Al cierre de esta columna, se reporta que el nuevo coronavirus ha infectado a más de 24.000 personas en el mundo y ha cobrado cerca de 500 víctimas mortales, principalmente en China, donde se originó esta potente cepa. Y, aunque en el Perú anualmente enfermedades un poco menos novedosas —como el dengue— alcanzan picos tanto o más alarmantes de contagios y muertes, es comprensible que la atención de la mayoría esté centrada en la propagación de la enfermedad cosmopolita del momento.
En este contexto, investigadores médicos de la UCLA y la Universidad de Arizona acaban de publicar un artículo en PLOS One en el que explican por qué a algunos les afecta la gripe más que a otros. Como con tantos otros padecimientos, la respuesta se remonta a nuestros primeros días. Concretamente, a la primera cepa del virus a la que estuvimos expuestos. La investigación utilizó registros e historiales clínicos de Arizona en décadas pasadas para establecer un patrón a partir de las cepas que abundaban más en los años en los que esas personas se enfermaron.
Se halló que no solo somos más resistentes a la cepa a la que estuvimos expuestos en nuestra primera infancia, sino que el orden con el que nos vamos encontrando con otras cepas también influye en cuánto nos puede afectar o no la gripe. Por ejemplo, la H1N1, la cepa más común, que tiene menos tasa de mortalidad entre gente joven, puede ser mortal para alguien que se encuentre con ella siendo adulto mayor. Los hallazgos podrían prevenir brotes y epidemias mortales de cepas existentes y eventuales mutaciones de las mismas. Buena memoria.
Narices valiosas
El huanglongbing (también conocido como HLB o ‘enfermedad del dragón amarillo’) es una bacteria que ataca particularmente a cítricos como limones, naranjas y mandarinas, y que causa zozobra entre agricultores, pues no existe cura para esta. Una vez infectados los cultivos, la propagación es rápida y nada se puede hacer para salvar la fruta que adquiere un color amarillo —de ahí su nombre—. Pero un artículo en Smithsonian Magazine trae buenas noticias. Habida cuenta de que la única manera de proteger los cultivos es mediante la detección temprana, el olfato de los perros podría convertirse en la última esperanza para estas frutas. Si el olfato canino (que puede ser hasta 100.000 veces más potente que el de los humanos) es capaz de detectar drogas, armas y hasta tumores, también puede detectar la bacteria en un árbol, incluso en las primeras semanas de incubación. Al menos así lo demuestran experimentos con perros en Arizona y California. Punto para los canes, una vez más.
THC Forte
Un lugar común en la discusión sobre la despenalización y regulación del uso y consumo de cannabis es señalar que las cepas actualmente disponibles para el consumo humano son más potentes que las accesibles en los años 60, cuando se le declaró la guerra a la planta. Pero un reciente hallazgo en laboratorios italianos tal vez permita entender mejor por qué hay algunas cepas mucho más potentes que otras y por qué eso no es, necesariamente, una amenaza para la salud. Se trata de un nuevo cannabinoide llamado THCP, que sería hasta 30 veces más potente que el THC, el principal componente psicoactivo de la planta conocido hasta ahora. Aislar el compuesto y entender mejor la manera en la que actúa en distintas partes del cerebro podría abrir una nueva puerta en las aplicaciones médicas y terapéuticas de la planta. Allá los que no quieren ver.