco genera peligro.
Ante la emergencia, urge recuperar a Cueva y a Flores. Ambos suman 16 goles y seis asistencias en las últimas dos eliminatorias, números que una selección como la nuestra no puede desdeñar. Con Bryan Reyna encendido, nuestro futuro quizás pueda ser distinto. La gran chamba, sin embargo, no es de Juan. Ellos también necesitan hacer su tarea (¿Hasta cuándo ese barriguita, Christian?). Con Lapadula en plena condición física, algo más podemos hacer. ¿Alcanzará para clasificar? Queda un arduo y largo camino aún, pero mucho más no hay.
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