Suiry Sobrino, de 28 años, denunció en las redes sociales el acoso del que fue víctima. El agresor la contactó vía WhatsApp tres días después de hacerle una carrera.  (Foto: Anthony Niño de Guzmán/ El Comercio)
Suiry Sobrino, de 28 años, denunció en las redes sociales el acoso del que fue víctima. El agresor la contactó vía WhatsApp tres días después de hacerle una carrera. (Foto: Anthony Niño de Guzmán/ El Comercio)
Jorge Malpartida Tabuchi

Tres días después de tomar un taxi, Suiry Sobrino empezó a recibir mensajes de WhatsApp del conductor que le había hecho el servicio. “Hola, jajaja. Sé que no debo escribirte, pero eres linda”. Al leer esto, Suiry no solo se sintió incómoda, sino atemorizada. El taxista estaba usando los datos de la aplicación con la que contactó al vehículo para acosarla. “Cantas bonito, pero no es mi intención molestar”, le dijo.

Suiry recuerda que el día que tomó el servicio el conductor la miraba con insistencia por el espejo retrovisor. Pese a esta situación, ella no le dijo nada y se distrajo durante el trayecto tarareando canciones. Casi no conversaron durante el viaje, pero él, luego, se sintió con el derecho de invadir su privacidad e intentó un acercamiento. “Cuando me escribió me sentí muy vulnerable porque él había guardado mi número durante días, luego de hacer otras carreras. Tenía mi dirección y también podía atacarme”, cuenta Suiry.

La joven denunció su caso en Facebook y pidió a la empresa que administra la aplicación sancionar al chofer. A pesar del reclamo público, el acoso no cesó. Horas después de la denuncia, el conductor le mandó un mensaje de voz para victimizarse. Le reclamaba que había perdido su empleo a causa de su queja. No la amenazó, pero Suiry sabía que su agresor aún tenía acceso a su información.

—Derechos vulnerados—
Casos como los de Suiry muestran el mal uso que se hace de los datos personales de los usuarios de aplicaciones de taxi. El colectivo Ni Una Menos en el último año ha recibido quejas similares en las que el conductor, luego de brindar el servicio, contacta a las pasajeras para invitarlas a salir. “Además de mandarles mensajes, hay taxistas que hacen capturas de pantalla de las fotos de las usuarias y las comparten en grupos cerrados para calificarlas, como si fuera una competencia”, dice Valeria Chávez, activista de Ni Una Menos.

El viceministro de Justicia, Edgar Carpio, advierte que el número telefónico, la dirección, el nombre, cuentas de redes sociales y cualquier contenido que nos identifique están protegidos por la ley de datos personales. “Aunque le damos parte de esta información a las empresas cuando usamos sus aplicaciones, estas no pueden usarla con otros fines diferentes al servicio de transporte”, explica.
Según Carpio, estos casos de acoso dan pie a delitos más graves como agresiones e intentos de homicidio.

Un ejemplo de ello es la denuncia que recibió en marzo Ni Una Menos sobre una mujer que tomó una carrera hacia la Costa Verde. Durante el viaje, la usuaria le reclamó porque estaba llevándola a una dirección incorrecta. Luego de querer cobrarle de más, el conductor la dejó en su destino. Sin embargo, en la noche, la mujer recibió este mensaje en su celular: “Espera que te vea nomás […] de una sarta de puñetes te volaré los dientes”.

—Registro de datos—
A raíz de estas denuncias, la Dirección General de Protección de Datos Personales (DGPDP), adscrita al Ministerio de Justicia, convocó a las empresas que dan servicios de taxi vía aplicativos para que refuercen sus políticas de confidencialidad. En la reunión, les exhortaron a inscribir sus bases de información en el Registro Nacional de Datos Personales para verificar que no se vulneren los derechos de los usuarios.

Según Cynthia Vila, titular de la DGPDP, solo dos de las 15 empresas que usan aplicaciones en Lima están registradas: Taxibeat y Pide1taxi. “No cumplir con la protección de datos acarrea multas de hasta 100 UIT. Si se genera un delito por no cuidar la información, el caso se deriva al ámbito penal”.

Según Erick Iriarte, asesor legal de Taxibeat, una de las dificultades para fiscalizar a los conductores es el volumen de viajes que se hace al día en la capital. “Son 600 mil traslados si sumamos todas las empresas que usan apps. En ese contexto, es posible que los taxistas vulneren los protocolos”, dijo.

Para frenar estos casos, Iriarte plantea que el contacto con los usuarios ya no sea vía telefónica, sino a través de la propia aplicación. Sin embargo, Suiry cree que más efectivo sería capacitar a los conductores para que aprendan que su vehículo no puede ser un espacio de hostigamiento.

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